Democracia, Educaci�n y Capacitaci�n C�vico - Electoral


MUJERES Y POL�TICA: BALANCE Y PERSPECTIVAS

Anna M. Fern�ndez Poncela

�ndice

I-Justificaci�n

II-Contenido de la investigaci�n

Investigaciones y reflexiones existentes

Presencia en la �lite pol�tica

En el Ejecutivo

En el Legislativo

C�mara de Diputados

Senado de la Rep�blica

Asamblea Legislativa del DF

En los partidos

En el discurso pol�tico

PRI

PAN

PRD

En instituciones

Estilos de liderazgo

Cultura y participaci�n pol�tica

Actitudes y valores

Democracia versus autoritarismo

Afiliaci�n

Inter�s

Comportamiento y preferencias electorales

Respeto e importancia del voto

Participaci�n electoral

Motivos e influencia del voto

Tendencia ideol�gica

Simpat�a partidaria

Voto

Percepci�n y autopercepci�n de las mujeres

Presencia num�rica

Participaci�n en el poder

Preferencias sobre el candidato

Opini�n de pol�ticos y pol�ticas

Autovaloraci�n del quehacer pol�tico

Pol�ticas de igualdad

Las acciones afirmativas

Otras experiencias

La realidad mexicana

Ideas, propuestas, pol�ticas

III-Reflexiones finales

Resquebrajando viejos mitos

Atisbando nuevos horizontes

IV-Propuestas generales

V-Anexo: Bibliograf�a completa sobre el tema

VI-Anexo: Metodolog�a de la investigaci�n

VII-Anexo: Cuadros de la encuesta

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I-Justificaci�n

Este texto es una revisi�n bibliogr�fica y documental en torno al tema de las mujeres y la pol�tica, y la comparaci�n con los hombres, cuando �sta sea posible y se juzgue necesaria. Se aborda el nivel te�rico y reflexivo, toda vez que se bebe de estudios emp�ricos existentes en el �mbito internacional y particularmente en el contexto de la realidad mexicana de los �ltimos a�os hasta nuestros d�as. Tambi�n se realiza un an�lisis e interpretaci�n de fuentes cuantitativas y cualitativas de primera mano sobre el tema en cuesti�n, existentes en el pa�s. Por �ltimo se presenta un esfuerzo de elaboraci�n de algunas propuestas de car�cter pr�ctico y de investigaci�n en torno a la acci�n pol�tica respecto al tema abordado, y de cara a las pr�ximas elecciones del 2.000. Todo ello se realizar� de forma general y resumida por las caracter�sticas propias del documento, apuntando una bibliograf�a complementaria. Tambi�n se desea se�alar que para la redacci�n de este trabajo se han tomado diversas informaciones y datos varios de la obra Mujeres en la �lite pol�tica. Testimonio y cifras (1999) de la autora de quien escribe este diagn�stico, as� como de Hombres, mujeres y pol�tica. Una mirada desde la opini�n p�blica y sus protagonistas (1997), y Participaci�n pol�tica. Las mujeres en M�xico al final del milenio (1995), libros todos ellos que abordan de forma m�s amplia y profunda algunos de los temas que aqu� nos ocupan.

Un aspecto que se desea subrayar como uno de los ejes principales que articula este documento es el destacado, y a veces obviado o mal interpretado, papel que juega la poblaci�n femenina en la pol�tica formal[1]. En primer lugar, pocas han sido las aproximaciones a la capacidad femenina para la toma de decisiones cuando accede al poder, ni como ciudadanas comprometidas, am�n de ser una poblaci�n pol�ticamente disputable para quienes compiten en los partidos. En segundo lugar, en el marco internacional est�n teniendo lugar una serie de cambios, tanto de comportamiento como de preferencias ideol�gicas de las mujeres que apuntan, junto con los datos para M�xico, hacia un cambio de actitud. Pero en nuestro caso �stos deben sumarse a otra cuesti�n de suma importancia que es el elevado porcentaje de la juventud en la pir�mide demogr�fica, y por lo tanto en el censo y padr�n electoral, y la inversi�n generacional en lo que a las mujeres se refiere. Esto es, igual que lo que ocurre en otros pa�ses, las mujeres j�venes parecen presentar tendencias hacia una apertura participativa y preferencias electorales de avanzada, por llamarlas de alguna manera, pero al contrario de lo que sucede en otras latitudes, aqu� las mujeres j�venes son un porcentaje muy elevado entre el conjunto de la poblaci�n como los hombres j�venes-. Por lo tanto, las transformaciones tendr�an una trascendencia que en otros lugares resulta cuantitarivamente poco significativa. Las mujeres son m�s del 50% de la poblaci�n y los j�venes casi el 40% del censo electoral en el 2000, por lo que las anteriores reflexiones debieran estar en la mesa de discusi�n pol�tica por ser una asignatura vital en nuestro pa�s y en nuestros d�as (Fernandez Poncela 1999a,2000). Este texto quiere contribuir a ello.



[1] Este documento encuadra la participaci�n pol�tica femenina en el �mbito de la pol�tica formal, institucional o covencional, aquella que tiene que ver con el sistema pol�tico institucional, b�sicamente los partidos pol�ticos y los poderes del estado.

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II-Contenido de la investigaci�n

Investigaciones y reflexiones existentes

Los dos pasados decenios han sido ricos y fruct�feros en lo que respecta a la investigaci�n social sobre mujeres y relaciones de g�nero, desde diferentes especialidades o con enfoques multidisciplinarios, en el marco de la academia, las instituciones y en otros espacios propicios para el avance de dicho estudio. Y si en los setenta se visibilizaba y describ�a a las mujeres, en los ochenta se pretendi� con el conocimiento, informaci�n y experiencia acumulada dar un giro y centrarse en los g�neros y sus relaciones inter e intragen�ricas-. Dentro de este nuevo marco la comparaci�n estad�stica entre hombres y mujeres ya sea para buscar diferencias como semejanzas, adquiere un nuevo relieve y da otra dimensi�n a la investigaci�n sobre los problemas y tem�ticas relacionadas con la mujer tanto en lo referente a las actitudes y comportamiento pol�tico de la sociedad en general, como en lo que toca a la presencia y caracter�sticas de las mujeres en la �lite pol�tica desde la denominada teor�a o modelo revisionista.

En concreto en Am�rica Latina se considera que ha habido muchos e importantes cambios en el desarrollo de la ciudadan�a y las estructuras pol�ticas en general, a pesar de la persistencia de grandes obst�culos que ralentizan, y a veces ba�an de ambig�edad las transformaciones. Dichos cambios tienen presencia fundamentalmente en la escena electoral de la pol�tica (Craske 1999). Y todo esto es m�s que aplicable al caso de las mujeres y su relaci�n con el espacio donde se dirimen los asuntos p�blicos en M�xico.

La experiencia y participaci�n pol�tica femenina, su relaci�n con el �mbito p�blico, la comparaci�n entre hombres y mujeres presentes en este escenario, as� como, la mirada de la poblaci�n femenina hacia el mismo contrastada tambi�n con la masculina, son temas sobre los cuales hasta fecha reciente no han cobrado cierto inter�s para la investigaci�n social. No han constituido objeto de estudio relevante hasta hace poco no s�lo en M�xico sino en el mundo y en Am�rica Latina (Jaquette 1974,1976), todo ello en paralelo, por supuesto, y como consecuencia de la exclusi�n y autoexclusi�n de las mujeres de este espacio social donde se toman decisiones y se ejerce el poder.

Ser�a en el decenio de los a�os ochenta salvo excepciones- cuando se realizan los primeros acercamientos sistem�ticos al tema y en los noventa su desarrollo inicia un proceso de expansi�n y ahondamiento. Es al calor de los acontecimientos nacionales e internacionales, tanto en el plano del sistema pol�tico de cada pa�s como a la luz de las convenciones y recomendaciones en el �mbito mundial, que la investigaci�n sobre pol�tica desde una perspectiva gen�rica emprende su recorrido. El feminismo y sus luchas no es ajeno a dicho camino.[2]

El motivo de tal tardanza hay que buscarlo en el caso mexicano en una serie de factores pol�ticos, sociales y acad�micos que se concatenan y dan como resultado la postergaci�n del conocimiento sobre el tema, cuando no su negaci�n misma.

Por una parte, el alejamiento de la pol�tica convencional de la poblaci�n y a la inversa, cuando el sistema no permit�a la participaci�n y la ciudadan�a tampoco parec�a muy cercana a dicha esfera. Una realidad antidemocr�tica aturd�a la no-participaci�n ciudadana, partidos pol�ticos que eran comparsas del r�gimen, y simulaci�n de procesos electorales. En consecuencia, no hab�a un inter�s desde la academia por abordar el tema de la pol�tica como tal, y menos, el de las mujeres en dicho escenario en particular. Todo esto se trastoca en los a�os ochenta cuando ciertos cambios pol�ticos, reformas y transformaciones democr�ticas se atisban en el horizonte del pa�s, en el momento en que los partidos cobran una fuerza inusitada y los procesos electorales ganan credibilidad. Es ah� precisamente cuando las y los cientistas pol�ticos e investigadores sobre el tema se vuelcan hacia la pol�tica formal desde perspectivas antes apenas abordadas, como por ejemplo los estudios electorales y de opini�n p�blica. Y algo m�s tarde se despierta el inter�s por comparar entre los sexos, para con posterioridad, analizar partiendo ya de un enfoque de g�nero, como ser� la aplicaci�n de la teor�a revisionista en plenos a�os noventa.

Por otra parte, desde las mujeres de los partidos opositores o las independientes, el poder se percib�a como algo sucio, la democracia como una farsa y el inmiscuirse en los asuntos p�blicos poco menos que una traici�n. Todo ello producto de una desconfianza leg�tima por razones hist�ricas, tambi�n bajo influencias puristas e idealistas envueltas en esperanzas y apuestas hacia otros espacios y formas de hacer pol�tica movimientos sociales y organizaciones populares- que eran designadas como propias y patrocinadas como fuente de cambio social en contraposici�n con el anquilosamiento antidemocr�tico de las instituciones pol�ticas formales. Las mujeres activistas del feminismo o sensibles en la academia, consideraban dicha esfera poco menos que de prescindible, sino inservible. La exclusi�n de la cual hab�an sido objeto por parte de la pol�tica y la consideraci�n de las escasas posibilidades de acceso y trabajo efectivo contribuyeron vivamente a esta situaci�n. El �nfasis de las activistas se fijaba en otros temas m�s ligados a la vida personal, dom�stica o cotidiana y el de las investigadoras apuntaba hacia horizontes movimentistas u organizacionales como el quehacer pol�tico femenino por antonomasia. Esto tambi�n ha ido variando en los �ltimos a�os, si bien y sin abandonarse otros campos de estudio, ha habido un progresivo y parcial acercamiento a la investigaci�n de la pol�tica, o en todo caso, bordeando sus l�mites, desde la reflexi�n te�rica y los estudios de caso, a trav�s de metodolog�as cuantitativas y cualitativas, descifrando la vida de las mujeres pol�ticas y la visi�n de la poblaci�n femenina hacia esta esfera, hasta hace poco considerada masculina, y en ocasiones desde el sabio enfoque comparativo (Fernandez Poncela 1997, 2000).

En la actualidad las investigaciones sobre este fen�meno social han pasado de visibilizar y describir a interpretar y ser propositivas. Mientras las mujeres pasaron, o est�n pasando, de ser clientas, votantes y demandantes a ejercer como activistas, candidatas y profesionales, esto es de delegar a involucrarse. Se est� construyendo la ciudadan�a en un espacio cada vez m�s tendente a la democracia representativa. La participaci�n pol�tica de las mujeres ha de inscribirse en el marco de un gran cambio cultural, desde donde se divisan nuevos horizontes de igualdad a trav�s del pacto y la negociaci�n (Amor�s 1990). Donde el concepto de pol�tica no sea sexista y se reconozca a hombres y mujeres por igual (Kirkwood 1990). Donde se han de poder ver las pr�cticas sociales de actores y actoras m�s all� de las instituciones, al mismo tiempo que reconocer la subjetividad de la pol�tica misma (Lechner 1988).

Desde el feminismo, la academia y la pol�tica se han tendido puentes para trabajar en pro de la participaci�n pol�tica, facilitarla (Pateman 1990), gestar una identidad pol�tica femenina como grupo de inter�s en paralelo o de la mano de otros colectivos sociales (Phillips 1991; Mouffe 1993,1999). Revisar formas y estilos de hacer pol�tica, modificar el modelo masculino hegem�nico de la misma, cambiar la concepci�n, la mirada y las pr�cticas, los tiempos y el lenguaje, resemantizar t�rminos, reconceptualizar la teor�a pol�tica, revalorizar los intereses y necesidades de las mujeres (Jaquette 1974; Chaney 1983; Jones y Jonasdottir 1988; Kirkwood 1990; Phillips 1991). Y todo esto naturalmente tiene que ir acompa�ado de un estudio amplio y profundo de la realidad que se encuentra en proceso de transformaci�n en varias latitudes y tambi�n en nuestro pa�s. Pues del diagn�stico vendr�n las propuestas concretas y del esbozo del balance de la cotidianeidad las perspectivas deseables y factibles del porvenir.[3]



[2] Entre otras cosas, se ha sostenido que existe una miop�a u ocultaci�n del g�nero en la teor�a pol�tica cl�sica y que en la constituci�n de la ciudadan�a femenina, la mujer es definida como sujeto de segunda categor�a, todo ello en consonancia con la teor�a radical sobre el tema (Pateman 1988,1994; Jones y Jonasdottir 1988; Fraser 1990; Phillips 1991; Mouffe 1993). Lo mismo puede se�alarse para la investigaci�n emp�rica producto de dicha concepci�n abstracta y reflejo de la realidad que marginaba a la poblaci�n femenina de los espacios pol�ticos formales y del mismo androcentrismo que permea las ciencias sociales.

[3]Hay que no obstante, tener cierta cautela a la hora de aplicar m�todos y enfoques. Por ejemplo, desde considerar que la pol�tica es m�s que su �mbito formal y que existen otras formas de la misma (Geertz 1987), pasando por tener precauci�n con no circunscribirse a la parte cuantitativa (Krotz 1990), hasta ver que as� como la teor�a pol�tica no es neutra, as� tampoco, las perspectivas, metodolog�as y t�cnicas de investigaci�n lo son a veces (Pateman 1988,1990). Otra cuesti�n es que en ocasiones las fuentes de las cuales se bebe no son exclusivas de un estudio espec�fico y carecen de orientaci�n de g�nero, presuponiendo que hombres y mujeres comparten una misma cultura y realidad pol�tica, o tal vez asuman los sesgos de discriminaci�n femenina, o est�n bajo est�ndares masculinos o escalas tradicionales (Astelarra 1982; Threlfall 1982; Nelson 1984; Ortiz 1987). Pero adem�s se han detectado cuestiones tales como la no-existencia de bases emp�ricas para sostener una participaci�n de forma diferente por parte de las mujeres, y no siempre son mayor�a en la pol�tica considerada no convencional como la asistencia a manifestaciones o la presencia en organizaciones de diversa �ndole (Uriarte 1997). Hay que estar alerta contra esquemas o estereotipos sociales de uno y otro signo.

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Presencia en la �lite pol�tica[4]

En el Ejecutivo

En el Poder Ejecutivo, hab�a en el �ltimo sexenio 6% de participaci�n femenina en puestos considerados importantes de la administraci�n p�blica. Sin embargo, en el actual (1994-2000) si se contabiliza la presencia femenina en cargos destacados de las diversas secretar�as hab�a en sus inicios 5.6% de mujeres (Cr�nica Presidencial 1995). Otras fuentes, apuntaban a 60 mujeres como funcionarias p�blicas de alto nivel en la toma de decisiones en las Secretar�as de Estado, lo que significa 9%. Sobre las Secretar�as donde aparec�an m�s mujeres en puestos de alta direcci�n destaca, Gobernaci�n (21% del total), Energ�a y minas (17%), Educaci�n P�blica (18%) y Desarrollo Social (15%) (INEGI/UNIFEM 1995). Se habla tambi�n de 10% de presencia de mujeres en puestos de alta direcci�n dentro de la estructura gubernamental (Secretar�a de Gobernaci�n 1996).

Por otro lado, teniendo en cuenta �nicamente el Gabinete Presidencial y las 17 Secretar�as, tres de ellas ocupadas por mujeres en 1995 -Norma Samaniego en Contralor�a, Silvia Hern�ndez en Turismo y Julia Carabias en la Secretar�a de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca-, el porcentaje de �stas en el gabinete era 17,64%, y ahora es 11.76%, con las dos que est�n en dichos puestos Julia Carabias y Rosario Green en Relaciones Exteriores-.

Respeto al poder local y s�lo para dar un dato representativo, hab�a 85 mujeres presidiendo ayuntamientos de los 2.412 contabilizados en 1996, esto es 3.4%. Dicha proporci�n apenas ha variado a lo largo de la �ltima d�cada, y la mayor�a de ellas gobiernan municipios de menos de treinta mil habitantes (Massolo 1996). Otras fuentes hablan de 89 municipios presididos por mujeres, lo que representa 3,7% (Secretar�a de Gobernaci�n 1996). En 1998 se daba el dato de 3,27% de mujeres gobernando municipios (CEDEMUN 1998).

Sobre el Poder Judicial, �nicamente tambi�n para ilustrar en un breve y r�pido trazo la presencia de las mujeres, de 291 cargos en 1992, 39 eran mujeres -5 ministras y 34 magistradas-, esto es, 13% de mujeres (Presidencia de la Rep�blica 1993). Y otras informaciones situaban el porcentaje de presencia femenina en 10,57%, 24 mujeres para un total de 203 puestos al m�s alto nivel (Leal 1992). En 1994 hab�a por ejemplo, 5 ministras (20% del total), 35 magistradas (12%), 38 jueces de distrito (23%), 42 defensoras de oficio (25%); esto es, las mujeres eran 19% en cuadros superiores de la Suprema Corte de Justicia de la Naci�n, los puestos de mayor nivel en este poder (INEGI/UNIFEM 1995; Secretar�a de Gobernaci�n 1996).

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En el Legislativo

C�mara de Diputados[5]

En la C�mara de Diputados en la legislatura (1994-1997) se contabilizaron 496 personas en total[6], con la presencia de 426 hombres y 70 mujeres[7], lo que significa una representaci�n proporcional de 14.11% de mujeres en dicha c�mara. La media total de edad de los curules es 46.54 a�os, la media de los hombres en concreto es 47.02 a�os y la de las mujeres 46.06 a�os, algo menor que la de los primeros.

En cuanto al sexo y edad por partidos pol�ticos, el PT cuenta con 10 diputados hombres, que para 496 curules que tiene en total dicha c�mara, como hemos visto, significa una presencia de 2.01%. La media de edad es 44.8 a�os, la m�s joven de la diputaci�n, no cuenta con mujeres entre sus filas.

La formaci�n pol�tica que tiene m�s representaci�n femenina en n�meros absolutos es el PRI, esto es 42 mujeres, si bien es tambi�n el partido que cuenta con mayor n�mero de personas en la c�mara, en total 298 que significa 60.08% de curules para dicha fuerza pol�tica. De �stos 256 son hombres, por lo tanto la presencia de mujeres es 14.09%, similar, como hemos visto, al porcentaje de �stas para el total de la c�mara. La media de edad de los pri�stas en general es 47.09 a�os, una de las m�s elevadas entre los grupos pol�ticos que componen el arco parlamentario, para las mujeres representa 44.28 a�os, esto es, la edad media m�s joven de las mujeres de un grupo pol�tico en la Diputaci�n, y para los hombres 49.90 a�os, el grupo con mayor media de edad con relaci�n a las otras fuerzas representadas en la diputaci�n.

El partido que cuenta con m�s presencia de mujeres en porcentaje es el PRD, con 22.85% de representaci�n femenina entre sus curules. De los 70 perredistas que tiene la c�mara, esto es 14.11% de participaci�n del partido del sol azteca en la diputaci�n, 54 son hombres y 16 mujeres. La media de edad es 47.49, para los hombres 46.74 y para las mujeres 48.25 a�os, la media m�s alta de las mujeres en una fracci�n parlamentaria en esta c�mara.

El PAN tiene 118 curules representando 23.79% de presencia panista en la c�mara, esto es, la segunda formaci�n pol�tica con presencia parlamentaria. De �stos 106 son hombres y 12 mujeres, por lo que la representaci�n porcentual de estas �ltimas es de 10.16%, la m�s reducida en comparaci�n con las otras fracciones. La media de edad de los presentes por cuenta de Acci�n Nacional es 46.16 a�os, para los hombres 46.66 -de las medias m�s j�venes- y para las mujeres 45.66 a�os.



[4] Llegados a este punto tocar�a realizar una revisi�n hist�rica, sin embargo, por motivos de extensi�n y tambi�n con la intenci�n de circunscribirnos a los objetivos del diagn�stico que aqu� realizamos, para dicha cuesti�n convidamos a consultar Fernandez Poncela 1995 y 1999�. Tambi�n ser�a de inter�s cierta comparaci�n con los estudios internacionales existentes sobre el tema, ya centrados en la �poca actual pero por lo mismo aconsejamos la revisi�n de Fernandez Poncela 1999b.

[5].A efectos de este trabajo no distinguiremos los diputados de mayor�a y los de representaci�n proporcional de forma diferenciada. Pero para no obviar del todo dichas caracter�sticas conviene se�alar que 300 pertenecen a la primera categor�a y 196 a la segunda. El PRI cuenta con 273 de mayor�a (91.6%) y 25 de representaci�n proporcional (8.4%); el PAN tiene 20 (16.9%) de mayor�a y 98 (83.1%)de representaci�n; el PRD cuenta con 7 de la primera categor�a (10%) y 63 de la segunda (90%); finalmente los 10 diputados del PT son de representaci�n proporcional.

[6].Originalmente tendr�an que ser 500 los curules en la C�mara de Diputados, pero en el momento concreto de esta investigaci�n, se contabilizaron 496, ya que por cuestiones relacionadas con anulaciones o asignaciones suspendidas, dicha cifra fluct�a en ocasiones.

[7].En 1994 hab�a inicialmente 112 mujeres candidatas -que iban como propietarias- a ocupar un curul en la Diputaci�n Federal, seg�n dicho n�mero, el porcentaje de mujeres candidatas a diputadas era 22,4%, tanto el n�mero como el porcentaje fueron superiores a la cifra de mujeres que finalmente qued� en esos puestos de elecci�n popular.

CAMARA DE DIPUTADOS: PARTIDO, SEXO Y EDAD

Sexo No % Edad X Partido %
Total 496 46.54 100
Hombres 426 85.88 47.02
Mujeres 70 14.11 46.06
PRI
Total 298 47.09 60.08
Hombres 256 85.90 49.90
Mujeres 42 14.09 44.28
PAN
Total 118 46.16 23.79
Hombres 106 89.83 46.66
Mujeres 12 10.16 45.66
PRD
Total 70 47.49 14.11
Hombres 54 77.14 46.74
Mujeres 16 22.85 48.25
PT
Total
Hombres 10 44.80 2.01

Respecto a la distribuci�n de sexos a la hora de participar en las comisiones y comit�s de esta c�mara parlamentaria, se puede afirmar que del total de 55 comisiones existentes no hay mujeres en 45 de ellas. Las comisiones en donde s� hay mujeres ya sean como presidentas o secretar�as t�cnicas de las mismas son: Artesan�as, Cultura, Desarrollo Social, Participaci�n ciudadana, Reconstrucci�n del Palacio Legislativo, Reforma Agraria y Turismo (C�mara de Diputados 1994b).

En cuanto al estado civil, los hombres solteros o sin pareja son 7.55% del total de los miembros masculinos que componen la c�mara, mientras que la proporci�n de las mujeres sin pareja -la mayor�a se declaran solteras pero tambi�n hay tres viudas y una divorciada- es notablemente m�s alta, 56.16%.[8]

Dicha diferencia, num�ricamente sustancial, merece cierta reflexi�n. Como que las mujeres tienen m�s dificultades para compaginar una vida en pareja y familiar con su carrera pol�tica en el �mbito p�blico, o como que en un momento dado deben elegir o una cosa o la otra, y en el caso de que hayan osado entrar a la carrera pol�tica. Situaciones ambas, por la que los hombres no suelen pasar o sencillamente ni se plantean, lo m�ximo son consultas familiares pero nunca bajo el signo del dilema de tener que seleccionar una u otra opci�n. Todo esto pudiera ser constatado con los testimonios de las mujeres pol�ticas (Fernandez Poncela 1999a). El alto n�mero de pol�ticas sin pareja puede ser comparable con el de las mujeres profesionales en el pa�s (INEGI 1993a).



[8].Esta informaci�n fue recabada a mediados de 1996, es por ello que la cifra total de las personas en puestos de diputados no coincide con la dada anteriormente, aqu� hay 500 componentes de la c�mara, 73 mujeres y 427 hombres. Entre los hombres hay 30 solteros y 397 casados, y entre las mujeres 41 sin pareja y 32 de ellas casadas. Para obtener dicha informaci�n se revisaron una por una las fichas de los legisladores, y como nota curiosa y con relaci�n a la diferencia del estado civiel entre mujeres y hombres, uno de los diputados viudos, de su pu�o y letra escribi� tras su estado que en tres meses contra�a nuevas nupcias.

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Senado de la Rep�blica

En el Senado de la Rep�blica 128 personas representaron al pueblo de M�xico en la LVI Legislatura. Si nos preguntamos sobre la composici�n seg�n sexo, encontraremos que hay 112 hombres y 16[9] mujeres, lo cual significa 12.5% de presencia femenina en dicha c�mara, esto es, algo menos que la de la c�mara descrita con anterioridad.

Si nos interrogamos sobre la media de edad del Senado en general, �sta es de 51.04 a�os, la de los hombres 49.90 y la de las mujeres senadoras en particular 52.19 a�os, algo m�s alta. En t�rminos generales el grupo de edad m�s numeroso en esta c�mara es el que va de los 45 a los 54 a�os, esto es, un poco m�s elevado que en la diputaci�n.

Ya adentr�ndonos en las diferencias de sexo y edad en cada formaci�n pol�tica all� representada, podemos decir que el PRI cuenta con el n�mero m�s alto de senadores, 95 en total, lo que equivale a 74.21% de la c�mara. Su media de edad tambi�n del total de representados es 50.22 a�os, y el grupo de edad m�s numeroso es el mismo que corresponde al conjunto del Senado de los 45 a los 54 a�os. De �stos, 81 son hombres y 14 mujeres, lo cual significa 14.73% de senadoras pri�stas, siendo tambi�n el porcentaje m�s alto de mujeres por partido pol�tico que est�n presentes en esta c�mara. Mientras la media de edad de los hombres pri�stas es 51.87 a�os, la de las mujeres es algo inferior 48.57 a�os en promedio.

El PAN es el segundo grupo en n�mero de senadores presentes, son 24 hombres y una mujer, en total 25 curules panistas, esto es, 19.53% de los senadores. Hay 4% de mujeres panistas del total de las personas pertenecientes a dicha formaci�n pol�tica en el Senado, el porcentaje m�s reducido de mujeres representantes de un partido en la c�mara. La media de edad es de 54.35 a�os, la m�s alta de las formaciones pol�ticas presentes. En cuanto a los hombres tienen un promedio de 51.70 a�os y la mujer 57 a�os. Por otra parte, el grupo de edad que re�ne a m�s senadores de Acci�n Nacional es el que va de los 45 a los 54 a�os, al igual tambi�n que el mayoritario para dicha c�mara; sin embargo, como nota curiosa, esta formaci�n pol�tica es la �nica que tiene un senador que supera los 75 a�os.

Por su parte el PRD cuenta con un total de 8 senadores, significando 6.65% de representaci�n senatorial para el partido del sol azteca. La media de edad es 48.57 a�os, la formaci�n con promedio de a�os m�s joven de la c�mara. Hay 7 hombres y una mujer, lo que representa 12.5% de mujeres perredistas. La media de edad de las mujeres es 51 a�os, mientras que para los hombres es inferior, 46.14 de a�os. Esto es, los hombres del PRD es el sector m�s joven representado en el Senado en esta legislatura no s�lo en cuanto a media de edad sino con relaci�n al grupo de edad m�s numerosos que va de los 35 a los 54 a�os -ambas d�cadas con igual porcentaje de representaci�n-. Puede decirse que abarca el grupo de edad promedio de las otras dos fuerzas pol�ticas y la de la c�mara en general, pero va m�s all� en direcci�n al rejuvenecimiento de un lustro m�s que los otros representados. En este sentido cabe destacar que es el �nico de los tres partido que tiene una persona menor de 35 a�os.



[9].En las listas de las candidaturas electorales de 1994 hab�a un total de 22 mujeres como propietarias a la Senadur�a, esto es 17,18% de presencia femenina, los resultados reales de la convocatoria muestran como llegaron menos mujeres al cargo de senadora de la Rep�blica, lo mismo que sucediera en la diputaci�n.

SENADO: PARTIDO, SEXO Y EDAD

Sexo No % Edad X Partido %
Total 128 51.04 100
Hombres 112 87.5 49.90
Mujeres 16 12.5 52.19
PRI
Total 95 50.22 74.21
Hombres 81 85.26 51.87
Mujeres 14 14.73 48.57
PAN
Total 25 54.35 19.53
Hombres 24 96 51.70
Mujeres 1 4 57
PRD
Total 8 48.57 6.25
Hombres 7 87.5 46.14
Mujeres 1 12.5 51

En cuanto a la presencia y participaci�n de ambos sexos en las comisiones de trabajo, no hay mujeres en 46 de las 67 que funcionan. En la comisi�n de Asistencia Social, por ejemplo, de las tres personas que la componen, las tres son mujeres, es pues la comisi�n con m�s presencia femenina. Hay 17 mujeres en posici�n de secretarias y 6 de presidentas en el organigrama de dichos grupos de trabajo. El n�mero y lugar de las mujeres en estos espacios es significativo, como ocurr�a en la C�mara de Diputados.

Sin embargo, y a diferencia de �sa c�mara, en el Senado la mayor�a de sus componentes declararon estar casados, �nicamente hay 4 divorciados, 2 hombres y 2 mujeres, y 7 solteros, 3 hombres y 4 mujeres. As� pues, en el tema del estado civil, no se perciben diferencias sustanciales.

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Asamblea de Representantes del DF[10]

De los 66 puestos en total de esta c�mara, hay 15 ocupados por mujeres, lo cual significa 22.72% de presencia femenina en la misma. La media de edad gira alrededor de 45 a�os y la de las mujeres en concreto es de 47 a�os.

Si separamos por partido pol�tico, el PRI cuenta con 39 curules, 9 de ellos son mujeres, lo cual representa 23.07% de mujeres de �se partido en esta c�mara. Por su parte el PAN cuenta con 13 representantes y 4 son mujeres que significa 30.76% de �stas �ltimas. Y finalmente de las 10 personas con que cuenta el PRD, hay dos mujeres entre ellas, representando 20%. El PT y los ecologistas tienen dos curules cada uno, pero no hay mujeres entre ellos.



[10] Hoy Asamble Legislativa del DF. La mencionamos �nicamente como ejemplo y ejercicio comparativo con las c�maras del legislativo federal.

ARDF: PARTIDO, SEXO Y EDAD

Sexo No % Edad X Partido %
Total 66 100
Hombres 51 77.27 45
Mujeres 15 22.72 47
PRI
Total 39 59.09
Hombres 30 76.92
Mujeres 9 23.07
PAN
Total 13 19.69
Hombres 9 69.23
Mujeres 4 30.76
PRD
Total 10 15.15
Hombres 8 80
Mujeres 2 20
PT Total 2 3.03
Hombres 2 100
Ecologistas Total 2 3.03
Hombres 2 100

A la hora de revisar la participaci�n de mujeres en las comisiones, se observa que hay mujeres en todas ellas -son 33 en total- menos en la de Desarrollo Social. Las que cuentan con m�s mujeres son la de Educaci�n y Cultura y la de Preservaci�n del Medio Ambiente y Protecci�n Ecol�gica, con cinco mujeres en cada una. Y las que tienen menos representaci�n femenina son las de Hacienda, Notariado, Uso y Aprovechamiento de Bienes y Servicios P�blicos y la de Vigilancia de la Contadur�a, con una mujer en cada una de ellas.

Como comentario final, puede decirse que en comparaci�n con el Congreso de la Uni�n -C�mara de Diputados y Senado de la Rep�blica-, la ARDF cuenta con un alto porcentaje de presencia femenina (22.72%). Si observamos partido por partido, el PAN tiene la m�s alta proporci�n de mujeres en su grupo parlamentario en esta c�mara (30.76%) en comparaci�n con las otras formaciones pol�ticas que cuentan con representaci�n parlamentaria y mujeres en sus filas, y en comparaci�n tambi�n con las c�maras ya revisadas. Estos porcentajes de entre 20 y 30%, se asemejan a los de otros pa�ses considerados desarrollados, o a las cuotas de varios partidos en otras latitudes, y �ltimamente tambi�n en M�xico; por el contrario, muestran una polaridad importante de esas mismas cifras con las de las c�maras federales, como ya ha sido apuntado. A�adir el dato de la presencia femenina en los congresos estatales que para 1999 se calcula en 14.3% (Llanos 1999).

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En los partidos[11]

La media del porcentaje de participaci�n femenina en los �rganos internos de los principales partidos pol�ticos -CEN, CPN, CE- era 14.85%, seg�n los datos recabados en 1996. Son cifras similares a las proporciones de mujeres en el Poder Legislativo, como hemos visto en el punto anterior. Para 1999 se observa una presencia de 19.9% -11.8% en el PRI, 18.2% en el PAN y 29.9% en el PRD-.


[11].Para ampliar la tem�tica de este apartado puede consultarse Fernandez Poncela 1995 y 1999a.

PARTIDOS POL�TICOS: ORGANOS DIRECTIVOS POR SEXO, 1999

Partido pol�tico Organo directivo Mujeres miembros Mujeres no %
PRI CEN 101 17 16.8
CPN 363 25 6.8
CE 250 30 12
PAN CEN 43 9 20.9
CPN 273 58 21.2
CE 32 4 12.5
PRD CEN 19 7 36.8
CPN 282 79 28
CE 32 - 25

Quiz� lo m�s destacable es el porcentaje del PRD, que es el partido que cuenta con mayores cifras de mujeres en este �mbito de la pol�tica formal y que tambi�n coincide con su elevada presencia en el legislativo en general, a pesar de ser la formaci�n pol�tica m�s joven de las tres. Si bien es cierto que en los partidos considerados de izquierda, las mujeres suelen ocupar m�s cargos en todo el mundo (Fernandez Poncela 1999b). Se�alar la estrategia de discriminaci�n positiva que utiliza el PRD desde 1991 renovada en 93-, el PRI desde 1996 y el PAN desde 1999, a trav�s de las cuotas. As� como la existencia de organizaciones de mujeres en el seno de estas tres fuerzas pol�ticas. A esto hay que a�adir que ha funcionado aqu� la teor�a seg�n la cual si un partido incrementa el n�mero de mujeres hay m�s probabilidades que los otros integrantes del sistema de partidos act�en de forma similar, como por imitaci�n (Fernandez Poncela 1999b).[12]



[12]Esta breve presentaci�n num�rica puede complatarse con su revisi�n hist�rica (Fernandez Poncela 1995). Pero lo que es m�s importante, hay que tener en cuenta la vida de las mujeres, sus trayectorias personales y pol�ticas, sus historias de lucha, apoyo y discriminaci�n, c�mo son, qu� piensan, qu� problemas tienen, qu� hacen, todo ello relatado, por supuesto, en su propia voz, desde la mujeres pol�ticas, pero y tambi�n, en comparaci�n con las vidas de los hombres pol�ticos, adem�s de la visi�n de �stos sobre las problem�ticas de aquellas (Fernandez Poncela 1999a).

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En el discurso pol�tico

La opini�n y valoraci�n de las mujeres y sus problem�ticas, necesidades e intereses en el discurso pol�tico, es en primer lugar un acto meramente simb�lico. Una estrategia ret�rica que se encarga de aceptar las demandas de la poblaci�n femenina y hace un reconocimiento p�blico de la importancia de su presencia pol�tica. Si bien es cierto que puede llegar a constituir un primer paso hacia la acci�n positiva, el animar a las mujeres a participar en la pol�tica de forma m�s activa, impulsando su formaci�n y organizaci�n en el seno del partido. Y llegar tambi�n a la discriminaci�n positiva, esto es, asegurar su presencia m�nima a trav�s de medidas concretas como las mencionadas cuotas (Fernandez Poncela 1999).

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Partido Revolucionario Institucional

Toda participaci�n pol�tica de la mujer es revolucionaria en cualquier sociedad, es revolucionaria porque implica cambios profundos en las relaciones hombre-mujer, en las instituciones y en la sociedad en su conjunto (Guevara 1987:181), as� inicia una ponencia de una pol�tica del PRI. Este partido en su Programa de Acci�n, en varios puntos reconoce la necesidad de la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres, haciendo menci�n expl�cita a �sta �ltima ah� donde se considera est� en condiciones de mayor desventaja. Se declara en lucha contra la discriminaci�n sexual -punto 8 del Cap�tulo 3-, pugna por el castigo al hostigamiento y al acoso sexual y la creaci�n de centros de atenci�n para las v�ctimas de delitos sexuales -punto 10 del Cap�tulo 3-, todo ello en el apartado sobre la justicia y los derechos humanos. En el cap�tulo laboral, se reclama la igualdad de oportunidades de empleo e ingreso para las mujeres trabajadoras -punto 8 Cap�tulo 5-. Al abordar la poblaci�n campesina, pugna por programas que ofrezcan nuevas oportunidades a la realizaci�n productiva de las mujeres campesinas -punto 11 Cap�tulo 6-. Tambi�n en cuanto a los derechos sociales, la salud materno-infantil es una de las prioritarias, as� como programas de atenci�n a la mujer joven pensando en la nutrici�n y planificaci�n familiar -punto 6 Cap�tulo 10-. Respecto al combate a la pobreza, las mujeres de menores recursos deben acceder a mejores condiciones y calidad de vida por su influencia determinante en el bienestar familiar y comunitario -punto 12 Cap�tulo 12- (PRI 1993a).[13]

Por otra parte, en sus Estatutos, se se�ala expl�citamente la participaci�n de mujeres en el partido -art�culo 2-, pero adem�s hay un apartado espec�fico que habla de ellas directamente: El Partido se compromete a estimular la participaci�n pol�tica y social de las mujeres, para lograr que su creciente integraci�n en los programas y tareas partidarias contribuyan a fortalecer la acci�n del Partido, como vanguardia pol�tica del pueblo. El Partido se compromete a propiciar las condiciones que otorguen a la mujer el trato digno e igualitario que merece como integrante del Partido y se impulse su incorporaci�n a las posiciones de dirigencia, a los puestos de elecci�n popular y a los cargos de la Administraci�n P�blica, para que su participaci�n corresponda a su contribuci�n al Partido, a las organizaciones de los Sectores y a su fuerza en la estructura territorial -Cap�tulo IX, art�culo 37- (PRI 1993b:72).[14]

La Plataforma Electoral de 1994, en su punto 5.9 aborda el tema de las Mujeres de forma directa y expl�cita. Entre otras cosas reivindica el cumplimiento de los derechos que la legislaci�n mexicana las otorga, as� como la revisi�n del marco legal en cuanto a la discriminaci�n laboral y las agresiones sexuales. Vigilar el cumplimiento del derecho laboral, contrataci�n, ingresos, capacitaci�n y salarios, en igualdad con los hombres. Fomentar la educaci�n sexual para la prevenci�n de embarazos y el contagio de enfermedades, e informar en torno a la planificaci�n familiar. Capacitar a las mujeres y sus familias sobre la prevenci�n de enfermedades y la nutrici�n. Pugnar por la participaci�n social y pol�tica, y dar oportunidades para el acceso a candidaturas, puestos directivos y a los procesos de toma de decisiones. Promover la educaci�n sobre la igualdad de hombres y mujeres, cuestionar estereotipos y su responsabilidad exclusiva en el trabajo dom�stico (PRI 1994a). Otro documento de la Campa�a de 1994, especialmente dirigido a las mujeres, amplia los puntos anteriormente marcados contextualiz�ndolos, y a�ade cuestiones como las campa�as en los medios de comunicaci�n masiva, o la creaci�n de instancias de seguimiento de los programas y acciones espec�ficas, por ejemplo (PRI 1994b). En otro texto preparatorio del documento electoral, se se�ala a las mujeres como factor de cohesi�n social, elemento integrador de la familia y transmisoras naturales de los valores y la educaci�n de nuestro pueblo (PRI 1993d).

En las plataformas electorales para 1997, tanto la legislativa federal como la de la Ciudad de M�xico, tratan la contribuci�n de las mujeres a la econom�a del pa�s, la necesidad de su participaci�n en la toma de decisiones y el derecho a la salud reproductiva, entre otros temas. En su documento para la gubernatura de la Ciudad de M�xico, s� tiene un punto en torno a la mujer en el apartado IV sobre atenci�n a sectores sociales prioritarios y cuyo t�tulo concreto es: Asegurar oportunidades de la vida, con equidad, para el desarrollo pleno de la mujer. Como problem�tica plantea la desigualdad laboral, social y pol�tica que las mujeres padecen, hace suya su lucha y se solidariza con ellas, comprometi�ndose a incluir el tema en la agenda de la Reforma del Estado. Reconoce as� mismo que la participaci�n real de la mujer en la vida p�blica, tanto en posiciones de representaci�n como en puestos de decisi�n, no es igual a la de los hombres. Se pronuncia por suprimir los obst�culos socioculturales que derivan de la m�nima participaci�n femenina en la vida p�blica y se requiere aplicar acciones de participaci�n como ser�a efectivo que, m�nimo, el 30 por ciento de las candidaturas a puestos de elecci�n popular sean ocupados por mujeres (PRI 1997a:64). Remarcando tambi�n la integraci�n de los hombres a esta lucha y la complementarizaci�n de ambos sexos.[15]

En cuanto a las propuestas, se pronuncia a favor de impulsar el cumplimiento del art�culo 4� Constitucional, as� como de promover medidas legislativas que sancionen la discriminaci�n y derogar aquellas leyes y pr�cticas en contra de la misma. La aplicaci�n de la ley de Asistencia y Prevenci�n de la Violencia intrafamiliar; la difusi�n en los medios de comunicaci�n los servios que se prestan en instituciones p�blicas y privadas sobre asesor�a jur�dica, gestiones p�blicas y planificaci�n familiar; el cumplimiento del derecho laboral; las campa�as de educaci�n sexual para la prevenci�n del embarazo en la adolescencia; atenci�n sanitaria adecuada para embarazo, parto y lactancia; apoyo psicol�gico a las v�ctimas de violencia y violaci�n; promover pol�ticas para las madres solteras, son algunos de los ofrecimientos de este instituto pol�tico.

Por otra parte, en su documento para el legislativo, el punto 10.7 que lleva por t�tulo, El PRI y las mujeres, es muy amplio, recogemos �nicamente algunos aspectos que consideramos destacados e importantes. En principio y en tono similar al texto anterior reconoce el papel social de las mujeres y admite textualmente sus justas demandas, y nuevamente afirma sumarse a sus causas. Asimismo, est� de acuerdo en la exigencia de su participaci�n en todos los niveles de la toma de decisiones. Defiende la igualdad jur�dica y las reformas necesarias a las leyes; sus derechos; la igualdad de oportunidades; su participaci�n en la toma de decisiones; el no-acceso de m�s del 70 por ciento de un sexo a posiciones de elecci�n popular o dirigencia partidista; su imagen realista en los medios de comunicaci�n; el cumplimiento del derecho laboral y su protecci�n ante la discriminaci�n laboral, y las agresiones sexuales; contabilizar el trabajo en los hogares, reconocer el trabajo de la mujer campesina, y mostrar la violencia como asunto p�blico, etc.

M�s en concreto este apartado contiene subapartados, como el 10.7.1 sobre salud y seguridad social, en el cual sobresale el derecho a la salud, incluida la planificaci�n familiar, la salud reproductiva, y la informaci�n, y educaci�n sexual; prevenci�n de enfermedades tales como el c�ncer y el SIDA; programas de asistencia materna y de nutrici�n; derecho de determinar el n�mero de hijos y una campa�a de orientaci�n para la planificaci�n familiar entre otras cuestiones. En cuanto al punto 10.7.2, �ste versa sobre la educaci�n, garantizando su acceso en igualdad a los hombres, as� como programas espec�ficos. En el 10.7.3 se trata el tema de la capacitaci�n y trabajo, donde tambi�n se promover� la actividad productiva a trav�s de varios planes y proyectos, reconociendo expl�citamente su contribuci�n no remunerada al hogar, la comunidad y el ingreso nacional. En el 10.7.4 se aborda la cultura, recreaci�n y deporte con relaci�n a las mujeres, y entre otras cosas se habla de eliminar im�genes estereotipadas de ambos sexos. Finalmente, el punto 10.7.5 trata la participaci�n pol�tica, donde se especifica promover el acceso de las mujeres a todos los niveles de toma de decisi�n en las esferas p�blica, privada y social (PRI 1997b:137).

La orientaci�n de este partido parece centrarse m�s en aspectos sociales, econ�micos e incluso pol�ticos -aunque sean �stos los que ocupen menor espacio-, sin dejar de lado tambi�n lo que tiene que ver con pol�ticas de poblaci�n, en este caso para defender la libertad de elecci�n en cuanto al n�mero de hijos, la planificaci�n familiar y la educaci�n sexual. Y mientras en la plataforma a la gubernatura remarca los aspectos legislativos del asunto, en la federal sobresale la participaci�n en la actividad productiva y el reconocimiento de su contribuci�n no remunerada para el pa�s, y adem�s de los aspectos de salud -incluyendo salud reproductiva como dec�amos- y educaci�n, la necesidad de una nueva imagen en los medios, y de su presencia en puestos directivos y en todos los niveles de la toma de decisiones.

Aunque en los documentos oficiales de esta formaci�n pol�tica se trata de forma expl�cita y espec�fica el tema de la mujer y la pol�tica, es en sus organizaciones de mujeres, como veremos, y en las intervenciones de sus militantes, donde esta cuesti�n est� m�s profundizada[4]. De hecho y en la pr�ctica ha habido avances no s�lo en declaraciones de buenas intenciones sobre la situaci�n de discriminaci�n de la mujer y su superaci�n, sino tambi�n en el sentido del acceso de m�s mujeres a los cargos. El Partido Revolucionario Institucional ha impulsado, de manera creciente, a sus mejores cuadros femeniles a puestos de elecci�n popular en el �mbito municipal, estatal y federal. Cada nueva posici�n adquirida en los ayuntamientos, en los congresos locales y de la Uni�n, en el Poder Judicial y en la administraci�n p�blica de los gobiernos pri�stas, se convirti� en avanzada del movimiento femenil (G�mez Maganda 1987:215). Esta fuerza pol�tica ha estado atenta al tema de las mujeres, en foros y documentos varios, y como veremos tambi�n en otras, cada vez m�s la mujer ocupa m�s espacio no s�lo en cargos, sino tambi�n en los redactados, las intenciones y lo que es m�s importante, las acciones.

En cuanto a sus organizaciones internas y como se se�ala en los Estatutos de este partido: El Congreso de Mujeres por el Cambio es un organismo pol�tico nacional integrante del PRI, incluyente, abierto a todas las organizaciones, grupos, ciudadanas y personalidades femeninas...Es un espacio de coincidencia para la promoci�n y participaci�n de las mujeres en lo individual y para la interacci�n de las organizaciones femeninas...El Partido reconoce al Consejo para la Integraci�n de la Mujer como plataforma hist�rica vigente y canal relevante en la estrategia para el cambio (PRI 1993b:72-73).

Seg�n la definici�n dada por Hilda Anderson dirigenta nacional del CIM en la entrevista concedida: Es el heredero de ANFER (Agrupaci�n Nacional Femenil Revolucionaria), con mayor amplitud y cobertura de participaci�n de la mujer, eminentemente pol�tica, es para promover en la mujer la actitud ciudadana, independientemente de capacitarla en muchos aspectos, en acci�n electoral, en gesti�n social, en fin, en much�simas cosas, hacemos reuniones y conferencias, un concurso de oratoria, fundamentalmente en estos momentos estamos dedicadas a hacer programas para la mujer que les den armas para trabajar. Creado en 1991, tiene como objetivo obrar por las reformas para lograr una mayor participaci�n en un plano de igualdad, equidad y justicia (CIM 1991,1992).

El Congreso de Mujeres por el Cambio data de 1993 y tiene varias metas, entre las que destaca, el convocar, integrar y dar cauce a la acci�n conjunta de mujeres y organizaciones, con objeto de apoyar una participaci�n amplia y comprometida de las mujeres en la econom�a, la pol�tica y la sociedad del pa�s (Congreso de Mujeres por el Cambio 1994). Seg�n declaraciones de Ma Elena Chapa, su Presidenta Nacional, en la entrevista realizada se�ala como objetivos integrar a militantes y simpatizantes del partido a las tareas pol�ticas y buscar la igualdad de oportunidades, igualdad en la participaci�n, igualdad en la responsabilidad. Busca la equidad y la solidaridad entre mujeres. Busca integrar a grupos de mujeres en un espectro m�s amplio: artistas, profesionistas, obreras, campesinas, amas de casa, mujeres j�venes, estudiantes, para trabajar juntas y por causas que nos son comunes. Est� vigente en toda la Rep�blica, mediante una estructura de presidentas de Congresos Estatales de Mujeres por el Cambio.

En septiembre de 1999 se cre� una nueva instancia: el Organismo Nacional de Mujeres Pri�stas, que entre otras cosas, pretende unificar las expresiones pol�ticas de las mujeres pri�stas conjuntando los esfuerzos de las dos organizaciones mencionadas, y se piensa como pilar de la movilizaci�n ciudadana y de penetraci�n del partido.



[13].Se�alar que en su Declaraci�n de Principios no tiene ninguna alusi�n directa a la mujer como tal. En este documento, como en otros, utiliza un lenguaje masculino, habla de hombres y trabajadores, por ejemplo (PRI 1993c); mientras que en otros textos como los de 1997, si bien en general emplea el g�nero gramatical masculino para referirse a la poblaci�n en general, en ocasiones tambi�n habla de hombres y mujeres, ni�os y ni�as.

[14].En este mismo Cap�tulo, en el art�culo 38 se define al CIM y al Congreso de Mujeres por el Cambio, como organizaciones integrantes del PRI, mismas que abordaremos con posterioridad.

[15] Haciendo un alto, recordemos que la aprobaci�n de la cuota en este partido es de data reciente y tuvo lugar en la Asamblea Nacional de septiembre de 1996 por lo que es precoz en pedir su aplicaci�n en el �mbito en la pol�tica en general; sin embargo y por otra parte, sorprende c�mo en oto�o pasado precisamente un grupo de mujeres hizo campa�a al respecto y nada s�lido se logr� en �se sentido m�s que declaraciones de car�cter general. Por otro lado, sobre la posibilidad de incluir el tema de la mujer en la Reforma del Estado, tambi�n en su momento hubo oportunidad y no se hizo.

[16].Por eso, dentro de la lucha de la mujer por la igualdad, aspiramos a participar no �nicamente como militantes, sino como dirigentes, porque s�lo afrontando grandes responsabilidades podremos demostrar, con hechos, nuestra capacidad a todos aqu�llos que piensan todav�a que la pol�tica es un coto reservado a los varones...En resumen: ante el arribo irreversible de las mujeres a la vida pol�tica, ante el avance cient�fico y tecnol�gico que tiende a borrar en la pr�ctica el estereotipo de lo femenino, ante la necesidad de aprovechar el talento de las mujeres desperdiciado en labores triviales, nuestro Partido tiene que ir a la vanguardia de este movimiento, como lo ha hecho en muchos otros, reforzando sus pol�ticas de incorporaci�n de la mujer, autocriticando sus formas de actuaci�n y aprovechando el trabajo pol�tico de las mujeres como factor de renovaci�n, para hacer de la pol�tica la actividad m�s digna que han concebido los seres humanos para la soluci�n pac�fica de sus conflictos...Estamos seguras que los hombres de nuestro Partido seguir�n demostrando con hechos que desean otro status para la mujer, que nos estamos convirtiendo de verdad, en sus compa�eras de Partido. (Guevara 1987:184-185-186)

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Partido Acci�n Nacional

Por su parte el PAN, no tiene en los documentos b�sicos de sus principios, estatutos o programa, ninguna alusi�n directa ni indirecta a la mujer. Y en el punto que tal vez podr�a tratarse el tema, en la familia, se habla de los hijos como responsabilidad de �sta y del Estado como responsable tambi�n de aqu�lla -como ve�amos en la transcripci�n de un p�rrafo anterior el PRI s� asocia la mujer a la familia- (PAN 1988,1995a,1995b,1995c)[17]. Tampoco en la Plataforma Pol�tica de 1994, aborda la tem�tica de manera expl�cita (PAN 1994). Donde s� se establece relaci�n entre la mujer y la familia es en algunos textos que presentan la situaci�n de la mujer en el pa�s de forma gen�rica: La mujer es en el destino de la familia un factor decisivo (PAN 1996:6), en relaci�n b�sicamente en este caso a las familias monoparentales.

En cuanto a sus plataformas electorales para el DF y el legislativo, esta formaci�n pol�tica remarca su posici�n contraria a las pol�ticas de poblaci�n y a la violencia intrafamiliar. En su plataforma del DF aborda el tema de la mujer concretamente en dos apartados el 3.04 sobre pol�tica poblacional y migraci�n, y en el 3.08 sobre la familia, ya que no cuenta con un punto espec�fico en torno a la mujer. En el primero, cabe destacar el �nfasis en la paternidad responsable y la cohesi�n familiar por una parte, y de otra la clara y directa alusi�n, ya en la materia de lo que son sus propuestas de gobierno de: Sancionar de acuerdo a la Ley la pr�ctica del aborto y la introducci�n de dispositivos intrauterinos sin autorizaci�n, la prescripci�n de anticonceptivos con desconocimiento del usuario y toda otra medida de control de poblaci�n tomada unilateralmente por alguna autoridad o m�dico, con y contra la libertad de la familia para decidir el n�mero de hijos que pueda sostener responsablemente (PAN 1997a:74).

En la otra secci�n mencionada, se refiere a la familia como unidad social natural b�sica, con un papel fundamental en la formaci�n de la persona y la conformaci�n de la sociedad. Aqu� habla de la extensi�n y frecuencia del fen�meno de la violencia intrafamiliar, desde la agresi�n f�sica hasta la explotaci�n laboral o sexual, que no han recibido la atenci�n debida. En este punto tiene propuestas legislativas y de gobierno, en las primeras recoge la modificaci�n de leyes y c�digos del DF, que se�alen un reparto inequitativo de responsabilidades en el hogar o implican una distinci�n de g�nero (PAN 1997a:75). Entre las segundas hay que se�alar tres cuestiones, de una parte el dise�o de un programa para promover y respetar la igualdad de derechos humanos entre los miembros de las familias, y cita a la mujer y a los hijos de manera particular. De otra parte la expedici�n de una ley de asistencia y prevenci�n de la violencia intrafamiliar. Y finalmente propone Implantar un programa de adopci�n de ni�os no deseados para evitar el aborto y revisar los procedimientos requeridos para la adopci�n a fin de hacer m�s sencillos estos tr�mites.

Siguiendo con esta misma formaci�n pol�tica pero ahora en la plataforma legislativa federal, nuevamente el tema de la mujer no est� recogido bajo un t�tulo concreto, sin embargo, en el cap�tulo sobre salud y asistencia social, entre sus propuestas destaca la modificaci�n de los art�culos 4 y 14 de la Constituci�n para a�adir lo del ser humano desde la concepci�n hasta su muerte (PAN 1997b:102). En clara relaci�n esto con lo que ve�amos en la plataforma districtal anteriormente expuesta. Todas ellas tem�ticas que de una u otra manera tienen relaci�n con el cuerpo femenino y sus derechos ante la violencia y la maternidad; como que todo queda en la familia, pues tanto la citada violencia como los aspectos de la reproducci�n biol�gica tienen en principio que ver con la esfera dom�stica o privada, a pesar o sin perder de vista que se trata de cuestiones que ata�en tambi�n al �mbito p�blico. Llama la atenci�n la idea-fuerza que reitera su discurso con relaci�n a la prohibici�n de la interrupci�n voluntaria del embarazo y el reconocimiento de los derechos del feto sobre los de la mujer, el hombre o la pareja.

As�, podr�a decirse que la principal preocupaci�n de este partido en relaci�n con las mujeres se circunscribe a las pol�ticas de poblaci�n y la ac�rrima defensa de la libertad del n�mero de hijos, y como contraparte la sanci�n de la pr�ctica del aborto y de los m�todos anticonceptivos como medida unilateral. Y en segundo lugar, la preocupaci�n por la igualdad en el seno familiar y la violencia en este espacio.

Este partido cuenta desde 1985 con una Secretar�a de Promoci�n Pol�tica de la Mujer, cuyos objetivos, entre otros, son alimentar la vocaci�n pol�tica de la mujer y capacitarla para su plena integraci�n al partido y como candidata a puestos de elecci�n popular -art�culo 1-. Sus funciones b�sicamente son de organizaci�n y capacitaci�n (PAN 1989). Pese a no estar contemplada la problem�tica de la mujer en sus textos principales, s� se ha tenido en cuenta la situaci�n de la mujer en actividades, reuniones y otros documentos, y entre otras cosas se es consciente de que las mujeres mexicanas llevamos siglos de prejuicios que act�an en nuestra contra y nos enfrentamos a realidades nuevas y complejas que debemos aprender a manejar (Magrassi 1989:14), como se dijo en las palabras de bienvenida en un foro sobre la mujer. Recordemos como el PRI tambi�n se�alaba el importante peso de los prejuicios culturales, como hemos indicado anteriormente. Pero ser� el PRD en sus plataformas del 97 el partido que quiz�s subraye con m�s fuerza estos aspectos de tanto peso y tan poco abordados y trabajados. En este mismo sentido, se considera que las tradiciones culturales son todav�a de los impedimentos y que para superarlo es necesario involucrar a los varones en la promoci�n de la mujer (Alvarez 1989:96). Y es Acci�n Nacional tambi�n el partido que m�s se ha preocupado de hacer estudios sobre las mujeres en su seno a modo de recopilaci�n hist�rica de su presencia, as� como, la cuantificaci�n de su importancia num�rica y su peso cualitativo en cuanto a actividades y responsabilidades de car�cter interno (PAN 1990,1992,1996).



[17].El lenguaje de sus textos oficiales, utiliza com�nmente el t�rmino de personas y seres humanos, no de hombres y mujeres, su estilo evita tambi�n la aplicaci�n del g�nero gramatical masculino. Sin embargo, por ejemplo en la Plataforma de 1994 emplea el vocablo Hombres y con may�sculas en su primer p�rrafo, en otros documentos posteriores usa tambi�n comunidades, creaci�n humana, ciudadan�a.

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Partido de la Revoluci�n Democr�tica

Respecto al PRD, es el partido que tiene mayor representaci�n femenina en el legislativo y en sus �rganos internos directivos -como ya se ha mostrado-, adem�s de contar con antiguas luchadoras por los derechos de la mujer en sus filas tambi�n las tiene el PRI- presenta una propuesta de avanzada sobre el tema. Recientemente (1996) se cre� la Secretar�a de la Mujer, como una instancia de trabajo en la participaci�n femenina, con el objetivo de impulsar una visi�n de g�nero que se concretara en lograr la igualdad de oportunidades y derechos de las mujeres, al interior del partido y a lo externo (PRD 1996)[18]. En sus Estatutos recoge la no-discriminaci�n por razones de sexo, entre otras, y en su art�culo 8 hace menci�n expl�cita al respecto: El Partido har� todo esfuerzo por establecer la representaci�n equilibrada de hombres y mujeres...(PRD 1995:12).[19]

En su Programa tambi�n hay una alusi�n directa a las mujeres, como un sector social que con mayor fuerza ha hecho sentir su presencia en los cambios de nuestra sociedad, y al mismo tiempo uno de los m�s castigados por las pol�ticas de desempleo, bajos salarios y desmantelamiento de los derechos e instituciones de protecci�n civil. Los derechos laborales, la salud, la protecci�n jur�dica, hostigamiento sexual, violencia, violaci�n, agresiones sexuales, informaci�n y libertad de decisi�n para las mujeres sobre su propia maternidad, son algunas de las demandas que subraya el partido del sol azteca. Tambi�n aboga por su plena participaci�n en la vida p�blica. Y como las fuerzas pol�ticas anteriores, comparte la convicci�n en la necesidad de cambiar las costumbres patriarcales de opresi�n, relegamiento o violencia contra las mujeres y en la familia, pero el PRD afirma que la organizaci�n de las mujeres mismas, que ha avanzado mucho en los �ltimos a�os, combinada con esas pol�ticas, ser� el instrumento principal para progresar en esos cambios y para afirmar los derechos de las mujeres en todos los terrenos (PRD 1993:111)[20]. Esta formaci�n pol�tica fue la primera en establecer una cuota, en su Primer Congreso (1991), de 20%, que en su Segundo Congreso dos a�os m�s tarde elev� a 30% de presencia m�nima de uno de los dos sexos tanto para las listas de candidaturas a puestos de elecci�n popular, como para la presencia de mujeres en los �rganos partidarios.

La Plataforma Electoral de 1994 toma en cuenta la situaci�n de la mujer, no s�lo en un apartado o punto sobre el tema, sino a lo largo del redactado, como por ejemplo cuando habla de los estragos sociales del neoliberalismo y la feminizaci�n de la pobreza (PRD 1994:10), entre otras cuestiones. En la propuesta de gobierno de este documento y en el cap�tulo de lo social, se habla directamente de Garantizar la igualdad de derechos y oportunidades para las mujeres, promoviendo un nuevo marco legal que reglamente expl�citamente el principio constitucional de no-discriminaci�n por razones de sexo con el objetivo de que las mujeres se integren en condiciones equitativas a la vida social y al trabajo productivo (PRD 1994:57). As� mismo reitera la promoci�n de reformas legales para que exista una representaci�n m�nima y obligatoria de 30% en los �rganos de representaci�n popular, cuerpos directivos de las instituciones p�blicas, educativas y partidarias en todos sus niveles.

El PRD en sus plataformas electorales de 1997, remarca como temas nodales la participaci�n pol�tica de las mujeres, la producci�n, los derechos reproductivos y la importancia central de la cultura para el cambio. Concretamente en su texto para el DF, cuenta con un punto en torno a la problem�tica de la mujer, el 1.7 La mujer y sus derechos. Dicho apartado est� a su vez subdividido en tem�ticas, la primera es con relaci�n a la educaci�n, y se compromete a proporcionar oportunidades iguales e impulsar una pol�tica no-sexista que erradique los conceptos y actitudes discriminatorias (PRD 1994a:36). En otro apartado plantea el aspecto laboral, promover la transmisi�n de patrones que revaloricen el papel de la mujer y la ayuda mutua en las tareas en todos los �mbitos de la vida cotidiana; se pronuncia en contra del hostigamiento sexual; prohibici�n del examen de no-gravidez para acceder a un trabajo; vigilar las prestaciones de salud; y apoyos a los hogares con jefatura femenina, entre otros aspectos. Otra cuesti�n se relaciona con lo social, y abarca desde la lucha legislativa en contra de la violencia intrafamiliar, hasta mayores sanciones a la violaci�n. En materia de derechos humanos se asume la eliminaci�n de la discriminaci�n en pol�ticas concretas. Con relaci�n a la maternidad dice textualmente: Ya que las instituciones p�blicas en algunos casos han obligado a las mujeres a utilizar m�todos anticonceptivos definitivos, el PRD pugnar� por el derecho a decidir libre y responsablemente en n�mero de hijos que se desean tener, tambi�n promover� por el derecho a ejercer una maternidad libre y voluntaria, e impulsar� la obligaci�n de la sociedad y el gobierno de proporcionar las condiciones adecuadas para que los ni�os puedan sobrevivir y desarrollarse sanamente (PRD 1997a:39). El �ltimo subapartado versa sobre la participaci�n pol�tica de las mujeres en donde se�ala su compromiso en el sentido de que impulsar� la democratizaci�n plena de nuestra ciudad, incluyendo a las mujeres y sus derechos; adem�s incorporar� a las mujeres en todos los �rganos de gobierno y de representaci�n popular, cargos de direcci�n y decisi�n en igualdad de oportunidades y criterios que los varones (PRD 1997a:39). Como vemos este �ltimo tema sobresale, igual que en el partido anterior, y con relaci�n a otros documentos en general o plataformas electorales en particular del pasado de ambas formaciones pol�ticas.

En su plataforma legislativa tambi�n cuenta con un apartado espec�fico, 1.8.1 que incluye los derechos de las mujeres y la ni�as. Hay que subrayar la propuesta de la creaci�n de un Instituto Nacional de la Mujer como instancia coordinadora de las pol�ticas p�blicas en el �mbito de la mujer, dirigido por un consejo ciudadano. Como espacios en los cuales se ha de luchar contra la discriminaci�n, se�alan el pol�tico, el productivo, los derechos reproductivos y el cultural. Considera que las mujeres como ciudadanas con plenos derechos no son reconocidas y no est�n presentes en los �mbitos de decisi�n, propone la utilizaci�n de las medidas de acciones afirmativas para garantizar su presencia equilibrada en las instancias de poder. Considera de vital importancia la educaci�n de las ni�as, con objeto de prevenir y revertir la situaci�n de pobreza de las mujeres en �pocas de crisis; as� como, la integraci�n al trabajo en igualdad de condiciones y apoya la no-discriminaci�n laboral y su reglamentaci�n. Defiende derechos de campesinas e ind�genas, y el acceso de las mujeres a los programas sociales. Reconoce los derechos reproductivos, la educaci�n sexual de la pareja, la decisi�n responsable del n�mero de hijos, y el ejercicio de una maternidad libre y voluntaria. Se declara contra la violencia intrafamiliar y por su legislaci�n, as� como sanciones m�s severas contra la violencia y los delitos sexuales, tambi�n en esto id�ntico al documento anterior. En general propugna cambios en la educaci�n, los medios de comunicaci�n, la familia, ya que se ha de luchar contra una cultura de prejuicios, ignorancia y opresi�n en el combate contra la desigualdad de las mujeres. Es por ello tan importante iniciar este cambio desde la educaci�n de las ni�as y en el seno de la familia.

Este Instituto pol�tico tambi�n da un gran valor al espacio laboral y pol�tico, toda vez que no olvida la violencia y los derechos reproductivos, as� como la educaci�n de las ni�as para prepararlas. En cuanto a los derechos reproductivos recoge de forma interesante dos aspectos, como el PAN se declara en contra de la obligaci�n -en el otro partido eran las medidas anticonceptivas tomadas de forma unilateral- de los m�todos anticonceptivos -aqu� cita definitivos-, pero como el PRI parece estar a favor de la libre decisi�n el n�mero de hijos y la educaci�n sexual; a lo cual a�ade expl�citamente lo de la maternidad libre y voluntaria, esto es, un paso m�s en cuanto a los derechos de decisi�n de las parejas y las mujeres. Como vemos se habla de la libertad de decidir responsablemente el n�mero de hijos, mientras para los panistas era la libertad de decidir el n�mero de hijos que pueda sostener responsablemente. Es lo mismo pero invertido, la libertad para tener o para no tener, �sa es la cuesti�n. La proposici�n de una instituci�n espec�fica sobre la tem�tica, y especialmente el trato a la cuesti�n cultural, son dos aspectos que lo caracterizan. Este segundo elemento cuenta con una especial atenci�n en la plataforma federal ya comentada, es una soluci�n de largo alcance pero como insin�a empieza ahora y en parte con la educaci�n de ni�as y ni�os. El tener presente los distintos tipos de familia, la jefatura de hogar femenina y la problem�tica de las campesinas, con aspectos que comparte con el PRI.

Adem�s, esta formaci�n pol�tica ha promovido reuniones y discusiones, de donde se han extra�do propuestas para el programa del partido, entre ellas, la igualdad en la pol�tica; los derechos humanos desde la dimensi�n del g�nero; la igualdad en la diversidad, la lucha de las mujeres por el desarrollo sustentable; los derechos plenos para las trabajadoras; las mujeres en el medio rural; la mujer, la cultura y la educaci�n; los derechos reproductivos; la violencia sexual, etc. (PRD 1996).

En el Primer Congreso Nacional de Mujeres del PRD, el partido, entre otras cosas reiter�: la necesaria participaci�n de las mujeres en la transici�n hacia la democracia como imperativo para garantizar la equidad e igualdad de g�nero en el ejercicio de los derechos sociales, econ�micos y pol�ticos (PRD 1999:21).

En todo caso, se constata en los redactados aqu� presentados, que hay un avance cuantitativo y cualitativo con relaci�n a la aparici�n expl�cita de las mujeres y sus preocupaciones en el discurso pol�tico, en su diversidad y con su discriminaci�n, y especialmente en las propuestas de soluciones. Este mismo ejercicio aplicado en las entrevistas a hombres y mujeres pol�ticas presenta resultados similares. Sin embargo, en los testimonios cualitativos tambi�n se recoge directamente la realidad y el sentimiento de discriminaci�n de las mujeres al insertarse en la pol�tica, y de manera especial en su tr�nsito hacia el cargo pol�tico. Mujeres que en ocasiones jam�s hab�an percibido la discriminaci�n en sus vidas por el hecho de ser mujer, en este punto es cuando ven y viven la problem�tica de su sexo (Fernandez Poncela 1999a).



[18] Su tardanza en este aspecto tiene que ver con las reticencias en torno al coorporativismo que esta fuerza pol�tica posee.

[19].A pesar de este reconocimiento expl�cito, en general el lenguaje empleado en sus documentos est� en g�nero gramatical masculino, y se habla del afiliado y de los candidatos, por ejemplo (PRD 1995). Sin embargo, algunos hablan de hombres y mujeres en algunos puntos combin�ndose con el masculino, por ejemplo, mexicanos o ciudadanos (PRD 1993). En sus m�s recientes documentos de campa�a se vale de ambos g�neros gramaticales con gran asiduidad (PRD 1997a,1997b).

[20].Y prosigue el texto citado con anterioridad, a�adiendo: Como una de las formas para que avance esa organizaci�n, el PRD considera que se debe implantar legalmente la norma de una representaci�n m�nima obligatoria de un 30% para uno u otro g�nero en los cuerpos colegiados de las instituciones nacionales, municipales, educativas y partidarias (PRD 1993:111-112).

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En instituciones

En diversas �pocas y gobiernos, ha habido instancias se�aladas como las encargadas de las mujeres. En 1996 se cre� el Programa Nacional de la Mujer (PRONAM 1996), y dos a�os m�s tarde la Comisi�n Nacional de la Mujer (CONMUJER), que tiene por objeto el seguimiento del primero, todo esto en el �mbito federal (D�az 1999). En el DF, por ejemplo, en 1997 se organiz� PROMUJER (Programa de Participaci�n Equitativa de la Mujer) que en 1999 se reconvirti� en Instituto de la Mujer.

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Estilos de liderazgo

Los estilos de liderazgo es otra de las cuestiones que interesan en los �ltimos. No hay consenso sobre el tema. El debate y la pol�mica est�n abiertos en este punto. Desde las voces que se�alan que las mujeres son m�s honradas, menos corruptas y m�s sensibles a ciertos temas sociales, adem�s de m�s avanzadas en cuestiones ideol�gicas y m�s proclives a reivindicaciones feministas o que defienden intereses de mujeres, hasta las que apuntan todo lo contrario. El caso es que hay pocos estudios al respecto, entre otras cosas y seguramente, porque hay escasos casos de estudio para recabar informaci�n emp�rica de la realidad. Diferentes situaciones requieren distintos estilos de liderazgo (Genovese y Thompson 1997). Desde una posici�n sociobiologicista se declara la bondad innata de las mujeres y la conveniencia de que �stas asciendan en la jerarqu�a pol�tica (Fukuyama 1999). Varias pol�ticas europeas indican al respecto que las formas de las mujeres son menos autoritarias, m�s cooperativas, pero tambi�n reconocen que hay ejemplos contradictorios (Fernandez Poncela 1999a). Como vemos la moneda todav�a parece estar en el aire.

En M�xico hay tambi�n diferentes posiciones al respecto, vamos a utilizar aqu� dos de ellas, quiz�s las m�s contrapuestas teniendo en cuenta que en medio hay una amplia gama, que llega en su mitad a la duda, esto es aquellas personas que no tienen todav�a una clara postura al respecto.

Seg�n algunas mujeres, la presencia femenina en la pol�tica dar�a un toque servicial a la misma, cada mujer que llega a ser diputado, tiene ante esta primera decisi�n la oportunidad de aprovechar los dotes naturales de su ser femenino y emprender el camino por el sendero dif�cil y estrecho, poco transitado, del servicio generoso a los dem�s, o de negarse a esta posibilidad y dejarse llevar c�modamente por la amplia v�a del halago, la oferta, las prebendas...En conclusi�n podemos decir que la presencia de la mujer en la vida p�blica es buena, positiva, enriquecedora para la sociedad y para la patria, cuando nos comprometemos plenamente en la fecunda alegr�a de servir. (Aranda 1992:4 y 9)[21]

Otras mujeres, y desde otras concepciones o partiendo de posturas diferentes a la anterior, difieren bastante, como para dejar claro la heterogeneidad y diversidad del ser mujer, as� como, de las perspectivas de las mujeres pol�ticas en cuanto a los efectos de la inserci�n de su sexo en la arena institucional: si revisamos las conductas que como gobernantes o jefes de Estado han tenido grandes figuras femeninas en la historia del poder en el mundo, encontraremos que, en lo general, se comportan como jefes de Estado, pues en el ejercicio de esta funci�n fue irrelevante su condici�n femenina ya que sus decisiones obedecieron a la l�gica del poder que requiri� la estructura que representaron, para legitimarse y/o consolidarse, seg�n la �poca y caso de que se trate (Paredes 1990:6). Se tratar�a de revisar c�mo, en el trayecto de la historia, no ha habido un modo de ejercicio del poder precisamente femenino; es decir: c�mo la condici�n femenina individual no ha modificado el ejercicio que se hace del poder, cuando una mujer ha estado en posiciones de mando (Paredes 1989:309).[22]



[21].Hay una sola cosa que debe hacer, ser aut�nticamente mujer con todo lo que ello implica: Echar mano de sus caracter�sticas femeninas; aprovechar las capacidades propias de su naturaleza; cultivar sus virtudes; acrecentar sus cualidades y luchar contra sus defectos: poner al servicio de los dem�s su esp�ritu fuerte, su tenacidad en el esfuerzo, su rebeld�a ante la justicia, su capacidad de entrega, su inteligencia viva, su generosidad y esp�ritu de sacrificio (Aranda 1992:5). En el campo de la representaci�n, que muchas veces se convierte en gestor�a, la mujer tiene grandes ventajas porque posee una cualidad muy importante, la perseverancia. En M�xico, por desgracia, la soluci�n de los problemas requiere de una gran dosis de paciencia y si no perseveramos en el intento, much�simos tr�mites fracasar�an en la mara�a burocr�tica (Aranda 1992:6). En el campo de las relaciones humanas, el papel de una mujer diputada es ciertamente invaluable cuando sabemos ejercer nuestras dotes naturales, de tacto y delicadeza. La sonrisa que dulcifica las agrias discusiones; la palabra suave que modera las intemperanzas; el detalle amable que hace acogedoras las largas jornadas de trabajo; la pregunta atinada; el silencio expresivo; la retirada prudente, son rasgos femeninos que propician di�logos y permiten consensos que parecieran imposibles. (Aranda 1992:6)

[22].Las mujeres, cuando arriban a la c�pula del poder, y ejercen posiciones realmente relevantes, en t�rminos generales, responden a los patrones ideol�gico-pol�ticos de la organizaci�n pol�tica que representan y que fue soporte para su ascenso (Paredes 1990:7).

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Cultura y participaci�n pol�tica[23]

Actitudes y valores pol�ticos

Democracia versus autoritarismo

Seg�n la pregunta de nuestra propia encuesta que intenta mostrar las tendencias democr�ticas o autoritarias existentes y predominantes en M�xico hoy, encontramos que la respuesta es significativa en el sentido que 20,5% de los encuestados, esto es, una quinta parte eligi� una autoridad fuerte, mientras 18,8% afirm� no saber y 60,7% -tres quintas partes- se decant� de manera favorable hacia un gobierno de car�cter democr�tico. Si bien la democracia ocup� un primer lugar, el alto grado de desconocimiento o no posicionamiento, seg�n se mire, y el de los que mostraron su acuerdo con la segunda opci�n se puede considerar elevado, o por lo menos, motivo que invita a la reflexi�n (Cuadro no1).

Las diferencias seg�n sexo -hombres y mujeres- apuntan a un mayor n�mero de hombres que se�alaron un gobierno democr�tico, mientras algo m�s de mujeres que de hombres respondieron no saber, no hay diferencias en cuanto al sexo de las personas que seleccionaron una autoridad fuerte.[24]

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Afiliaci�n

Si desagregamos por sexo los diferentes apartados de esta m�ltiple pregunta en torno a la afiliaci�n pol�tica (Cuadro no2), se ve como hay pocas diferencias. Aunque la afiliaci�n partidaria y la sindical cuentan con un m�nimo porcentaje diferencial que indica que hay m�s mujeres que hombres no afiliados a �stas organizaciones. Mientras la que se refiere a la asociaci�n civil es pr�cticamente id�ntica la presencia entre ambos sexos.

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Inter�s

Si los datos sobre el inter�s hacia la pol�tica los comparamos por sexo (Cuadro no3), se observa que el desinter�s si bien es entre los hombres y las mujeres, m�s de la mitad de la muestra respondi� poco o nada, hay peque�as diferencias entre los sexos, subrayando no obstante que destacan las similitudes. Por ejemplo, entre las respuestas mucho -10,4 de hombres ante 7,8 de mujeres- y regular -26,9 ante 23,5- hay un poco m�s de hombres que de mujeres, mientras en las que se�alaron poco -30,8 frente a 25,6- o nada -37,8 frente a 27,1- sobresale la poblaci�n femenina ante la masculina. Lo cual se corrobora con la creencia tambi�n existente de que las mujeres tienen menos inter�s en la pol�tica que sus hom�logos masculinos. Las diferencias en ning�n caso sobrepasan los 10 puntos porcentuales, lo que destaca es el desinter�s de la poblaci�n en general como rasgo mucho m�s distinguido, pero en segundo plano no hay que dejar pasar las diferencias que se perciben entre mujeres y hombres, las cuales hay tambi�n que tener en cuenta.

Entre los sexos predominan las semejanzas, como en la pregunta anterior, cuando se interrog� sobre el estar informado o no (Cuadro no4). No obstante, si se contemplan las respuestas, siempre un poco m�s de mujeres que hombres no est�n nada informadas y un poco m�s de los segundos que de las primeras se consideran muy informados, informados, regular o poco informados; aunque en algunos grados las diferencias sean realmente m�nimas e insustanciales, y �nicamente en las respuestas extremas es donde se perciba un poco m�s la distancia.

Sobre qu� tan a menudo habla de pol�tica, no hay grandes abismos entre las actitudes generales de la poblaci�n en su conjunto y las diferencias que pudieran apreciarse entre los sexos (Cuadro no5). Pero como viene siendo costumbre, entre las peque�as distinciones encontradas, se reitera la tendencia que se�ala que los hombres hablan todos los d�as y a veces, m�s que las mujeres, mientras �stas no lo hacen nunca, en mayor proporci�n que los hombres. De hecho, el doble de ellos que de ellas habla todos los d�as, dentro claro est�, del reducido porcentaje de la poblaci�n que respondi� en ese sentido.



[23] En este apartado analizaremos los datos de una encuesta nacional aplicada en 1996. Su realizaci�n tuvo lugar gracias al apoyo de CONACYT a un proyecto sobre Participaci�n y cultura pol�tica de las mujeres en M�xico. Aqu� �nicamente tomaremos algunos datos. Para una m�s amplia revisi�n, como su comparaci�n con estudios sobre el tema en otros pa�ses o en M�xico en fecha anterior, o respecto de las diversas variables utilizadas en la encuesta, cons�ltese Fernandez Poncela 1997. Y para la metodolog�a b�sica del sondeo v�ase al anexo correspondiente.

[24].Hay que destacar aqu� la importancia de porcentaje de mujeres que dicen no saber, ya que esto es muy importante y significativo, como veremos a lo largo de este apartado.

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Comportamiento y preferencias electorales

Respeto e importancia del voto

Las respuestas obtenidas muestran como la mayor�a de la poblaci�n no cree en la limpieza electoral y considera que no se respeta el voto, ya que 62,4% dijo que no frente a 26,7% que afirm� que s� y 10,9% adujo no saber. (Cuadro no6). La misma respuesta desagregada por sexos apenas muestra discrepancias significativas.

Si miramos la respuesta a la pregunta sobre la importancia del voto,la mayor�a de la poblaci�n considera muy importante (32,7%) o importante (30,8%) el voto, esto es 63,5% en total, luego le siguen los que lo consideran regular, poco o nada importante, �stos en �ltimo lugar (9,8%). Apenas nadie alude a la respuesta no sabe (0,6%) que en otras preguntas alcanza porcentajes aunque no mayoritarios, s� a veces, relativamente significativos o por lo menos para tener en cuenta y desencadenar la reflexi�n (Cuadro no7).

En funci�n del sexo de la persona encuestada, se ve que algo m�s de hombres que mujeres lo consideran muy importante, importante el mismo n�mero para ambos sexos; mientras regular algunas mujeres m�s, y en poco y nada hay algo m�s de hombres; para finalizar con un no sabe en el cual algo m�s de mujeres que de hombres responden de dicha forma. Si bien las diferencias son m�nimas, y por supuesto escasamente relevantes, se sigue percibiendo cierta tendencia, en el sentido de un relativo alejamiento algo mayor de la pol�tica por parte de la poblaci�n femenina que de la masculina, aunque y como hemos estado viendo en este texto, la segunda tambi�n parece bastante alejada y ajena a la pol�tica formal e institucional en varios aspectos, y b�sicamente �ste distanciamiento por parte de la poblaci�n en general ser�a lo m�s remarcable.

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Participaci�n electoral

De los datos obtenidos, en torno a cu�ntas veces ha votado (Cuadro no8), 13,3% dijo que nunca hab�a acudido a depositar su voto, y el resto vot� en alguna o varias ocasiones.

La gran mayor�a de la muestra analizada afirm� que s� vot� en 1994 (80,2%). Recu�rdese que los datos de las elecciones llevadas a cabo fueron 77,77% de participaci�n sobre el n�mero de las personas empadronadas, con lo que en esta cuesti�n en concreto esta muestra coincide con la realidad[25]. El total de los que dijeron no haber votado en esa ocasi�n fue 19,8%. De �stos �ltimos, la mayor�a se�al� el inconveniente de no tener la edad, le sigue los que no pose�an credencial, los que no pudieron ir, y los que carec�an de inter�s en acudir a votar (Cuadro no9).

Si separamos los sexos a la hora de revisar las respuestas apenas hay diferencias, y esto vale tanto para el n�mero de votantes como para las causas de los que no lo hicieron. Quiz�s entre los que no ten�an la credencial hay algo m�s de mujeres que de hombres al igual que los que se�alan no tener inter�s, por otra parte de las personas que dijeron no haber podido ir hay m�s hombres que mujeres, pero las diferencias son poco o nada significativas.

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Motivos e influencias para el voto

Un cuarto de la poblaci�n consultada en esta muestra (25,5%) dijo que el motivo principal de su voto era por el cambio, en segundo lugar (21,8%) por el programa del partido pol�tico en cuesti�n, en tercer lugar (16,1%) por costumbre y en cuarto (15,7%) por el candidato. Seg�n estos datos parece valorarse mucho el cambio por una parte, esto es, un cambio pol�tico a trav�s de las urnas, y de otra, el programa y el candidato, lo que significa que se tiene conocimiento aparentemente de las propuestas partidarias y las personalidades que las encabezan y representan. Tambi�n la respuesta por costumbre tiene un peso importante en las explicaciones obtenidas, pero y esto es muy importante subrayarlo, tras el cambio (Cuadro no10).

Al desagregar por sexo dicha informaci�n, se observa c�mo viene siendo habitual en estas p�ginas que en la opci�n no sabe hay mayor n�mero de mujeres que de hombres, remarc�ndose nuevamente el distanciamiento aparentemente mayor de �stas de la pol�tica formal -si bien los porcentajes son realmente m�nimos-. En la explicaci�n por el programa y el candidato, tambi�n hay un poco m�s de hombres que de mujeres -21,7% ante 20,9% y 16,1% ante 14,6%, respectivamente-, aunque la diferencia es reducida. De otro lado, m�s mujeres dijeron en mayor proporci�n por costumbre y menos por el cambio que hombres lo hicieron -17,7% frente 13,7%, 24 frente 26, respectivamente. Si bien en ese �ltimo punto la diferencia no es mucha, se parece confirmar la consideraci�n de la tendencia que se tiene en este sentido: las mujeres en todas las encuestas dicen votar m�s por costumbre que los hombres, mientras en la raz�n de por el cambio, los sexos invierten su tendencia. Si bien parece que �sto est� cambiando.

Esto es, se establece una correlaci�n entre las mujeres que justifican su elecci�n sobre la base del continuismo y por lo tanto la reproducci�n del orden social establecido por una parte, y de otra, la intenci�n de voto masculino que apuesta m�s por una transformaci�n y un cambio del mismo a trav�s de su opci�n pol�tico-electoral. Lo cual se plasma en la elecci�n de determinadas formaciones pol�ticas: el PRI que es la reproducci�n del orden social establecido, y el PAN y PRD, que significar�an un cambio del sistema en s�, aunque en distintas direcciones, como veremos m�s adelante con relaci�n a las preferencias partidarias.[26]

Sobre las influencias, el 64,6% de la poblaci�n dijo que nadie, esto es, la mayor�a de las personas consideran que no se las influye a la hora de sufragar. En segundo lugar, con mucha diferencia, est�n los medios de comunicaci�n (9,6%), que evidentemente ejercen cada vez m�s su influjo en los votantes y futuros electores a lo largo de las campa�as. En tercer lugar, y a m�s distancia todav�a, se sit�a el candidato, seguido por la familia, el partido y la pareja, pero ya con muy reducida distinci�n entre unas opciones y otras. (Cuadro no11)

En esta ocasi�n, nuevamente las diferencias entre los sexos son peque�as, los hombres tienen un porcentaje un poco mayor que las mujeres en la respuesta nadie, as� como en el partido y candidato, con relaci�n tambi�n a las motivaciones que eran mayores para ellos en estas dos �ltimas opciones. Mientras la influencia de los padres, familia y medios de comunicaci�n parece un poco m�s sentida entre las mujeres.

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Tendencia ideol�gica[27]

En primer lugar, podemos decir que una alta proporci�n de la poblaci�n consultada dijo no tener ninguna tendencia pol�tica, as� respondi� 34,7% de la opini�n p�blica general, mientras 25,8% dijo no saber, esto es, en total suma 60,5% las personas que no se comprometieron o se�alaron tendencia pol�tica alguna, la mayor�a. En segundo lugar, de las tres tendencias indicadas en la pregunta, el primer lugar lo ocupa la derecha con 13,4% seguida de cerca por el centro 11,3%, y en tercera posici�n la izquierda 7%. Finalmente, 7,8% se declaran independientes, casi un empate t�cnico con la �ltima opci�n se�alada (Cuadro no12).

La misma cuesti�n desagregada por sexo, arroja como tanto en las tres tendencias existentes y aquellos considerados independientes, hay siempre un porcentaje algo mayor de hombres que de mujeres. Sin embargo, en la respuesta ninguna, las mujeres crecen un poco frente a los hombres de esta opini�n, y en el no sabe, las mujeres son m�s (31,8%) que los hombres (19,5%). Hay que tener esto presente, la respuesta mayoritaria de las mujeres es ninguna (35,2%) con todas las explicaciones que a ello quieran o puedan darse; sobre todo y teniendo en cuenta la adjudicaci�n tradicional de conservadurismo que en la pol�tica ha tenido y tiene la poblaci�n femenina en general.

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Simpat�a partidaria

El m�s alto porcentaje en las respuestas obtenidas dijo que simpatizaba con el PRI, 34,5%, esto es, un tercio de la poblaci�n consultada. En segundo lugar, 28,3% dijo que ninguno, este alto n�mero pudiera obedecer a que se trata de una encuesta realizada en �poca o per�odo no electoral, de ah� que la gente no tenga tan presente los partidos pol�ticos, mientras que durante las campa�as se halla bombardeada de informaci�n electoral y tiene m�s frescos los nombres de las formaciones que contienden y tambi�n su propia elecci�n. Le siguen el PAN (19,4%) y el PRD (10,3%) en cuanto a simpat�as pol�ticas se refiere (Cuadro no13).

El mismo interrogante seg�n sexo muestra c�mo las mujeres afirman tener algo m�s de simpat�a por el PRI, aunque realmente no es significativa la diferencia, similar simpat�a por el PAN, y menos simpat�a por el PRD, que los hombres. Tambi�n en la respuesta no sabe, es algo m�s numerosa la poblaci�n femenina que la masculina, como es habitual.

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Voto

Casi la mitad de la muestra dijo haber votado para presidente en 1994, por el PRI (49,5%), le sigui� en segundo lugar el PAN (25,9%) y en tercera posici�n el PRD (13,1%). Esto es, un elevado porcentaje vot� por el partido en el gobierno, que fue el que obtuvo el triunfo electoral en esa convocatoria, coincidiendo en orden y relativamente la proporci�n de esta encuesta con los resultados reales obtenidos en las elecciones que fueron: 48,77% por el PRI, 26,69% por el PAN y 17,08% por el PRD. Tambi�n coinciden estas respuestas con las dadas a la pregunta anterior en torno a la simpat�a partidaria de la poblaci�n en general, si bien y como por otra parte es natural, se mantiene el orden y la tendencia pero los porcentajes var�an y el ninguno se reduce ostensiblemente en este caso con relaci�n al anterior -recu�rdese que �sta es una pregunta de hecho y la otra de opini�n-. (Cuadro no14)

Si desagregamos los datos seg�n el sexo de los votantes, un peque�o porcentaje m�s de mujeres que de hombres concedieron su voto al PRI, si bien el margen diferencial es peque�o -50,9% de mujeres ante 48,1% de hombres-, mientras que para el PAN la proporci�n seg�n sexo fue muy similar -25,6% de ellas y 26,8% de ellos- y para el PRD se produjo el fen�meno inverso, algo m�s de hombres que de mujeres lo eligieron -15,2% de hombres frente 11,2% de mujeres-. En la no respuesta tambi�n hay un poco m�s de mujeres que de hombres que decidieron no dar su opini�n.

Casi un tercio de la muestra se�al� al PRI como opci�n electoral para elegir diputados federales, en el momento de realizarse la encuesta 32,2% (1996), similar porcentaje a la simpat�a partidaria que se describi� en otra pregunta anterior (34,5%), pero m�s de quince puntos porcentuales menos (49,5%) que en el interrogante donde respond�a a qu� partido hab�a votado para Presidente en las elecciones de agosto de 1994 (Cuadro no15). Respecto al PAN recogi� 21% de la poblaci�n consultada y el PRD 10,8% de la misma, aunque realmente el tercer lugar estuvo con los que respondieron no saber (17,3%), un elevado porcentaje, pero se ha de tener en cuenta que no se estaba en �poca electoral, se trata de una idea o pensamiento abstracto y no de una pregunta de hecho. As� tambi�n, en la pregunta sobre la simpat�a el ninguno ocupaba la segunda posici�n, mientras casi desaparec�a en el interrogante sobre el voto a presidente del 94. El PAN tuvo casi dos puntos m�s que en las respuestas sobre la simpat�a electoral, pero alrededor de cinco menos que en la que se dio a conocer las votaciones efectuadas en las anteriores elecciones. El PRD consigui� similar puntaje al expresado con respecto a la simpat�a pero como dos puntos menos que los se�alados para las elecciones del 94. Esto es, hay semejanzas en cuanto al ordenamiento de las preferencias por un determinado partido pol�tico, y tambi�n con relaci�n a la simpat�a; sin embargo y al parecer, con respecto a lo dicho sobre las elecciones pasadas, los partidos han reducido su porcentaje de voto, siendo �ste ganado por el no sabe que se sit�a en tercera posici�n.

Si desagregamos los resultados a esta pregunta seg�n sexo, sigue la t�nica se�alada con anterioridad, mientras el PAN re�ne por igual los votos de hombres y mujeres, en el PRI destacan las mujeres sobre los hombres y en el PRD los hombres sobre las mujeres, igual que observ�bamos para las simpat�as partidarias y el voto del 94. Curiosamente en este no sabe el porcentaje masculino es superior al femenino, al igual que el no responde, pero en el ninguno vuelven a ser m�s numerosas ellas que ellos.

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Percepci�n y autopercepci�n de las mujeres en la pol�tica

Presencia num�rica

El siguiente interrogante, persigue valorar tambi�n si se considera suficiente o no, el n�mero de mujeres en el legislativo, proporcionando las cifras en el momento de aplicar dicha encuesta. Actualmente en el Congreso de la Uni�n hay 13% de mujeres, en puestos importantes del poder ejecutivo hay 6% de mujeres y en el gabinete presidencial hay dos secretarias de estado �Considera suficiente o insuficiente el n�mero de mujeres en estos cargos pol�ticos?

La mayor�a de la poblaci�n consultada -casi la mitad de la misma- se�al� como insuficiente el n�mero de mujeres en cargos pol�ticos (47%); sin embargo, los que dijeron que era suficiente son m�s de un tercio de la poblaci�n en general (35,1%), cifra nada despreciable, sino m�s bien todo lo contrario. El no sabe tambi�n es relativamente elevado (17,9%), lo cual ha de tenerse en cuenta (Cuadro no16).

Las mujeres apoyan de forma mayoritaria la consideraci�n de insuficiente (55,7%) frente a los hombres (37,8%), y los hombres la de suficiente (44%) ante las mujeres (26,6%) que comparten �sa misma opci�n. El no sabe queda pr�cticamente en empate seg�n sexo, a diferencia de las preguntas anteriores cuando las mujeres representaban la mayor�a en este punto. Lo cual significa que la poblaci�n femenina tiene mayores �ndices de opini�n y parecen mucho m�s convencidas que sus hom�logos masculinos de la insuficiencia de la presencia y participaci�n de mujeres en la �lite pol�tica institucional.

Son tambi�n los j�venes los que consideran en m�s alto porcentaje que el n�mero de mujeres es insuficiente en pol�tica -(53,20%), mientras a la inversa, los mayores creen que su presencia es suficiente (40,5%)-. Entre los que dicen no saber sobresalen un poco las personas mayores. Al combinar sexo y edad con relaci�n a esta pregunta, las mujeres de todas las edades creyeron insuficiente el n�mero de mujeres en puestos de poder, mientras que los hombres adultos y mayores juzgaron suficiente el n�mero de mujeres, los j�venes se debatieron entre el insuficiente y el suficiente.

A mayor escolaridad crece la percepci�n de la insuficiencia de mujeres en la esfera pol�tica. Y los que presentan menores niveles educativos son tambi�n los que menos opinan y dicen no saber, o los que piensan que es suficiente.

Estudiantes -j�venes-, amas de casa -mujeres- y sector privado sobresalen entre las ocupaciones que piensan que es insuficiente, y los jubilados -mayores- entre los que dicen que es suficiente o los que no saben.

Los de menores ingresos son los mayoritarios entre los que no opinan y no saben, y por otro lado, a mayor ingreso pareciera que se incrementa la consideraci�n de insuficiencia en cuanto al n�mero de mujeres en cargos pol�ticos en la actualidad, oscilando la respuesta de suficiente.

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Participaci�n en el poder

Se interrog� sobre el poder y la capacidad de decisi�n que se cre�a pod�an alcanzar las mujeres que s� ten�an puestos. �Considera usted que las mujeres en cargos pol�ticos est�n en posiciones de poder iguales que las de los hombres? La percepci�n y los niveles de subjetividad, en este punto, son m�s elevados, ya que no hay conocimiento y adem�s es complicado medir, como lo es tambi�n acceder al tema. [28]

La mayor�a de la gente dijo que s�, que las mujeres en cargos est�n en posiciones de poder iguales a las de los hombres (60,1%), aunque hubo tambi�n un porcentaje considerable que dijo que no (24,3%), y entre quienes no opinaron, o mejor dicho, confesaron no saber (15,6%) (Cuadro no17). En esta cuesti�n las diferencias entre los sexos apenas existen, y se puede afirmar que ambos est�n pr�cticamente de acuerdo en las respuestas.

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Preferencias sobre el candidato

La pregunta concreta en nuestra encuesta fue �Qui�n le inspira m�s confianza como candidato: un hombre, una mujer o ambos? Esto es, si hay o no preferencias de sexo a la hora de votar a alguien para un puesto de elecci�n popular, como ciertas afirmaciones y creencias apuntan, dirigidas enf�ticamente siempre hacia, o en favor de, los hombres.

La mayor�a (43,3%) dijo que ambos sexos le inspiran igual confianza, en segundo lugar un hombre (28,5%) y en tercer lugar (20,2%) una mujer (Cuadro no18). Por lo que puede afirmarse, que un alto porcentaje, m�s de dos quintas partes de la poblaci�n consultada, no tiene preferencias de sexo a la hora de votar o no, a un determinado candidato para un puesto de elecci�n popular. Y entre las personas que s� parecen tenerlas, la opini�n est� dividida, si bien es algo m�s numerosa la de los que consideran al hombre m�s digno de confianza que la mujer, aunque por otra parte las diferencias tampoco son abrumadoras, siendo ocho puntos porcentuales la distancia real que existe entre una y otra opci�n.

Donde s� hay diferencias, muy importantes, es cuando las respuestas a esta misma pregunta se desagregan por sexos. Cuando la opci�n en ambos hay un porcentaje m�s elevado de hombres que de mujeres que oscila alrededor de los cinco puntos porcentuales. Entre los que contestaron que un hombre hay tambi�n m�s hombres que mujeres con una diferencia aproximada de ocho puntos. Mientras que, y ah� s� el an�lisis nos da enormes divergencias para reflexionar, entre las gentes que respondieron una mujer, la mayor�a son mujeres, 30,2% ante 9,6% de hombres. Esto es, no s�lo hay diferencias a la hora de se�alar la elecci�n del candidato seg�n su sexo, sino que dichas diferencias se acent�an seg�n el sexo de la persona que elige, o en este caso opina. Si entre las gentes que dijeron no tener preferencias o votar a ambos por igual, que son la mayor�a, hay un poco m�s de hombres que de mujeres, entre las que se�alaron su mayor confianza hacia un hombre hay ya m�s hombres que mujeres, pero entre las que apuntaron a una mujer, el porcentaje de mujeres es 20 puntos porcentuales superior al de los hombres que marcaron esta misma opci�n. Esto es, las mujeres conf�an en primer lugar en ambos, pero en segundo lugar en una mujer de forma notable. Las mujeres conf�an en las mujeres, mientras los hombres en los hombres, y pr�cticamente nada o muy poco, en las mujeres a juzgar por los datos que arroja este sondeo.

En segundo lugar, la misma pregunta por grupos de edad nos marca c�mo los m�s j�venes o adultos prefieren o conf�an en ambos y a medida que aumenta la edad se�alan en mayor proporci�n a los hombres, mientras las mujeres cuentan con la confianza de los j�venes en mayor n�mero. Al cruzar hombres y mujeres, con edad y confianza en el sexo del candidato, el an�lisis se afina, ya que dentro de las tendencias mencionadas, cabe especificar que mientras los hombres j�venes y adultos parecen coincidir en la confianza de ambos sexos como id�neos candidatos, los mayores prefieren claramente a un hombre, y entre los pocos que se�alan a una mujer descollan los j�venes y mayores. En cuanto a las mujeres, �stas tambi�n prefieren ambos, especialmente las j�venes y las adultas, las j�venes son tambi�n las que m�s dicen confiar en una mujer y entre las que prefieren a un hombre, sobresalen las mayores.

A medida que aumenta el nivel educativo y las percepciones econ�micas las personas consultadas parecen confiar m�s en ambos sexos por igual de forma n�tida. Pero cuando la preferencia se decanta o por un hombre o por una mujer, las diferencias ya no est�n tan marcadas; si bien los de ingreso m�s bajo conf�an m�s en un hombre, as� como, los sin escolaridad o con nivel de primaria. Por otro lado, las mujeres parecen ser elegidas por diversos grados educativos, destac�ndose quiz� tambi�n los sin escolaridad. Y en cuanto a ingresos los grupos de menor ingreso son algo m�s numerosos entre los estratos sociales que supuestamente dicen que votar�an por una mujer. En cuanto al cruce entre sexos, escolaridad y confianza, a mayor escolaridad ambos sexos prefieren a ambos sexos por igual, a menor escolaridad, los hombres prefieren hombres y las mujeres siguen prefiriendo ambos o mujeres.

Los estudiantes y el sector privado sobresalen entre las ocupaciones que carecen de preferencia. Entre los que seleccionaron a un hombre destacan jubilados y sector p�blico, y entre los que conf�an en una mujer, las amas de casa, que son mujeres o un tipo espec�fico de mujeres, poniendo en cuesti�n la imagen tradicional de estas mujeres en cuanto a actitudes y tendencia pol�tica.

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Opini�n de pol�ticos y pol�ticas[29]

Seg�n las entrevistas realizadas hombres y mujeres pol�ticas, algunas de ellas opinaron sobre ciertos prejuicios que los hombres, en concreto los hombres pol�ticos, tienen para aceptar a una mujer en el espacio pol�tico formal, y las cr�ticas que a modo de defensa u ofensa desarrollan, mismas que no aplican a sus hom�logos masculinos: Cuando los hombres nos dan todos sus mensajes machistas y nos dicen que las mujeres no est�n listas para eso, nosotros les empezamos a explicar y les ponemos ante sus ojos la realidad y c�mo la mujer puede participar. El otro d�a le dije a un diputado: �Pero te das cuenta que aqu� en el PAN somos 120 diputados y s�lo hay 12 mujeres diputadas? �l me dijo con espontaneidad: �Es que hay cada mujer!. Yo le dije: es que hay cada hombre...No hay mujer que pueda salir calificada favorablemente de un an�lisis como el que ustedes hacen para ver si una mujer va a participar. Le digo: no hay justicia en la vara que est�n usando. Entonces va cayendo en la cuenta y dice: de verdad, tienes raz�n. (Ma Elena Alvarez-PAN)

Algunos hombres dicen: Cuando sale un candidato mujer para una alcald�a, se dice que no est� preparada todav�a la ciudad para tener una candidata. Es una idea de much�sima gente...Yo creo que estamos de acuerdo que ante el precepto legal tenemos igualdad de oportunidades hombres y mujeres, grandes y chicos. Pero sin duda el medio mexicano discrimina a la mujer, como cuando sale una mujer propuesta para algo y sale un grupo importante y dice: M�xico todav�a no est� preparado para que una mujer haga eso. Entonces sin duda existe discriminaci�n. La mujer inteligente a base de un sobreesfuerzo ha podido brincar ese tipo de barreras que se le han impuesto (Emilio Goicoechea-PAN). Seg�n diversos testimonios muchas veces se niega el ascenso a un puesto a una mujer de forma injusta por el hecho de serlo -el c�rculo excluyente-, pero otras veces se enmascara la opini�n, bajo la sutileza de que es la ciudadan�a la que no est� preparada para aceptarla, con vocablos como pueblo, la sociedad o M�xico.

Muchas veces no son reticencias a la participaci�n pol�tica en general de las mujeres, sino concretamente a su acceso a los cargos pol�ticos, cuando los hombres ejercen su poder de veto. Digamos que en los primeros cincuenta a�os de la vida del partido, de los cuales yo he vivido cuarenta, no se sent�a que hubiera problema en aceptar la participaci�n de la mujer porque no hab�amos tenido la oportunidad de cargos de poder... En cuanto el partido empez� a tener cargos...s� se ha notado ya en la pr�ctica una pol�tica de obstaculizar a la mujer a obtener los puestos porque sienten que no est�n preparadas y cuando logramos demostrar que s� tienen la preparaci�n suficiente, a veces llegan simplemente a aceptar que es por el hecho de ser mujeres que no simpatizan que ellas sean las que tengan puestos de los cuales vayan a depender los varones. (Ma Elena Alvarez-PAN).

As�, en ocasiones el discurso oficial androc�ntrico de los hombres pol�ticos es extrapolado por �stos y adjudicado a la sociedad en su conjunto, por lo que ellos s�lo siguen dichas creencias y pautas como fieles fervientes del sentir popular y como sus representantes que son. La opini�n de la poblaci�n en esta ocasi�n ha desenmascarado la veracidad de esta narrativa hegem�nica en algunos sectores, que si bien en alg�n momento pudo tener ra�ces en la realidad social o reflejarla, hoy por hoy, su reproducci�n obedece a una inercia cultural discursiva y a una manipulaci�n de su mensaje con claros fines de mantener al sexo femenino fuera de los cargos de la palestra pol�tica.

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Autovaloraci�n del quehacer pol�tico personal

En ocasiones se piensa que las mujeres han de ser especiales y tener capacidades excepcionales para dedicarse a la pol�tica, por supuesto, esto tiene diversas interpretaciones sem�nticas, por ello se consult� directamente el parecer de las mujeres pol�ticas entrevistadas. Por un lado, est�n las que lo interpretaron como que hab�an de ser especiales, m�s inteligentes, capaces o h�biles, con lo cual se pod�a llegar a insinuar que no todas las mujeres pod�an ser pol�ticas, pero contestaron rotundamente que no, que se trataba de una frase que los hombres hac�an correr y utilizaban para sus prop�sitos -como la que les adjudica desinter�s pol�tico per se-, y a lo sumo de una creencia social generalizada que no respond�a a la realidad. Todas las mujeres pod�an llegar a dedicarse a la pol�tica, de hecho los hombres pol�ticos, seg�n ellas reiteraron, no eran muy excepcionales que digamos. Pero otro grupo interpret� la pregunta como que las mujeres hab�an de trabajar m�s, esforzarse, y poseer mucha m�s voluntad o empe�o que los hombres, pues de alguna manera ten�an que ganarse el estar ah�, hab�an de ser fuertes y resistentes ya que son juzgadas con m�s dureza; y a�n m�s, debido a su rol tradicional el sobresfuerzo, y la doble o triple jornada, era concebida como algo tambi�n de car�cter excepcional. La inversi�n de energ�a y las consecuencias de desgaste f�sico y emocional son considerables, pero y tambi�n, son conscientemente aceptados con una especie de resignaci�n, a pesar de lo cual se trata de mujeres de car�cter y decididas, y tampoco se percibe el desarrollo de sentimientos de culpa al no seguir el patr�n social que de ellas se espera y por el contrario ocupar un lugar y dedicarse a actividades y relaciones, inicialmente no dise�adas para ellas, en general prevalece una especie de satisfacci�n entorno al rumbo que han ido tomando sus vidas.

Algunas de las mujeres entrevistadas de entrada negaron la necesidad de ser excepcionales, y como francotiradoras varias de ellas, se inclinaron por una postura de contraofensiva. Amalia Garc�a (PRD), apunt� en la direcci�n de rebatir la excepcionalidad del otro sexo en pol�tica: No, los hombres tampoco son excepcionales, deber�an s� ser tal vez m�s responsables, pero no lo son. El hecho de ser hombre ya significa como tener un boleto para entrar a participar en pol�tica. A las mujeres se nos exige mucho m�s. Pero creo que la participaci�n en pol�tica concebida como esta determinaci�n de trabajar con los temas de la sociedad es un asunto de aprendizaje, se toma el tiempo por supuesto, todos lo podemos hacer, requiere compromiso, cari�o por ese trabajo, por esos temas. Claro que no, exclam� Mara Robles (PRD), y en el parecer de la entrevistada anterior a�adi�: hay cientos de hombres, miles de hombres, millones de hombres que se dedican a la pol�tica sin tener ninguna caracter�stica especial y lo han demostrado fehacientemente, ve el pa�s �no? Al contrario, �se es uno de los obst�culos que los hombres nos han inventado. Nuestra honra y nuestra capacidad siempre est�n en tela de juicio, las mujeres est�n en pol�tica porque son las amantes de no s� qui�n, �es terrible! Esa est� porque es muy inteligente y �sa no est� porque es tonta, y hay miles de hombres tontos en pol�tica. No, yo creo que cualquier mujer puede estar dentro de la pol�tica, sobresalir en pol�tica. No creo que necesitemos ser mujeres modelo para estar y para llegar, porque los hombres tampoco son modelos, los que llegan (Gloria Le�n-PAN).

Otras matizaron m�s la respuesta dada: Pues no tanto como ser excepcionales, pero s� deben tener una gran autoestima, una total confianza en s� mismas y por supuesto estar preparadas. Porque por desgracia, hoy por hoy, s� puede haber pol�ticos mediocres que rebuznen, pero una mujer para destacar, tiene que ser excepcional...En realidad tienen que ser hoy todav�a excepcionales, porque la competencia es tal que si no est�s m�s capacitada de lo que estar�a un hombre en la misma posici�n, lo m�s probable es que a t� te hagan a un lado...Yo creo que no tienes que ser genio para dedicarte a la pol�tica (Patricia Bracho-MLD).

Varias opiniones se mostraron algo m�s reflexivas, reconocieron que est�n en el ojo de la mira, por lo cual deben adem�s de trabajar m�s y demostrar m�s, poseer una suerte de resistencia a las cr�ticas: Creo que las mujeres que se dedican a la pol�tica, como las que se dedican a la empresa, o a cualquier actividad donde destaquen, est�n sujetas a un juicio m�s severo. Su nivel de riesgo a la cr�tica social es mucho m�s alto y el nivel de demanda de su familia en funci�n de que jueguen un rol dual, es permanente. Entonces s� creo que tienen m�s carga...Creo que simplemente tienen que tener una capacidad de resistencia que les permita absorber un nivel de juicio muy severo y muy acucioso. (Beatriz Paredes-PRI). Y es que de alguna manera y hasta cierto punto tienen que estar continuamente y en todo momento, demostrando capacidades, lo que genera sobresfuerzo, trabajo extra, por verbalizarlo de alguna manera, y gasto de energ�a y tiempo. Pero es por dos cuestiones, por la desvalorizaci�n pol�tica de las mujeres que impera en la sociedad, esto es, han estado hist�ricamente excluidas y tienen que demostrar que saben y pueden. Y en segundo lugar, ellas mismas se sienten inseguras, autodevaluadas, en esta esfera nueva en cierto modo, lo cual las empuja a autodemostrarse que s� que se lo merecen y que est�n en su lugar.

Se coment� tambi�n sobre la capacidad de trabajo en el sentido de tiempo de dedicaci�n, de absorbencia del mismo y de compaginar con otros roles. Ifigenia Mart�nez (PRD) dijo que lo que pasa es que la pol�tica es una actividad muy absorbente y requiere de ciertas caracter�sticas que hace dif�cil que una mujer que est� en la etapa reproductiva o est� criando ni�os, se pueda adaptar a eso. Claro, hay excepciones. Tiene que esperar a una etapa de la vida donde est� liberada de esas responsabilidades. Eso ocurri� en mi caso especial, yo ingres� a la pol�tica cuando ya mis hijos estaban grandes. Yo dir�a que las mismas capacidades que se le pueden pedir a un hombre, sin embargo, ciertamente la condici�n de la mujer en un momento dado, puede influir de manera directa en su trabajo pol�tico. Me refiero en concreto a una mujer casada con hijos, que forzosamente se convierten en una prioridad, entonces ah� es donde yo digo que se presenta un conflicto muy fuerte, tambi�n dijo que la mujer que se dedique a la pol�tica necesita una fortaleza diferente porque se trata de un medio muy fuerte, muy duro, donde dominan los hombres. (Irma P�a Gonz�lez-PAN)

Y la consabida capacidad de trabajo no en el sentido de genialidad sino de asumir m�ltiples obligaciones y de competir en un mundo poco menos que hostil y agresivo, un mundo de hombres, pero cuya dureza tambi�n la comparte y la sufre en alguna medida el otro sexo. S�, en casi todos los �mbitos las mujeres tienen que trabajar el doble, ser tenaces, inteligentes, porque es muy duro y para que te reconozcan es porque detr�s hay un trabajo brutal dijo Isabel Molina (PRD) y a�adi�: Bueno, yo no s� si la palabra correcta sea excepcional, pero no todo mundo tiene el est�mago para dedicarse a la pol�tica por ejemplo, porque es duro, porque te enfrentas con situaciones muy desagradables muchas veces, con presiones muy fuertes, y hay gente que psicol�gicamente es m�s fr�gil y no lo resiste, pero eso es aplicable a cualquier sexo. Es un medio hostil, y particularmente cuando est�s en la oposici�n es muy dif�cil; no es un medio agradable de compa�erismo y que todos nos queremos, sino que es un mundo de mucha competencia, de mucha agresividad, de muchas traiciones, en fin. Hay que actuar con mucha tenacidad, con mucha madurez y con cierta capacidad de poder superar, tener la piel dura, no dejar que estas cosas te da�en porque s� puedes estar en situaciones que te rompan mucho el estado de �nimo, que te partan la madre como decimos en M�xico. Cecilia Romero (PAN) se�al� al respecto: Creo que las mujeres para poder tener una presencia en la vida p�blica necesitamos realizar una doble jornada, o sea necesitamos ser excepcionales; mientras por otra parte afirmaba, no, no creo que se requieran cualidades excepcionales, es una vocaci�n. No lo creo, es m�s me niego a pensar o a aceptar que una mujer para participar en pol�tica deba de tener cualidades excepcionales, debe tener cualidades normales, comunes y corrientes, pero debe tener esp�ritu de servicio, vocaci�n pol�tica. Yo creo que no. Con lo que uno tiene es bastante, yo nunca fui una chica de dieces, no me gustaban porque me compromet�an demasiado, significa que sabes todo y es mentira...a lo mejor he tenido que trabajar un poquito m�s para demostrar que s� eres apta para ese cargo, pero yo creo que no se tiene que hacer nada especial, adem�s todos los seres humanos tenemos una capacidad intelectual. (Nohelia Linares-PAN)

Se acord� de alguna manera que era una lucha quiz�s m�s dura que la realizada por los hombres, pero que no hab�a rasgos de excepcionalidad para ser pol�tica, en todo caso las mismas caracter�sticas que posee la poblaci�n masculina dentro de una consagrada normalidad, que como se ha visto seg�n declaraciones y cr�ticas anteriores no es muy abundante: Yo creo que todas las que nos proponemos, aunque no seamos muy excepcionales, podemos hacer pol�tica...la pol�tica es hermosa, pero la gente a veces no la conoce bien (Hilda Anderson-PRI). Las mismas capacidades que pueden tener otras mujeres que desempe�en un trabajo. La pol�tica para quien le guste es una forma de trabajo...tienen que ser normales (Ma Elena Chapa-PRI). Primero tiene que haber un gusto y sacarlo, porque muchas mujeres lo traen dentro, pero a veces ni lo saben bien. Hay habilidades, hay cualidades que hay que desarrollar, por ejemplo hablar en p�blico, estar permanentemente informada de los temas m�s actuales. Hay que hacer una combinaci�n de sentimiento y de pasi�n con las cosas m�s t�cnicas. No pienso que se necesite ser una persona excepcional, conque haya inteligencia y dedicaci�n, yo creo que es m�s que suficiente. (Elena Tapia-DIVERSA). Creo que deben tener algunas caracter�sticas como liderazgo, ser objetivas, tener muy definida su propia jerarqu�a de valores...deben ser muy luchadoras. (Ma Teresita de Jes�s Aguilar-ANCIFEM)



[25].Si bien es cierto que hay una tendencia a no reconocer p�blicamente la intenci�n de no votar por el peso social que esto tiene (Peschard 1994b); no es menos cierto que en este caso se trata de una pregunta poselectoral -de hecho-.

[26].De una encuesta capitalina preelectoral de 1988, destacamos los siguientes datos, relacionados con el punto que estamos comentando: Al relacionar las variables sociodemogr�ficas con las razones de voto, se puede apreciar que entre los que votan por temor, el sexo es relevante, ya que las mujeres son en un 65 por ciento m�s proclives a sufragar por miedo que los hombres. Este voto por temor est� asociado negativamente tanto con la escolaridad como con el ingreso y tiende a concentrarse entre los empleados dom�sticos y a alejarse de los profesionales. Por otro lado, En el voto democr�tico, el sexo vuelve a ser relevante, como en el caso del que vota por temor, pero a la inversa, ya que los hombres se inclinan en un 45 por ciento m�s por esta raz�n que las mujeres (Peschard 1994b:34). Seg�n el an�lisis de esta autora el voto por temor corresponde a menor escolaridad, menor ingreso, trabajo en el hogar o pertenecer al sector privado, y al trabajo manual, y adem�s se relaciona con la categor�a m�s alejada de cualquier inter�s por la pol�tica, mientras la categor�a m�s volcada sobre la pol�tica es la democr�tica; los que votan por temor son los menos activos pol�ticamente porque son esc�pticos frente a las posibilidades de cambio, por ello mismo se inclinan por el partido en el gobierno...mientras los que protestan y los democr�ticos son conscientes pol�ticamente por su educaci�n e informaci�n pol�tica; tienen una opini�n muy negativa del r�gimen pol�tico, pero son optimistas y por ello activistas y comprometidos (Peschard 1994b:44).

[27] A pesar de la pol�mica que esta pregunta causa en nuestro pa�s, se ha optado por su introducci�n y an�lisis en el presente documento.

[28]Es por ello que los resultados de esta pregunta han de tomarse como una orientaci�n de car�cter muy aproximado y general.

[29] Para la metodolog�a seguida en estas entrevistas realizadas a pol�ticos en 1996, cons�ltese anexo. A efectos de este documento �nicamente se han seleccionadao algunos testimonios considerados de importancia para el tema que nos ocupa (Fernandez Poncela 1997).

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Pol�ticas de igualdad

Las acciones afirmativas

Para suprimir la discriminaci�n entre hombres y mujeres en la pol�tica no es suficiente proclamar su derecho abstracto a la equidad, se hace necesario tambi�n, favorecer en la pr�ctica la igualdad de oportunidades mediante la acci�n afirmativa -creaciones de derecho desigual para remover anacr�nicas diferencias discriminatorias entre mujeres y hombres-. Es una estrategia destinada a establecer, como dec�amos, la igualdad de oportunidades a trav�s de medidas que contrasten y corrijan las discriminaciones resultantes de pr�cticas o sistemas sociales. Van m�s all� de la aplicaci�n legislativa, su finalidad es poner en marcha programas concretos que proporcionen ventajas a las mujeres (CDE 1990,1992).

Aplicadas a la pol�tica ser�a, entre otras cosas, igualdad de oportunidades para competir por puestos pol�ticos con acceso a la toma de decisiones, a espacios, relaciones y al ejercicio del poder. Puede definirse como una especie de sistema temporal de compensaci�n o ventaja que venga a cubrir un d�ficit individual y colectivo sufrido por las mujeres en cualquier �mbito de la vida social (Alberdi 1996).

Tres son las estrategias que se desarrollan hoy por hoy, desde la ret�rica aceptaci�n de las demandas de las mujeres en el discurso, y el reconocimiento p�blico de la importancia de argumentar su presencia pol�tica-, pasando por la acci�n positiva animar a las mujeres a participar m�s activamente en la pol�tica, impulsando la formaci�n y organizaci�n dentro de una instancia pol�tica- y la discriminaci�n positiva asegurar la presencia m�nima de mujeres con medidas como las cuotas. (Elizondo 1997b; Viladot 1999).

Estas �ltimas destacan como m�todo para reservar un porcentaje obligatorio de puestos a las mujeres y as� asegurar su presencia en un n�mero y porcentaje m�nimo. Estas medidas se aplican tanto en los poderes del Estado, como en los partidos pol�ticos. Se trata por supuesto no de una meta sino de un medio, un instrumento de car�cter temporal y compensatorio, una estrategia de apoyo en la evoluci�n o tr�nsito de la igualdad formal a la real. Y se hace necesario porque las resistencias al cambio son enormes, se precisa reeducar y eliminar resabios del pasado. Por supuesto, el debate y la pol�mica est�n servidos.[30]

La experiencia nos se�ala que dicha v�a puede ser positiva para aumentar la representaci�n de las mujeres en los espacios de poder pol�tico, para que su opini�n no s�lo sea o�da sino que tambi�n cuente, y para que las pol�ticas destinadas a �stas se revaloricen de manera considerable. Con la presencia femenina se supone que entran tambi�n nuevas actitudes hacia la pol�tica y compromisos sobre temas espec�ficos de mujeres; se tratar�a de un cambio de perspectiva material y real. Si bien las mujeres son diferentes y en este punto hay que se�alar que no todas est�n atentas ni a las necesidades de las mujeres ni a los intereses de g�nero, por lo que m�s mujeres en puestos importantes no siempre equivale a mayor sensibilidad sobre el tema, aunque ciertas posturas las mencionan como m�s sensibles (Tapia 1999; Fernandez Poncela 1999a). Lo que queda claro es el efecto simb�lico que esto representa para las nuevas generaciones, rompiendo viejos esquemas de la divisi�n del trabajo por sexos, como nos dec�a Mara Robles en la entrevista al referirse a que muchos piensan en la posibilidad que su hijo sea presidente pero a nadie se le ocurre que su hija sea gobernadora.[31]



[30] En las entrevistas realizadas a hombres y mujeres sobre las cuotas, la disparidad de opiniones y argumentos era grande (Fernandez Poncela 1999�). Sin embargo, hoy por hoy, las tres fuerzas pol�ticas mayoritarias del pa�s ya las tienen aprobadas estatutariamente.

[31] A este respecto cabe mencionar la an�cdota del ni�o paquistan�, que ante el ejemplo de Benazir Bhutto, cre�a que ser presidente era oficio de mujeres (Fernandez Poncela 1995).

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Otras experiencias

Varios pa�ses del mundo contemplan en su legislaci�n electoral un porcentaje m�ximo para un s�lo sexo en las candidaturas a puestos de elecci�n popular y tambi�n a los cargos internos de las diversas formaciones pol�ticas. Esto significa que no se puede exceder, por ejemplo del 70% de hombres y mujeres en las listas electorales, por lo cual los hombres, por ejemplo, no pueden tener m�s de dicho porcentaje y en consecuencia las mujeres deben tener como m�nimo, en este caso una presencia del 30% del n�mero global de dicha lista u �rgano ejecutivo partidista en cuesti�n.

Suecia inaugur� el sistema hace m�s de dos d�cadas en 1972, con posterioridad varios pa�ses europeos le han seguido los pasos en �se mismo sentido. Sin embargo, y al parecer �nicamente en la regi�n escandinava las proporciones de hombres y mujeres en los niveles de toma de decisiones y pol�ticas estatales son m�s o menos similares. S�lo Dinamarca[32], Finlandia[33], Noruega[34] y Suecia[35], han traspasado el umbral del 30% de representaci�n femenina parlamentaria, siendo como ve�amos 10% el promedio mundial. En cuanto presencia ministerial �nicamente Finlandia, los Pa�ses Bajos, Noruega, Seylles y Suecia han superado este m�nimo. Al parecer en donde hay m�s mujeres es en los puestos administrativos y ejecutivos, cuando se ha superado dicho porcentaje y tambi�n en los gobiernos municipales de algunos pa�ses (ONU 1991a; PNUD 1995).

Poco a poco se ha ido extendiendo dicha pr�ctica, llegando a orillas del oc�ano Atl�ntico, y por ejemplo, hace pocos a�os se aprob� en Argentina la denominada Ley de Cupos, que garantiza la presencia de mujeres en un 30% como candidatos a puestos de elecci�n popular en ubicaciones con posibilidad de salir electas. En otros pa�ses, como M�xico, Uruguay, Chile, Brasil, Paraguay, Venezuela y Nicaragua, varios partidos tienen normas de este tipo, al margen de que se cumplan o lleven a la pr�ctica realmente. En las Naciones Unidas se acord� tambi�n un 30% como un primer paso en su Consejo Econ�mico y Social, y ya en fecha reciente se habl� de la meta de colocar a mujeres en el 35% de la totalidad de sus puestos del cuadro org�nico y en el 25% de los cargos de alto nivel (ONU 1991a,1994; PNUD 1995; Vald�s y Gom�riz 1995).



[32].Al parecer en este pa�s y debido al avance de las mujeres la ley de cuotas ha tenido que ser aplicada a la inversa, esto es, en funci�n de garantizar que los hombres tengan un m�nimo de representaci�n tambi�n.

[33].Por ejemplo, como resultado de las elecciones de 1991, el Parlamento finland�s obtuvo 38,5% de representaci�n femenina, y 41,2% de presencia en ese gobierno, siete de los 17 ministros fueron mujeres (ONU 1991a).

[34].M�s del 34% de los representantes parlamentarios, 31% de los miembros de los consejos municipales, 40% de los miembros de consejos de condados y casi la mitad del gabinete del gobierno, eran mujeres en 1987 en ese pa�s. De hecho, el gobierno de la primera ministra Brundtland fue denominado por los medios de comunicaci�n como un gobierno de mujeres (ONU 1991a).

[35].Entre otras cosas, por la participaci�n de las mujeres en la vida pol�tica y p�blica en general, las guarder�as infantiles o las licencias por paternidad son comunes en este pa�s.

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La realidad mexicana

En M�xico diversas campa�as se han realizado en dicho sentido como Ganando espacios por acciones afirmativas, lanzada en 1992 y que aglutinaba a mujeres de gran parte del arco pol�tico del pa�s y cuya causa com�n era vencer la resistencia masculina a la participaci�n de las mujeres en la pol�tica institucional y en especial en puestos de la misma.

Poco antes hab�a tenido lugar la campa�a de la Convenci�n Nacional de Mujeres por la Democracia que agrupaba a diversas organizaciones y ten�a como objetivo el ofrecimiento de candidaturas de mujeres feministas a los partidos pol�ticos que contend�an en la convocatoria electoral de 1991. Pero a pesar de todos los esfuerzos de las mujeres en este sentido, no s�lo no se consigui� que salieran las candidatas presentadas, sino que el n�mero de mujeres en el Congreso de la Uni�n, disminuy� con respecto a las electas en la convocatoria anterior (Fernandez Poncela 1995). Y sobre la campa�a Ganando Espacios, s�lo se recogi� una recomendaci�n de car�cter general que qued� incluida en el COFIPE en 1993, en el sentido que los partidos pol�ticos incluyeran mujeres en sus listas (IFE 1994b). En 1996 y previo a las elecciones del a�o siguiente, tambi�n se propusieron iniciativas diversas que cuajaron en sugerencia para el COFIPE. Ya mencionamos en otro apartado las cuotas que el PRD, PRI y PAN tienen.

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Ideas, propuestas, pol�ticas contra la discriminaci�n

Geraldine Ferraro, candidata a la vicepresidenta de los Estados Unidos en las elecciones de 1984, un 8 de marzo de 1991 dijo en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, en un discurso con motivo del D�a Internacional de la Mujer: lo que necesitamos no es s�lo un pu�ado de mujeres que hagan historia, sino muchas mujeres que formulen pol�ticas (ONU 1991b:66). Y como afirm� Edith Cresson ex primera ministra francesa poco despu�s en la Conferencia Europea de Atenas en 1992, sobre Mujer y Poder: la �nica manera de lograr un aumento impresionante de la cantidad de mujeres en todos los sectores de la vida pol�tica es mediante sistemas electorales que permitan asignar a las mujeres un porcentaje considerable y obligatorio de los cargos pol�ticos...A las mujeres no es el pueblo el que les niega los cargos de responsabilidad, sino los dirigentes de los partidos pol�ticos y los comentaristas pol�ticos, que son todos los hombres en el molde tradicional (ONU 1994).

En este sentido, cabe se�alar por una parte las estrategias encaminadas a la elevaci�n del n�mero de mujeres pol�ticas y la introducci�n de los temas de g�nero en la agenda pol�tica. Pero de otra, el necesario cambio cultural a m�s largo alcance que se precisa (Fernandez Poncela 1999d).

En primer lugar est� la cuesti�n legal, esto es los instrumentos jur�dicos que hay que extender, desarrollar, y por supuesto, aplicar y hacer valer el ejercicio del derecho -constituci�n, tratados internacionales, reformas legales-, en todos los �mbitos -familia, laboral, maternidad, trabajo dom�stico y agresiones sexuales-.

En segundo lugar, la educaci�n y formaci�n en general, desde la investigaci�n sobre la problem�tica, hasta la coeducaci�n escolar y no-sexista en las escuelas -reforzar la autonom�a, el aprendizaje de las tareas dom�sticas compartidas, juego y juguetes mixtos-, pasando por la orientaci�n profesional y la diversificaci�n de opciones escolares y ocupacionales. Despu�s de la familia, la escuela es el principal agente socializador, en sus manos est� la responsabilidad no s�lo del aprendizaje de conocimiento de las generaciones futuras, sino tambi�n la endoculturaci�n en general y la introyecci�n del modelo cultural de cada sociedad.

Un tercer aspecto a tener en cuenta, es el sanitario que conlleva los problemas concretos de la salud femenina, la salud laboral y los programas de atenci�n sanitaria, mejorando los aspectos sociosanitarios. Incluyendo el ejercicio libre y responsable de la maternidad y la paternidad, y el derecho a la informaci�n y educaci�n sexual.

En cuarto lugar, el fomento de la igualdad en el empleo, la equiparaci�n cualitativa y cuantitativa, ya que el �mbito ocupacional y profesional debe tener y cumplir una legislaci�n no sexista, apoyar la formaci�n y capacitaci�n profesional, y fomentar el empleo. Para llegar a la independencia econ�mica y la incorporaci�n y equidad en el mundo laboral se precisan acciones positivas en el espacio productivo, priorizar la transici�n de la escuela a la vida activa, y el aprendizaje y puesta al d�a de nuevas tecnolog�as.

La quinta cuesti�n son los servicios sociales y comunitarios -sobre vivienda, madres solteras, colectivos marginados, tercera edad, violencia, etc.-, favorecer la conciliaci�n y el reparto de tareas dom�sticas y responsabilidades p�blicas entre hombres y mujeres de forma equitativa y responsable -el hogar y cuidado de los hijos-, as� como la colaboraci�n del Estado -guarder�as infantiles, cuidado de ancianos y enfermos-. Con especial �nfasis en la protecci�n social de los sectores m�s pobres, las desempleadas, jefas de hogar y sectores excluidos en general.

Un sexto punto es todo aquello que tiene que ver con el espacio sociocultural, la informaci�n, la formaci�n y la cultura. Desde promover la participaci�n equitativa en el proceso de elaboraci�n y transformaci�n de conocimiento, hasta la vigilancia de la educaci�n, la publicidad y los medios de comunicaci�n. El fomento de asociaciones y la participaci�n, el deporte, etc. Y la informaci�n de la igualdad de oportunidades. En este apartado se incluye la difusi�n de una imagen de la mujer m�s acorde o ajustada a la realidad tanto en los modernos y masivos medios de comunicaci�n social prensa escrita, radio, televisi�n, cine, v�deo, internet- como en los instrumentos y recursos humanos de la instrucci�n formal -maestros y maestras, libros de texto y material escolar-.

En s�ptimo lugar la sensibilizaci�n en torno a unas relaciones personales de respeto e igualdad entre el conjunto de la poblaci�n: el derecho al propio cuerpo, la sexualidad libre y no posesiva, las relaciones desinstitucionalizadas, el compartir responsabilidades, la reconsideraci�n de creencias, valores y costumbres.

Llegados a este punto, que consideramos de vital importancia, hacemos un inciso para reflexionar sobre el tema. Los obst�culos para el cambio en el espacio pol�tico son obvios, se requiere no s�lo la modificaci�n cultural de elementos en un sistema social dado, sino el cambio del modelo en su conjunto (Fernandez Poncela 1999d).

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III-Reflexiones finales

Resquebrajando viejos mitos

El desinter�s de las mujeres por la pol�tica es relativo, como hemos mostrado en estas p�ginas. La bibliograf�a tradicional sobre la presencia y participaci�n de las mujeres en la pol�tica formal, adem�s de ser escasa, no es rigurosa y est� sesgada por creencias profundamente androc�ntricas. Se suele decir, por ejemplo, que a las mujeres no les interesa la pol�tica, y no s�lo para M�xico, sino para todo el mundo. Aqu� hay que puntualizar a qu� clase de pol�tica se refieren. Cuando se la apellida de formal o institucional, es cierto que la poblaci�n de sexo femenino se mostr� m�s alejada que la de sexo masculino, en la encuesta aplicada para los efectos de la investigaci�n expuesta en este documento. Lo mismo con relaci�n a si estaban informados sobre pol�tica y similar sobre si hablaban de pol�tica.

Pero hay que precisar que: en primer lugar, los hombres tampoco mostraban mucho inter�s al respecto. Unicamente 9.1% del total de la muestra consultada de ambos sexos se mostraba muy interesada, 10.4% entre los hombres y 7.8% entre las mujeres, esto es, las mujeres parecen un poco menos interesadas que los hombres, pero los hombres no parecen excesivamente interesados. El 25.2% de la poblaci�n afirm� que le interesaba regular, 26.9% entre los hombres y 23.5% entre las mujeres, esto es, �stas muestran un poco menos de inter�s. Pero 33.2% de la poblaci�n dijo que le interesaba poco, 25.6% entre los hombres y 30.8% entre las mujeres, aqu� s� los porcentajes se invierten y m�s mujeres que hombres dicen que poco. Sin embargo, lo m�s destacado quiz�s es la alta proporci�n de ambos sexos que afirman estar poco interesados en la pol�tica, m�s all� de los 5 puntos entre mujeres y hombres. Algo similar sucede con la respuesta nada, 32.6% de la poblaci�n se�ala no estar nada interesada por la pol�tica, entre los hombres representa 27.1% y 37.8% entre las mujeres. Nuevamente lo importante es que casi un tercio del total de la poblaci�n no est� interesada en absoluto por la pol�tica, y que algo m�s de la mitad est� poco o nada interesada, sin por ello negar o menospreciar las diferencias entre hombres y mujeres, quiz�s lo que sobresale son las similitudes: el desinter�s generalizado por parte de la poblaci�n hacia la pol�tica convencional.

En segundo lugar, al analizar la muestra bajo el factor sociodemogr�fico de la edad, no hay diferencias significativas. Sin embargo, debe se�alarse que a mayor escolaridad aumenta el inter�s y a menor escolaridad disminuye, esto es, la variable grado educativo es importante. Lo mismo sucede con la ocupaci�n, los desempleados, amas de casa y jubilados son los que muestran menor inter�s. En cuanto al factor econ�mico, el comportamiento es similar a la escolaridad, a mayor nivel de ingresos m�s inter�s y a menor menos inter�s por la pol�tica. Lo cual nos permite concluir que las variables de educaci�n e ingresos son significativas, tanto o m�s que el sexo, a la hora de medir el inter�s de la poblaci�n hacia la pol�tica, pero tampoco hay que olvidar que menos escolaridad y menos ingresos en muchas ocasiones son variables que curiosamente coinciden o conducen hacia la poblaci�n femenina.

Por otra parte, la menor afiliaci�n de las mujeres tambi�n es relativa. Se suele afirmar que las mujeres participan menos en la pol�tica institucional, en cargos de elecci�n popular o puestos altos del ejecutivo federal o de los partidos pol�ticos. Si bien esto es cierto, como hemos probado en este documento con datos concretos, ya en el espacio de la afiliaci�n pol�tica partidista las cosas cambian, en el sentido de mantener una escasa presencia, pero esta vez compartida con sus compa�eros hombres. Y es que no s�lo hay pocas mujeres en puestos considerados de importancia, sino que hay una reducida afiliaci�n pol�tica entre ellas, aunque como dec�amos, tampoco es muy elevada la existente entre la poblaci�n masculina, y de hecho en este punto tambi�n hay m�s semejanzas que diferencias.

Finalmente, el sexo del candidato no es tan importante como se cre�a. En la encuesta que analizamos en estas p�ginas se ha mostrado la cultura, participaci�n y racionalidad pol�tica de hombres y mujeres hoy en M�xico. Llama la atenci�n como hay diferencias, pero en general dominan las semejanzas entre ambos sexos, y algunas de las creencias para con las segundas son tambi�n aplicables a los primeros, aunque las discrepancias en cuanto a grado se mantienen. Sin embargo, en dos preguntas las diferencias seg�n el sexo de la persona encuestada fueron notables, lo que tienen en com�n estos interrogantes es que se refer�an a la relaci�n directa entre la mujer y la pol�tica, la suficiencia de su presencia en la elite pol�tica, y la confianza o preferencia del sexo del candidato a un puesto de elecci�n popular. Las mujeres estaban m�s convencidas que los hombres en la insuficiencia de la cantidad de mujeres en la elite pol�tica, y parec�an compartir la no preferencia por el sexo de un candidato, pero confiaban m�s en las mujeres que en los hombres a la hora de optar s�lo por uno de ellos.

Respecto a �sta �ltima cuesti�n, suele afirmarse que la poblaci�n en general y las mujeres en particular, prefieren candidatos hombres a los puestos de elecci�n popular. En los testimonios de las entrevistas realizadas, algunas mujeres pol�ticas se�alaron que eso respond�a m�s a las actitudes de los hombres de sus propios partidos pol�ticos ante la competencia por los cargos que a una realidad social. Mientras los hombres consultados alegaban que no se eleg�an mujeres m�s que nada por un prejuicio social general, no dentro de la pol�tica, el partido o por supuesto de su parte, ellos dec�an estar convencidos de la igualdad. Es m�s, la pr�ctica totalidad de las mujeres pol�ticas interrogadas presentan varias caracter�sticas comunes, para los efectos de este trabajo nos interesa destacar que afirman haber sentido por primera vez la discriminaci�n en carne propia al haber iniciado su periplo en la arena pol�tica; as� como narran las m�ltiples dificultades y problemas como mujeres por dedicarse a la pol�tica.

En la encuesta realizada, qued� confirmada la sospecha de que se trata de un discurso social que responde m�s a la inercia de las creencias tradicionales y costumbres, y utilizado por sectores masculinos, que a un reflejo de la opini�n real y actual de la poblaci�n. Al conjunto de la sociedad parece no importarles el sexo del candidato, o eso dice 43.3% de la muestra, casi la mitad, si adem�s descartamos 8.1% que afirma no saber; el resto conf�a 28.5% en un hombre y 20.2% en una mujer, la diferencia no es tan abismal. Entre los hombres, 34.6% prefieren un hombre como candidato, s�lo 9.6% conf�a en una mujer, y 45.9%, pr�cticamente la mitad, afirma que ambos est�n bien, 9.9% no sabe. Entre las mujeres encuestadas, 22.7% prefieren un hombre, 30.2% conf�an m�s en una de sus cong�neres, pero 40.7%, esto es la mayor�a, conf�an en ambos por igual, 6.3% dice no saber. Seg�n esto, casi la mitad de la poblaci�n afirm� no tener preferencias en cuanto al sexo del candidato, y hombres y mujeres parecen estar m�s o menos de acuerdo en esto. Sin embargo, es evidente que entre los primeros el segundo lugar de confianza lo ocupan los propios hombres y a mucha distancia del tercero que ocupan las mujeres. Por otra parte, las mujeres tambi�n conf�an m�s en su propio sexo, pero dicha preferencia s�lo se separa por 10 puntos con relaci�n a la confianza que les despiertan los hombres candidatos.

En este punto, est� claro, que la sociedad en general no parece tener preferencias en un candidato masculino, como los mensajes grabados en discursos y creencias parecen comunicar, o incluso los pol�ticos de nuestros d�as reproducen. Despu�s de la indiferencia por el sexo del candidato, las mujeres prefieren candidatas mujeres, y los hombres candidatos hombres, en segundo lugar como hemos visto, esto es, aunque m�s mujeres conf�an en hombres que los hombres que conf�an en mujeres, las mujeres parecen favorecer a las mujeres.

Este texto s�lo pretende relativizar algunas de las afirmaciones que se escuchan de forma com�n en nuestra sociedad, resquebrajar ciertos mitos en torno a la presencia y participaci�n de las mujeres en la pol�tica institucional. Si bien hay que hacer hincapi� en las diferencias entre hombres y mujeres que son de indudable importancia, tambi�n debemos visionar las semejanzas, que a veces y sin querer, obviamos.

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Atisbando nuevos horizontes

Varias son las actitudes que parecen estar cambiando en nuestros d�as, es m�s, en la actualidad se est� en una etapa de proposici�n, m�s all� de la visibilizaci�n de las mujeres, que en un primer momento fue necesaria, y de las interpretaciones en torno a su problem�tica espec�fica, que por supuesto ayudan a enfocar el problema y sus soluciones. De constatar la ausencia de mujeres en la pol�tica, de enfocar sus necesidades e intereses, se ha pasado a buscar explicaciones y romper algunos mitos, para ubicar estrategias concretas, factibles y posibles. El fil�sofo italiano DArcais razona sobre de la ciudadan�a substra�da y la apat�a y rabia que esta situaci�n causa entre la poblaci�n en general (DArcais 1994). Judith Astelarra chilena afincada en Espa�a escribe en torno a democracia incompleta (Astelarra 1986). Gloria Ardaya desde Bolivia nos recuerda que la ciudadan�a femenina es imperfecta y su identidad fragmentada (Ardaya 1994). Pero por otra parte, las feministas europeas hablan de la democracia paritaria y las italianas de c�mo las mujeres cambian los tiempos, una propuesta te�rica y pr�ctica para adaptar la vida laboral, recreativa y ciudadana a los ritmos y horarios femeninos. Queda pues todav�a un granito de esperanza, mientras a estas alturas el feminismo sigue siendo un test para la democracia (Amor�s 1990).

Y es que una mujer l�der o encumbrada en un puesto pol�tico importante no s�lo se ve afectada por las expectativas y estereotipos de sus contempor�neos y contempor�neas, sino que a su vez ella los afecta. Llegar a un cargo destacado ya es un cambio sustancial con respecto al pasado. Ese triunfo muestra por s� s�lo la posibilidad del cambio y la superaci�n de los prejuicios (Genovese y Thompson 1997).

La construcci�n de la ciudadan�a es clave, la identidad como ciudadanas m�s all� de los t�picos y t�picos derechos electorales, e incluyendo las demandas de g�nero, es fundamental. Pasar de delegar en el sistema pol�tico masculino a involucrarse en la pol�tica desde su identidad como mujeres. Participar como mujeres, representar a las mujeres y gestionar para las mujeres sin dejar de pensar en la sociedad en su conjunto y en alianza con otros sectores discriminados (Mouffe 1993,1999); pues se ha de recordar como hemos ido viendo en este trabajo que en ocasiones la clase social, el grupo �tnico o la ideolog�a partidista son obst�culos mayores que el sexo, o como desde los poderes familiares m�s tradicionales se impulsa a las mujeres a los cargos pol�ticos. Las mujeres no pueden ser �nica y exclusivamente representantes de las mujeres en los puestos de poder pol�tico, sino que respondan a una serie de intereses p�blicos y a una propuesta pol�tica concreta, en la cual se contemple ya una perspectiva de g�nero y desde donde se reclamen demandas espec�ficas (Phillips 1991). Sin olvidar la lucha por la reivindicaci�n de la ciudadan�a a la vez que se reclama el reconocimiento de las especificidades de las mujeres, como construcci�n de una identidad (Jel�n 1987).

Todo ello conducir� al aumento del inter�s y participaci�n de las mujeres en la pol�tica, lo cual es una asignatura pendiente, constituye un reto para el sistema pol�tico y significa una apuesta para las propias mujeres. Hay que superar la desconfianza mutua y hacer propuestas alternativas imaginativas, voluntariosas e interesadas. Alianzas y acuerdos deben redefinirse desde la autonom�a y por la concertaci�n, y el discurso de las organizaciones de las mujeres ha de relegitimarse desde la identidad, todo ello para insertarse en los procesos de reformas y modernizaci�n estatales (Ardaya 1994). Caminar hacia un equilibrio, entre los principios y valoraciones �ticas y los intereses estrat�gicos y pr�cticos (Tarr�s 1993). Para reformar el Estado es preciso utilizar sus mismos aparatos hasta donde sea posible, ocupar puestos p�blicos por un lado, y de otro, aplicar pol�ticas sociales y p�blicas desde las instituciones, en pos de la igualdad entre los sexos y el reconocimiento legal de los derechos de las mujeres (Threlfall 1990). Estamos en una �poca de desencanto quiz�s, pero y tambi�n, donde se han roto muchos mitos y borrado algunos fantasmas que no nos permit�an dilucidar con claridad los futuros posibles, la realidad y el porvenir no parecen tan rom�nticos pero se ven sus contornos m�s n�tidos y viables, cuando el arte de negociar aparece en primer plano.

Hay pues que estar presentes y participar para intentar cambiar las cosas, a pesar de la innumerables y hondas dificultades existentes. Por su parte, las instituciones -partidos pol�ticos, poderes del estado, etc.- han de ser coherentes con su supuesto talante democr�tico, potenciar y posibilitar la participaci�n. Y para que todo esto ocurra, no es suficiente el cambio pol�tico-institucional y la positiva recepci�n de las mujeres, es preciso todo un gran cambio cultural, que m�s all� de la participaci�n pol�tica abra nuevos horizontes de igualdad, a trav�s del pacto y la negociaci�n, como dec�amos (Amor�s 1990).

La exclusi�n y la autoexclusi�n conduce a un callej�n sin salida, a una reproducci�n del orden social. La aceptaci�n de la situaci�n desde una posici�n realista sobre las reglas del juego existentes, es el primer paso hacia el cambio justo y necesario, hacia el mundo en donde mujeres y hombres vivan una paz digna y sin discriminaci�n posible ni imaginable. En todo caso queda claro que la pol�tica no ha sido algo f�cil para las mujeres y que los problemas de su incorporaci�n no han estado contemplados por �sta. Hay que plantearse en serio todav�a qu� es y c�mo hacer pol�tica desde, por y para las mujeres, a partir de la propia experiencia y carencias m�s all� de su n�mero e inserci�n. El siguiente paso es construir un concepto de pol�tica no-sexista que incluya el mundo de lo experiencial cotidiano y privado, en el cual se sientan reconocidos hombres y mujeres (Kirkwood 1990). Mirar m�s all� de la pol�tica institucional, las pr�cticas sociales de los sujetos, actoras y actores colectivos y la esfera de la subjetividad de la pol�tica (Lechner 1988).

En el nivel de la pr�ctica pol�tica, la actuaci�n concreta pasa como dec�amos, por el establecimiento de acciones afirmativas, para fomentar la presencia pol�tica de las mujeres, tanto en su participaci�n electoral como en el acceso a cargos altos con poder de decisi�n; pero y sobre todo, m�s que el incremento num�rico de �stas lo importante como ve�amos, es que los temas, los intereses y las necesidades de las mujeres, sean asumidos por la sociedad en su conjunto e incluidos en la agenda pol�tica del pa�s. Porque como ya se ha visto, ser mujer no garantiza tener conciencia de g�nero y las mujeres pueden reproducir el modelo cultural dominante. Pero m�s importante todav�a, y para que todo esto sea posible, se hace necesario redefinir el concepto mismo de pol�tica, reformular sus tem�ticas y redise�ar su estilo, dando cabida a los temas, formas, tiempos, lenguaje y estilos femeninos, y llevando la pol�tica all� donde las mujeres realmente participan.

La Convenci�n para la Eliminaci�n de todas las Formas de Discriminaci�n contra la Mujer de 1979, ya recomendaba la adopci�n de medidas especiales, aunque de car�cter transitorio, encaminadas a acelerar la igualdad entre hombres y mujeres. Entre �stas, los cambios jur�dicos, la educaci�n popular, la toma de conciencia -cultura popular, medios de comunicaci�n de masas, la educaci�n formal e informal-, movilizaci�n pol�tica -organizaciones de mujeres, participaci�n en partidos, sindicatos, cooperativas y organizaciones no gubernamentales-, y la aplicaci�n de cuotas, son algunas de las posibles v�as para encaminar el cambio (ONU 1979).

Vivimos en un momento hist�rico donde se da una crisis de transici�n, y es precisamente en estas etapas cuando las mujeres han participado m�s activamente en la pol�tica (Fernandez Poncela 1999d). Sin embargo, la crisis de valores y conceptos nos ha tra�do cierto conservadurismo y actitudes de intolerancia, nada m�s contrario a los supuestos intereses de g�nero y al feminismo. Adem�s, la actual coyuntura que aparentemente muestra una apertura de espacios pol�ticos, a la vez reduce su contenido producto de la problem�tica econ�mica por la cual transita el pa�s. En todo caso, queda claro c�mo las relaciones entre mujeres y pol�tica han transitado por importantes cambios en el continente latinoamericano y hoy en d�a es la escena electoral uno de los ejes fundamentales de la arena pol�tica para las mujeres. Hay limitaciones grandes, como y tambi�n la democratizaci�n de algunas instancias ha tra�do novedosas oportunidades para realizar y obtener reivindicaciones legales e institucionales (Craske 1999).

En concreto y para el caso mexicano ha de tenerse muy presente las tendencias generacionales en la distancia de g�nero el peso de las mujeres en el padr�n electoral y de los j�venes tambi�n-, los cambios pueden estar a la vuelta de la esquina, protagonizados por los y las j�venes, o por �stas �ltimas. Por lo menos en el �mbito internacional se ha demostrado las importantes diferencias entre las mujeres j�venes y las mayores en cuanto a sus preferencias electorales y partidistas se refiere, entre otras cosas. Las primeras son m�s de izquierdas en mayor medida incluso que los hombres de su generaci�n, y las segundas m�s conservadoras que las primeras en el �mbito de simpat�as pol�ticas y preferencias de voto. Y es que la distancia de g�nero se invierte seg�n el grupo de edad (Norris 1997b). Pero aqu�, y como ya se�alamos en el inicio del documento, la juventud es una mayor�a demogr�fica incuestionable, por lo que de seguirse la propensi�n internacional que algunas investigaciones apuntan (Fernandez Poncela 1999b,2000), las mujeres y los j�venes tienen mucho que decir.

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IV-Propuestas generales[36]

-Campa�as publicitarias en carteles, prensa escrita, radio, cine, internet y TV:

-Informaci�n, difusi�n y sensibilizaci�n en torno a la importancia de la participaci�n pol�tica de las mujeres en general.

-Concientizaci�n sobre la importancia de la promoci�n del voto libre y secreto entre las mujeres y la lucha contra la compra, coacci�n y manipulaci�n del voto.

-Grupos focales de discusi�n:

-Grupos focales para discutir propuestas pol�ticas y la posibilidad de su puesta en pr�ctica, entre mujeres pol�ticas: de partidos, funcionarias p�blicas, de organizaciones no gubernamentales, agrupaciones pol�ticas, feministas, etc...

-Estudios electorales del a�o 2.000:

-Seguimiento de las encuestas de opini�n p�blica en torno a las elecciones del a�o 2.000, las preelectorales y las de salida de casilla. Haciendo especial �nfasis en la comparaci�n de las preferencias entre hombres y mujeres, as� como teniendo en cuenta la edad, la residencia, la escolaridad, y en particular la evoluci�n de un mes con otro ante la proximidad del d�a de la emisi�n del sufragio.

-Proyectos de investigaci�n:

-Realizaci�n de entrevistas en profundidad en torno a la percepci�n por parte de la ciudadan�a de las candidatas mujeres, as� como su presentaci�n y tratamiento en los medios de comunicaci�n, en comparaci�n de los hombres, a lo largo del proceso electoral del 2.000.

-An�lisis de las plataformas electorales de todos los partidos pol�ticos en torno a sus propuestas sobre las mujeres y en especial la participaci�n pol�tica de la misma. As� como, de sus acciones positivas y discriminaci�n en positivo en el caso de haberla durante la campa�a electoral del a�o 2.000.

-Realizaci�n de una encuesta nacional de actitudes y valores pol�ticos, comportamiento y preferencias electorales, conocimiento y opini�n sobre pol�ticos, con especial �nfasis en la comparaci�n seg�n el sexo. En paralelo recabar testimonios cualitativos sobre los mismos temas. Todo ello en el a�o 2.001.



[36] Estas propuestas generales constituyen consejos y sugerencias como producto del documento presentado, con base en los conocimiento obtenidos, en los vac�os constatados y las oportunidades de subsanarlos, y ampliar y profundizar sobre el tema en la pr�ctica y actuaci�n de intervenci�n sobre la sociedad misma, y en la propia investigaci�n del fen�meno que aqu� nos ocupa, la relaci�n entre las mujeres y la pol�tica.

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