Mesa 4 :: PRÁCTICAS DE COMUNICACIÓN Y DIFUSIÓN DE RESULTADOS: LA VISIÓN DEL USUARIO

Moderador: Andrés Albo

Perfil del proceso electoral
Julia Flores

Algunas diferencias entre las encuestas electorales desarrolladas
Luis Estrada

Debate

 


Perfil del proceso electoral
Julia Flores

EXTRACTO

En sociedades y sistemas políticos complejos, los estudios de opinión pública constituyen una exigencia global. Estos estudios son un factor determinante en la comunicación política y social, la elaboración de políticas públicas, la evaluación del quehacer y los problemas políticos y sociales, y permiten proporcionar insumos a los tomadores de decisiones sobre las preferencias de los grupos sociales. Así, la opinión pública forma parte de la estructuración temática de la comunicación política, ya que constituye las agendas de los temas prioritarios, jerarquiza los problemas y hace públicas las medidas frente a estas agendas establecidas.

Me pregunto, entonces, qué papel jugaron el IFE, las casas encuestadoras, los medios y los partidos y sus liderazgos en dar al ciudadano la capacidad de formarse un juicio público. Si no se contextualiza la información y si no se da a los ciudadanos los instrumentos necesarios para poder interpretarla, el esfuerzo resulta insuficiente. Esto atañe a los problemas de educación cívica.

Julia Flores

-Julia Flores: Agradezco primero al IFE la invitación a participar en esta reunión. Es una institución que aprecio mucho; varios de los presentes empezamos a colaborar aquí juntos en investigaciones, desde 95, como las que hicimos en la reforma política en la que participó, por ejemplo, el doctor Ignacio Méndez.

Yo quise no entrar a los números, sino ya que se nos pidió un perfil, hablaré del perfil que tuvo este proceso electoral.

A mí se me ocurrió hacer algo muy breve, a lo mejor, pero sobre la parte de la comunicación, porque yo siento que en el área de comunicación es donde estuvo el principal problema de este proceso electoral.

De aquí que titulé al trabajo que presento: Comunicación y encuestas electorales: formación o debilitamiento del juicio público. Y parto de una pregunta: ¿Qué clase de ambiente comunicacional o de información es mejor para los ciudadanos de una democracia? O, para decirlo de otra forma, si tuviéramos que diseñar un sistema electoral democrático y establecer principios básicos, qué clase de ambiente comunicacional o de información tendría idealmente que tener este sistema. ¿Cuáles tendrían que ser los principios establecidos, para el campo de la comunicación?

En general, la teoría democrática favorece un contexto comunicacional informativo heterogéneo, sobre uno homogéneo. Se prefiere la exposición a puntos de vista conflictivos que se presume beneficiarían de varias maneras a los ciudadanos, y esta idea ha surgido tanto de la cuestión empírica como de la teoría política contemporánea.

No obstante, la idea de exponer a los ciudadanos a informaciones que provienen de distintos puntos y que además son conflictivas entre sí, nos obliga a reconsiderar la tensión aparente entre el entusiasmo necesario para la participación y el involucramiento en política, por una parte, y la exposición a distintos puntos de vista, aún conflictivos, que es necesaria para fomentar la tolerancia y la legitimidad del conflicto político, pero que en ocasiones tienden a evitar la participación.

No necesariamente la clase de información que refuerza a una sociedad tolerante, es la misma clase de información que produce un involucramiento político participativo.

Algunos factores, como los niveles educativos y el conocimiento sobre política, tienen implicaciones positivas para lo que generalmente se evalúa como la ciudadanía democrática. No obstante, el ambiente de diversidad de información de las personas no es algo que contribuya a formar este tipo de ciudadanos.

¿Qué podríamos decir si trazáramos un perfil del ambiente comunicacional creado durante este pasado proceso electoral? En sociedades y sistemas políticos complejos, los estudios de opinión pública constituyen una exigencia global.

Estos estudios son un factor determinante en la comunicación política y social, la elaboración de políticas públicas, la evaluación del quehacer y los problemas políticos y sociales, y permiten proporcionar insumos a los tomadores de decisiones sobre las preferencias de los grupos sociales.

Así, la opinión pública forma parte de la estructuración temática de la comunicación política, ya que constituye las agendas de los temas prioritarios, jerarquiza los problemas y hace públicas las medidas frente a estas agendas establecidas.

Y si esto es lo que se presume que se tendría que hacer, yo quisiera preguntarme qué papel jugaron en la creación de este ambiente el IFE, las casas encuestadoras, los medios y los partidos y sus liderazgos, si se supone que el papel de todos ellos, concurrente en las elecciones, es dar al ciudadano la capacidad de formarse un juicio público.

¿Qué tanto cumplieron estos actores con dicho cometido? Quisiera empezar por nuestra institución.

A lo largo del proceso creo que el IFE tuvo un desempeño bueno con respecto al manejo de la comunicación y a mantener al público informado.

No obstante, las dirigencias en la información que se brindó vienen ya de larga data. Nunca se informó al público sobre distintas decisiones al interior del Consejo, por ejemplo, o sobre acuerdos con los partidos políticos que finalmente hicieron crisis el día de la elección y en fechas posteriores.

Por ejemplo, desde 1994, en el caso de las casillas especiales, se vinieron presentando problemas con el número de votos permitido para estar en estas casillas. Esto lo tuvimos en 94, lo tuvimos en el 2000. ¿Para qué crearse el problema de los ciudadanos protestando porque se iban a acabar, y todos lo sabíamos, el número de votos que existían en esas casillas especiales?

Eso es algo que se podría informar con antelación a los ciudadanos. Un segundo caso: si se acordó con los partidos políticos que este tipo de votos, con este tipo de características, que fueran marcados en tal o cual sentido, serían anulados o no tomados para su conteo o reconsiderados después, este tipo de cosas se podrían informar al ciudadano.

Yo creo, y aquí junto con Roy Campos, a pesar de que sí somos, como decía Rubén Hernández, un país de secundaria incompleta o menos, yo creo que el dar, en este caso, información específica, lo agradecería el público.

Con respecto al magnífico trabajo del Consejo Técnico del Padrón, lo que se hizo sobre esta investigación, el conteo que hizo el IFE, yo creo que el problema fue comunicar con posterioridad esos resultados, igualmente en el caso del PREP.

Todo el mundo lo estuvimos viendo, pero la gente no sabía qué era lo que estaba viendo, veía cambiar números y nadie sabía de qué se trataba esto que estaba viendo y le atribuía cualquier tipo de efecto; hay quien pensaba que era ya el resultado final de la elección al segundo día, etcétera.

Entonces, si no se contextualiza este tipo de información que se proporciona, la información es insuficiente si no se le dan a los ciudadanos aquellos instrumentos necesarios para poder interpretar esa información.

Creo que ésta es una de las cuestiones básicas que tendría que repensar el IFE e igualmente en otro sentido: esto atañe a los problemas de la educación cívica. Pero, además, con qué criterios el IFE clasifica, por ejemplo, la información de la publicidad de los partidos o de algunos involucrados.

Tuve la oportunidad de conocer esta parte. Es a lo mejor algo especializada, pero creo que esos criterios de clasificar un anuncio de un partido político o la publicidad, como positiva, negativa o neutra, ya no funciona, porque eso nos obliga a preguntarnos de parte de quién, desde el punto de vista de quién esto fue positivo, negativo o neutro.

Entonces nos tocaba ver cómo desde el punto de vista, por ejemplo, de PAN o PRI, una información era clasificada como neutra, mientras que el PRD la podía clasificar como muy negativa, y al contrario.

Entonces yo creo que eso se tendría que revalorar y repensar metodológicamente; considero que es ya una manera algo anticuada de manejar y analizar este tipo de información.

Me remito de nuevo a esta idea ya expresada anteriormente por algunos de mis colegas. El problema es educar sobre los números para una elección. Sí sabemos que ese día de licencias en nuestra población, pero por ejemplo, ¿porqué nunca se le explicó a nadie? El padrón que tenemos ahorita, las personas que van a votar son de tantos millones de mexicanos, están repartidos así. Jamás se le dio información a la gente. Fíjense que es la primera vez que vamos a tener distritos electorales indígenas, cosa que algunos como yo agradecimos profundamente, pero que, fuera de algunos pocos, nadie conocía.

¿Por qué no se dieron cifras desde antes? Fue una elección donde hubo bastante participación. Sin embargo, nunca se le informa a la gente sobre cuáles son las cifras, cuáles fueron antes. Como que se piensa que no van a poder procesarlas, y yo creo que es mejor educar en ese sentido. Educar para entender.

Igualmente, a nosotros nunca se nos dijo: estamos eligiendo a tantos diputados y tantos senadores que se van a incrementar así, ellos se distribuían de esta manera. Si nosotros le proporcionamos al ciudadano información contextualizada y algunos instrumentos para interpretar y poner en contexto esa información, entonces sí está sirviendo este papel del IFE de proporcionar información con educación para el ciudadano. Creemos que esto no se cumplió.

Esto hizo que muchos de los esfuerzos anuales que realiza el Instituto en ese sentido, quedaran incompletos por esta situación.

Con respecto a las casas encuestadoras y el problema de la comunicación política quisiera hacer algunos comentarios.

En periodo de elecciones, las encuestas desempeñan un papel importante, ya que que cada uno trata de saber por anticipado cuál podrá ser el resultado, al ser momentáneamente el único instrumento representativo que permite una aproximación semejante.

En cada campaña se comprueba esa preeminencia de los sondeos. Son cada vez más abundantes y cada vez con más frecuencia dirigidos y publicados por los medios. En una situación normal, entre dos elecciones, la comunicación política resulta alentada en especial por los medios, que desempeñan su papel en las mejores condiciones, haciendo reconstituir los acontecimientos y los problemas que el medio político no ve.

Sin embargo, ¿qué fue lo que encontramos cuando empezamos a analizar los resultados de las casas encuestadoras? Yo creo que aquí se presenta un problema muy serio, que es la emisión de juicios de valor.

En lo personal, creo que cuando tenemos un resultado de encuesta, y los que trabajamos con esto estamos acostumbrados, sobre todo en el campo de las ciencias sociales, los que trabajamos con valores, estamos acostumbrados a decir, bueno, éste es el resultado, de ahí no derivo nada, no voy a derivar más. Y yo creo que en la primera presentación no debería haber calificativos.

El inalcanzable crecimiento. Vimos una serie de cosas así cuando se publicaron las encuestas, que me llevaban a pensar sobre la validez de estas encuestas.

Todos conocemos por ejemplo las novelas de Julio Verne, donde se habla de viajes al espacio, de submarinos, etcétera. Y no vamos a encontrar en ninguna de ellas este tipo de cifras, a excepción de 20,000 Leguas de Viaje Submarino. Pero sí hubo escritores que dijeron, yo no quisiera que nos pasara eso a los encuestadores, que, refiriéndose en 1917 a un carro que empezaba a correr, decían, corrió a la pavorosa velocidad de veinte kilómetros por hora.

Bueno, si ahorita nos ponemos a ver nosotros, a revisar cómo se presentaron en los medios varias de estas encuestas, encontramos de nuevo el magnífico crecimiento, la inalcanzable ventaja, etcétera.

Una cosa es presentar un resultado de encuesta, y otra muy diferente es escribir un artículo o hacer un editorial. Esto tendría que diferenciarse por  parte de los encuestadores. Digo, si a mí me salió 3.2, pues 3.2. Y si yo después quiero o tengo interés en escribir un artículo sobre eso, ya pondré ese 3.2 qué representa, para dónde va, si se me hace poco o mucho, o lo que sea. Pero yo creo que es de honestidad con el ciudadano presentar esto sin adjetivos.

Igualmente es el caso de los decimales, qué entiendo yo; por lo menos con mis colegas tenemos muchas discusiones sobre el caso.

Creo que mejor sería dejarlos como están, 32.56 si alguien sacó eso, o bien llegar a un acuerdo en donde todos digan: Bueno, cuando tengamos este tipo de casos la costumbre va ser ésta, para entonces todos los demás saber a qué atenernos.

Se me ocurrió leerlas antes de venir y encontré entonces una serie de variación en la forma de presentación de los datos que lo dificultan bastante.

Otro de los puntos. Se ha discutido tanto en qué momento se dan a conocer los resultados de las encuestas, si se dan, si no se dan, toda una serie de cosas y al respecto, perdón que haga publicidad, pero también es gracias a ustedes, los profesionales de los medios, los encuestadores.

La Asociación Mexicana de Agencias de Investigación de Opinión, a pedido de ellos el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM realizó un estudio muy completo, un estudio de excelencia coordinado por mis colegas, brillantemente por mis colegas Lorenzo Córdova y Pedro Salazar, que mañana vendrán a exponerlo con ustedes.

Es un estudio que se tardó cerca de un año y en el que se contemplan todas las situaciones de regulación de las encuestas en México, en los estados, en la legislación nacional, en la legislación internacional, etc., y se contemplan toda una serie de supuestos. Creo que es un primer producto muy provechoso.

Yo no quiero abundar en esa discusión, dado que está en este libro y mucho mejor trazada de lo que yo pueda presentar aquí, porque es desde un punto de vista jurídico.

Pero me refería a esto: se supone que tendría que haber controles y durante esta elección todo mundo, a las 12 del día, conocíamos los datos de las diferentes encuestadoras, en su afán no oficial por dar a conocer los resultados a las seis de la tarde, pero en su afán por estarse, digamos, llevando y llamando la atención.

A las 12 del día todo el mundo sabemos qué tenía éste, qué tenía el otro, cuando se supone que estas eran cuestiones que no se deberían dar a conocer.

Una de las cosas, quería decirles, que se manejaban en Jurídicas por parte de los abogados; creo que soy la única socióloga allí en Jurídicas. Entonces, por parte de los abogados unas cosas que se discutían: ¿Y qué pasa si me envían masivamente por celular los resultados? ¿Y como regulamos esto? ¿Y cómo se regula si alguien hace una página de Internet en Japón y desde allí manda todos los resultados de México?

Lo que llevó a una discusión jurídica muy interesante y de pasada a ver lo de la regulación del ciberespacio, la regulación jurídica. Entonces, lo van a tener ustedes, pero no se mantuvo ese control.

Otra cuestión presente: hablamos de encuestadores o de militantes. Yo creo que aquí hay que mantener esta distinción. No es lo mismo encuestar para un partido que militar en él.

La línea es a veces, a lo mejor, a la hora de presentar los resultados y defender uno su investigación, muy sutil. Pero yo creo que de todos modos es una línea que debe mantenerse y que no siempre se mantuvo como se esperaba.

Una cosa que me parece preocupante: creo que ahora sí que al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Los encuestadores, y aquí me anoto con ustedes, somos encuestadores, no somos jueces.

Y ahora los encuestadores se han convertido en jueces políticos. Y desafortunadamente la ciencia política se ha convertido en la última ideología, pero todos los científicos políticos ahora me pueden decir lo que quieran al respecto.

Tampoco se contextualizan los datos, al igual que el IFE.

Y otra cosa que me parece importante: sí sabemos la precisión de los medios sobre los encuestadores, que los quieren obligar a dar resultados para ser los primeros en salir.

Yo creo que hacen bien los encuestadores, que se han resistido a hacer caso de estas cuestiones.

Los terceros actores, los sondeos de opinión y el papel de los dirigentes de los partidos políticos y los liderazgos.

Claramente es problemática la forma en que los partidos, candidatos y oficinas gubernamentales utilizan los sondeos de opinión.

Cada vez más se utilizan los sondeos como sustitutos de liderazgo. Obviamente, políticos y partidos deben estar conscientes de lo que la gente quiere; pero los sondeos son espejo temporal solamente de la opinión pública.

Los políticos y legisladores buscan a los encuestadores para que les digan lo que la gente quiere, en un momento dado, y ajustar sus decisiones políticas de acuerdo con los resultados de las encuestas, para obtener altos porcentajes en sus propias encuestas o sondeos de opinión.

Aquí creo que es importante marcar la distinción entre decidir sobre políticas e identificar cientos temas.

Las encuestas no se deben utilizar, insisto, por lo menos eso creo yo, para ver qué posiciones debe adoptar o utilizar un partido; son para sacar en claro cuáles de las posiciones que se habían adoptado han sido las  más populares, por ejemplo.

No debería determinar lo que un dirigente político debe hacer. Las encuestas no constituyen una estrategia; tampoco un programa.

En este sexenio que acabamos de pasar hemos visto el mejor ejemplo de este mal uso de las encuestas; no sustituyen en ningún caso al razonamiento político ni a la negociación interna o entre grupos.

Incluso muchas veces el dirigente político tiene que ir en contra de lo que dicen las encuestas. Lo que sí pueden hacer las encuestas es ayudar a que el líder defina qué argumentos pueden ser más persuasivos.

Las encuestas proporcionan un muestreo preciso de una base de datos que se escoge y, como señalan los especialistas norteamericanos, si hacemos una pregunta equivocada vamos a tener la respuesta correcta a una pregunta equivocada.

Pero los liderazgos y los partidos siguen haciendo mal uso de los sondeos de opinión y de las encuestas, y esto se asentó durante este proceso electoral.

Y, finalmente, ¿ qué papel tuvieron los medios de comunicación en este asunto?

Existen problemas que todos conocemos con los sondeos sobre política patrocinados por los medios. Uno de ellos es la probabilidad de que al ser reportados por la prensa o la televisión, se tenga la falsa impresión de que la gente tiene conocimiento acerca de lo que se le pregunta.

Los sondeos de los medios se manejan en una competencia por la cobertura que ha dominado la prensa y la televisión y la manera en cómo se da cuenta de las elecciones. Ello puede sesgar las formas en que son cubiertos los candidatos y las campañas.

Por ejemplo, -y esto lo vimos ahora-, aquéllos que encabezan los sondeos son presentados en forma más positiva que los que tienen bajos números en las encuestas. Me refiero más positivo en darle más espacio o preeminencia; dan más importancia a los candidatos punteros que a otros candidatos. También a darle más cobertura a los procesos nacionales o del Distrito Federal que de los estados.

Muy poco sabemos ahora, por ejemplo, de los procesos electorales en Oaxaca, de tal manera que a la hora de querer relacionar toda una serie de movimientos sociales en Oaxaca con la APPO, con lo pasado en el proceso electoral, etcétera, resulta que nunca tuvimos mayor información general. Tenemos muy poca información sobre los estados; son muy pocos los encuestadores que se ocupan permanentemente de darles su  lugar.

¿Se dan cuenta de las transformaciones en unos lugares y no en otros o sólo de ciertos problemas?

Los medios tienden a dictar y sesgar la cobertura y entonces el intercambio dinámico, verbal de la política, la calidad de la democracia, la formación de un criterio público, tienden a decrecer.

Si bien se abusa con frecuencia de los sondeos de opinión, por otra parte esos usos son también muy importantes y deben ser previamente aprovechados.

Sí creo que se ha sobreestimado el papel de los sondeos para captar la opinión pública. Siempre que hablamos de opinión pública, la mayoría de la gente entiende por opinión pública encuestas; es como si los métodos cualitativos no existieran.

Yo creo que esto no contribuye ni al desarrollo de la ciencia ni al desarrollo de la de nueva democracia mexicana, porque el sistema democrático fue diseñado para tomar ventaja del uso expansivo y deliberativo del lenguaje, como un medio para convencer a otros de los mejores cursos de acción.

Los sondeos de opinión vinieron, en muchos casos, en este último proceso electoral, a funcionar en contra del sistema de la democracia representativa que está, se supone, diseñada específicamente para ser protegida contra los flujos efímeros, contra los ires y venires de la opinión pública.

Los sondeos de opinión patrocinados por los medios. Me interesa mucho distinguir entre lo que hacen los encuestadores y lo que hacen los medios con los resultados obtenidos por los encuestadores, yo creo que esto es básico, porque ahí también de esto trata el estudio de la AMAI, un encuestador pierde el control de lo que otros hacen con su información.

Se ha preguntado si los sondeos de opinión constituyen una especie de reflexión de la colectividad, en donde la mayoría dotada de esta conciencia sí se revela como el gran tema de la política democrática.

No obstante, los políticos y los partidos, en vez de usar sus resultados para comprometerse en un discurso útil acerca del curso correcto de las políticas públicas, se empeñan en utilizar sus resultados para acrecentar sus números.

Muchos políticos creen que si tienen suficiente dinero podrían convencer a los electores de cualquier cosa, pero la política no es un proceso mecánico, sino dominado por las ideas. Entonces los electores tienen demandas específicas y quieren respuestas y, aunque la imagen sea importante, son más importantes los temas y las propuestas.

Muchos de los viejos centros de la esfera pública, los centros de debate, los centros de discusión aún existen, pero ya no son lugares para la crítica política o el debate racional. Los medios tienden a sustituir a los viejos espacios de la política y así, en lugar de informar sobre política, los medios son participantes activos en el proceso político a través del papel que juegan en la publicidad.

Crecientemente los medios se han vuelto centrales en la vida política; por ello, si los movimientos o actores políticos no están en los medios, simplemente no existen.

Vemos cada vez más a los sectores y movimientos realizar todo tipo de expresiones para llamar la atención de los medios a sus causas, desde desnudarse o sacarse sangre, hasta el suicidio televisado.

Las condiciones actuales de producción del espacio público han contribuido a ello. Si en la democracia antigua, digamos, la política se definía por el debate, en nuestra cultura la actividad política, podríamos decir hoy que condensa tres aspectos fundamentales y que tendremos que tomar en cuenta, nos gusten o no.

Primero, se amplía, además del debate público, a las orientaciones y las elecciones que conciernen a la sociedad entera, en donde se enfrentan los profesionales de la política y sus partidos respectivos.

En segundo lugar, la política aparece como administración de una colectividad y el político aparece como un moderno empresario público.

En tercer lugar, la política se entiende como expresión y comunicación, en donde el político se convierte hoy en el hombre de los medios.

Estos tres aspectos, en conjunto, constituyen hoy la actividad política en toda su complejidad. Las transformaciones del espacio público contribuyen a crear un cierto tipo de discurso y de imágenes que contrastan con los modos tradicionales de abordar el debate político.

Los eventos se manipulan para proveer el máximo nivel de impacto televisivo. Los debates se estructuran de tal modo que los puntos de vista extremos puedan llevar al máximo efecto, incrementando los ratings, sí, pero contribuyendo muy poco a la formación de la opinión o de un juicio crítico entre los ciudadanos.

La participación de la audiencia en los programas en la televisión, provee un foro para grupos que, de otra manera, estarían excluidos desde el punto de vista público. No obstante, este acceso no significa necesariamente que las estructuras de poder en la sociedad sufran cambios significativos.

La imagen tiende a desplazar a la palabra escrita, como el lenguaje natural de la política. ¿Cómo saber hoy qué es lo que los políticos piensan, lo que moldea sus creencias y sus acciones? -y fíjense ustedes, estamos hablando de un lapso de menos de 20 años-.

Tal vez lo hubiéramos podido contestar más fácilmente esta pregunta antes del advenimiento de los spots televisivos de 30 segundos. Hoy, más allá de esto, no podemos saber cómo piensa un político.

¿Qué es lo que queda en una ciudad, para que los ciudadanos se enteren de cómo piensan o puedan expresar sus opiniones? Pues queda el graffiti, el lenguaje de las paredes, el lenguaje de las calles, penalizado como un delito, y crece en muchos de los nuevos espacios públicos, ya que el umbral es el aspecto más obvio en la dimensión lingüística de lo político. Se politiza al comunicar hacia todos, públicos y espacios amplios.

El juicio público, la condición de la democracia. Es importante, entonces que, en la era de la información, la capacidad de las encuestas y de los medios para moldear la opinión de la gente ha sido exagerada, y aquí con Yankilovich yo quisiera decir: sí sabemos cómo medir la opinión, sí sabemos cómo manipularla, pero difícilmente sabemos cómo mejorarla.

Las encuestas miden las respuestas más frecuentes; las más disponibles para los entrevistados, pero no incrementan el juicio público.

En suma, ¿qué tendríamos? ¿Cómo podría calificarse el ambiente comunicacional del proceso electoral pasado? Sí, es cierto que hubo puntos de vista conflictivos, pero no hubo suficiente flexibilidad e inclusión, ni apertura de los medios, a pesar de que se daba la imagen, en algunos casos o los mismos conductores decían: “Sí, estamos incluyendo todos los puntos de vista”. Creo que no fue así.

El ciudadano tuvo mucha más información que en otros procesos, pero no tuvo las herramientas para contextualizarla, ni para interpretarla; entonces no podía sacar conclusiones de esto que veía qué tenía que ver con su vida cotidiana.

Hubo multitud de encuestas, pero no contribuyó ninguna a mejorar el juicio público; tampoco lo hicieron los partidos políticos y, por parte del IFE, la educación, la capacitación al ciudadano, dejó mucho qué desear. Así, encontramos que existe una brecha entre los expertos y la gente, entre la opinión masiva y el juicio público.

Hoy, 27 de noviembre, una buena parte de la población no sabe o no entendió todavía el resultado de las elecciones. Hay una buena parte de la población que todavía no tiene idea de que Felipe Calderón va a asumir el poder.

Un juicio de calidad es indispensable para que los ciudadanos en una democracia puedan elevar el nivel del debate político y darle sustento y esto implica lo que afirma Vladimir Yankilovich, porque me parece muy lúcido esto que él dijo, yo casi lo tomaría como el credo de los encuestadores o de los investigadores:

“Implica tener la capacidad de cuestionar estereotipos y discernir las diferencias entre los hechos y las conjeturas, de desconfiar de las respuestas simples y de las explicaciones disminuidas; de darse cuenta de que no todos los problemas tienen soluciones, de estar preparados para lo racional, lo accidental, en los asuntos humanos.

De recoger el poder de las ideas y su carácter en la historia; de aceptar el reto de vivir con respuestas tentativas, con tareas inacabadas y en ocasiones peligrosas.

De aceptar costos y compromisos; de honrar los intereses de otros mientras se persiguen los propios; de respetar las necesidades de las futuras generaciones; de hablar de la verdad y hacer lo correcto aún cuando la falsedad pudiera ser más redituable.

En suma, de saber que existen opciones disponibles y saber que la decisión por una u otra opción implica un costo, que uno tendría que estar dispuesto a asumir”.

Ese sería el juicio público y este sería un llamado a los sectores de este proceso: el IFE, las casas encuestadoras, los medios y los partidos, de asumir el compromiso con la ciudadanía en términos de juicio público.

 


Algunas diferencias entre las encuestas electorales desarrolladas
Luis Estrada

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Con la finalidad de darle mayor transparencia a las investigaciones tiene que haber claridad en las metodologías y dar un paso más: especificar qué modelos de votantes probables se están usando, y comprometerse durante un proceso electoral a utilizar siempre el mismo modelo para que, si alguien quiere replicar ese modelo, lo pueda hacer, así se abrirá la puerta de la información a los investigadores de cualquier jerarquía y de cualquier universidad.

El principio de certeza va en beneficio directo de los encuestadores, que crearía un bien común del cual todos se beneficiarían, también nosotros los investigadores, los politólogos que nos queremos preguntar no sólo quién ganó, sino también porqué ganó, para estar seguros de que lo que estamos diciendo es, al menos, dentro de un nivel de confianza, cierto.

Luis Estrada

-Luis Estrada: Les voy a presentar una investigación que comencé durante la elección y que he recuperado en algunos momentos también para presentar, en algunos lugares, acerca del desarrollo de las encuestas, algunas diferencias que he encontrado entre ellas. También voy a presentar cuáles son los problemas que encuentra un investigador cuando utiliza las encuestas como insumo para su investigación, y que eventualmente habrá que contestar algunas preguntas antes de adentrarse a desarrollar algunas hipótesis.

Al entrar aquí lo que observamos es un poco en la línea que retomó Ricardo de la Peña, que retoma también de alguna investigación que había hecho antes. Me refiero a una encuesta o encuestas donde se publican todas las encuestas que fueron publicadas durante el proceso de noviembre de 2005 a julio de 2006.

Lo que podemos observar es una variedad muy alta entre saltos y subidas bajadas de diferentes encuestadores.

Lo curioso aquí es que se encuentra un patrón. Después de analizar cuidadosamente las encuestas sus números y sobre todo la serie de los números una tras otra, se encuentra que hay una diferencia clara entre dos grupos de encuestadores.

Esta diferencia está basada en cuatro o cinco aspectos que voy a enumerar, pero principalmente es el porcentaje que se le asignó al PRI, aquellos que sobreestimaron al PRI, aquellos que subestimaron al PRI y eso da como consecuencia estos dos grupos de encuestadores.

En el grupo 1 encontramos a Consulta Mitofsky, a IMSOS-Bimsa, Parametría Excélsior, Demotecnia Milenio, BGC Beltrán y Asociados y Crónica. Y en el grupo dos tenemos a Reforma, Gea Isa, Marketing Político y al Universal.

Una vez que agrupamos las encuestas en estos dos sectores, lo que se observa es una estabilidad mucho mayor a la que se encontraba una vez que tenemos las encuestas juntas todas.

En el grupo 1, lo que observamos es que la elección en buena medida tenía arriba a Andrés Manuel López Obrador, mientras que el PRI tenía algunos altos aquí, pero nunca bajaba de cierto porcentaje, y el PAN estaba por debajo del PRD. En cambio, en el Grupo 2, lo que observamos es una elección en la que el candidato del PAN se encuentra arriba en las preferencias; el candidato del PRI está prácticamente descartado, y el candidato del PRD compite marginalmente con el candidato del PAN.

Para resumir, lo que observamos es lo siguiente: en el Grupo 1 tenemos que en el promedio de las últimas encuestas, sobre todo las más recientes o más cercanas a la elección, López Obrador está arriba de Felipe Calderón, mientras que, en el Grupo 2, Felipe Calderón es quien está arriba de López Obrador. En el grupo 1, López Obrador está alrededor de 35 puntos porcentuales, igual que en el grupo 2, pero la tendencia es a la baja en el grupo 2.

En el grupo 1, Roberto Madrazo está arriba de 25 puntos porcentuales, e incluso llega hasta los 30; algunos incluso lo dieron por arriba de Felipe Calderón. En cambio, en el grupo 2, Roberto Madrazo está alrededor de 25 puntos porcentuales pero a la baja, llegando incluso a 21 puntos porcentuales. Y por supuesto Felipe Calderón está entre 30 y 35 puntos porcentuales en el grupo 1, mientras que en el grupo 2, está arriba de 35 puntos porcentuales, e incluso puede llegar a 40 puntos porcentuales, de acuerdo con los números de estos dos grupos.

Esta diferencia entre grupos resalta aún más en la elección para el Congreso. De enero a julio de 2006 se puede observar una varianza mucho mayor, pero si lo dividimos otra vez en estos grupos que mencionaba, observamos lo siguiente:

En el grupo 1 vemos cómo prácticamente el primer lugar está disputándose entre PAN y PRI, mientras que el PRD se encuentra en un tercer lugar, en algunos momentos diferenciado de estos dos punteros. En el grupo 2 es una elección completamente diferente. El PAN está arriba en el Congreso, mientras que el PRD disputa con el PRI el segundo lugar y en algunos casos está claramente distinguido el PRD, o la Coalición Por el Bien de Todos.

Entonces, a manera de resumen, nuevamente en el grupo 1 el PAN y el PRI disputan el primer lugar, mientras que en el grupo 2 el PAN es el primer lugar indiscutible y PRI y PRD disputan el segundo lugar. En el grupo 1 el PRD está alrededor de 30 puntos porcentuales, mientras que en el grupo 2 está alrededor de 35 puntos porcentuales. En el grupo 1 el PRI cae de 37 a 32, excepto el caso de Nemotecnia que fue quien siempre mantuvo al PRI en el porcentaje más alto, y en el grupo 2 el PRI sólo está una vez arriba de 30 puntos porcentuales en el caso de marketing político.

Y en el grupo 1 finalmente el PAN tiene una tendencia ascendente, no mayor a 35 puntos porcentuales, mientras que el PAN en el grupo 2 no está debajo de 30 puntos porcentuales jamás e incluso en algunos casos está arriba de 40 puntos porcentuales.

Este es el contexto para preguntarnos, finalmente, qué historia es la que como investigador de la elección del 2006 se va a contar. Si nosotros diéramos un juego de encuestas a uno de nuestros estudiantes para contestar alguna hipótesis, y otro juego de encuestas del otro grupo a otro estudiante, cualquiera de los dos, uno podría rechazar la hipótesis, el otro la podría no rechazar, y quizá los dos estén correctos.

En mi caso específico, yo estoy buscando cuáles son los determinantes de la elección 2006. He probado algunas hipótesis alternativas. Obviamente el fraude ya se descartó; se ha demostrado que el voto de 2003 determinó en una amplia forma el voto de 2006. Si la movilización fue también un factor, hoy se ha reducido su eficacia de antaño para poder movilizar el día de la elección.

Las campañas negativas me parece que no necesariamente tuvieron un efecto, sobre todo en un entorno de opiniones cristalizadas ya al final de la campaña.

Voto retrospectivo y aprobación presidencial. Estas dos variables son aquellas que nutren a la identificación partidista, y eventualmente la identificación partidista es el determinante más importante para voto y puede haber sido la que definió la elección. Voto estratégico, quizás, pero todavía dependiendo de la encuesta que escojamos, se encuentra un porcentaje alto de personas que votaron por Roberto Madrazo, a pesar de que en realidad no tenía las mismas posibilidades.

La identificación partidista es la hipótesis que trato de defender. Es la variable más estudiada y el mejor predictor del voto en Estados Unidos. Así se ha demostrado en más de cinco décadas, misma que hasta ahora se ha estudiado de manera descriptiva en algunos casos, y hasta hace relativamente muy poco se han conocido las determinantes.

En específico, me aboco a estudiar cuál fue el papel de los independientes en 2006. Obviamente en una elección tan cerrada como la de 2006 se vuelven muy relevantes. Estudios previos han demostrado que al menos la mitad de aquellos individuos que se consideran como independientes nunca votarían por el PRI.

La clave está en cómo se clasifican estos independientes. Es de acuerdo con distintos niveles de sofisticación basados en escolaridad y otros recursos, son persuadibles en diferente medida; son presas o no, de efectos de campaña también en la medida de su sofisticación.

Presentan diferentes niveles de atención a medios, y cuentan algunos con mucha información sobre la campaña y presentan algunas probabilidades de votar, mientras que otro grupo de independientes es totalmente lo contrario.

Y obviamente su misión o su peso específico en esta elección fue definir un campaña que se encontraba polarizada y con opiniones cristalizadas entre ambos bandos partidistas.

De los primeros hallazgos de lo que yo he encontrado es que Calderón ganó menos independientes de los que perdió López Obrador; que al parecer los independientes que tenía Calderón y los que ganó posteriormente tenían un nivel de sofisticación promedio mayor que los de López Obrador y, por tanto, una probabilidad mayor de ir a votar el día de la elección.

Se encuentran diferencias muy pequeñas, es cierto, pero son estadísticamente significativas.

No hay que dejar de lado que existen, de entrada, muchos más panistas que perredistas en la competición y que los independientes normalmente -digo aquí o argumento- que salieron a votar en favor de Calderón tienen características sociodemográficas muy parecidas a los panistas.

Entonces, esa mutación o esa similitud en perfiles sociodemográficos puede haber sido la causa de la inclinación de la balanza del porcentaje de independientes hacia Felipe Calderón.

Sin embargo, esto no está probado porque depende de qué datos tengas.

En la intención de voto de los independientes, de acuerdo con cinco encuestas de salida, vemos que para Reforma claramente los independientes favorecieron a López Obrador, vemos empates en GEA-ISA, en IPSOS-BIMSA y quizá en BGC Beltrán y Asociados, mientras que Consulta tiene un patrón similar a Reforma.

Aquí lo importante, independientemente de que puedan estar dentro del margen del error o no, es que esto coincide con la última observación preelectoral de cada una de estas casas encuestadoras. Es decir, no hay una diferenciación entre la encuesta de salida y la última encuesta preelectoral, en cuanto a la distribución de los independientes, lo cual nos lleva de regreso al problema de cuál fue la historia que quiere uno contar.

Y como hasta el momento, a pesar de que había presentado este argumento frente a algunos de los que están hoy aquí, no se ha contestado cuál fue la razón o cuáles pueden ser las hipótesis para explicar por qué existen dos tipos de encuestadores, yo me tuve que hacer mis propias conjeturas.

La primera me parece que es el uso impreciso de los conceptos. Dado que no se conocen necesariamente o a detalle cuáles son cada una de las variables específicas que pueden determinar la votación, se tiene alguna especie de confusión, eventualmente un mal uso.

El mejor ejemplo, desde mi punto de vista y desde el punto de investigación, es la identificación partidista. Se ha mencionado que es muchas cosas, pero no lo que es, y en ese sentido se ha dicho que es voto y no es voto.

Se ha mencionado qué es ideología, como lo mencionó alguna vez Roy Campos y no es ideología.

Se ha creado una nueva clasificación, como María de las Heras, en cuanto a swichers y duros. ¿Eso es identificación partidista?

Se ha dicho que es el voto duro; tampoco es el voto duro. Se ha dicho que es el piso de los partidos, tampoco es el piso de los partidos.

Los independientes se confunden con indecisos sin ningún problema y la verdad es que son conceptos completamente diferentes. Eso por el lado del concepto en sí.

La segunda parte es la operacionalización del concepto; es decir, el fraseo de la pregunta, dónde se presenta en la encuesta, etc.

En Estados Unidos la identificación partidista es la primera o la segunda pregunta que se realiza en cada uno de los cuestionarios.

Aquí, si la incluyen, está casi siempre al final y obviamente puede tener un sesgo en su respuesta.

Para ejemplo del fraseo de las preguntas, que es importante de acuerdo con investigación en Estados Unidos y puede cambiar la percepción de la identificación partidista, tengo nada más cuatro ejemplos que son Parametría, que ahí dice ¿por quién vota, qué tanto se identifica usted con él, PAN, PRI, PRD? ¿Mucho o algo?

¿Generalmente usted se considera panista, priísta o perredista? Luego se insiste si esa persona es muy panista, priísta o perredista.

Consulta, dice, independientemente del partido por el que va a votar ¿normalmente usted se considera panista, priísta o perredista?

BIMSA dice, independiente del partido por el que usted vota en cualquier elección, asumiendo todos los sesgos que todas estas opciones puedan tener, si se considera panista, priísta o perredista.

Es decir, no hay un consenso sobre la variable quizá más importante o la que nos puede dar más información acerca del comportamiento de los electores.

Obviamente, Demotecnia está en el corazón de su argumento y no sabemos ni siquiera si la pregunte.

La segunda razón por la que creo que hay diferencias es el tan nombrado esquema de votantes probables tiene que ver con la discusión de  ¿qué es lo que se quiere hacer con las encuestas, una especie de pronóstico o un diagnóstico del momento?

El problema es que la metodología no se revela y no se conoce cómo se puede mejorar un modelo de votantes probables. De acuerdo con una lista de encuestadoras que hicieron o no hicieron estudios de modelos de votantes probables, si no se revela cuál es el modelo de votantes probables entonces se puede crear la suspicacia de que la línea editorial está dictando cuál debe ser el resultado y entonces que se utilice un modelo de votantes probables diferente para cada una de las publicaciones que se hagan, con tal de mantener la misma línea editorial y eventualmente modificar las percepciones de la contienda.

Y esto va todavía a una pregunta más relevante que se le tiene que hacer a los encuestadores.

¿Qué quieren ser, estrategas o sólo encuestadores? No es problema, pueden ser lo que ustedes quieran, pero tienen que definir qué son  y ser abiertamente o lo uno o lo otro. Y en esto la clave está en decir, bueno, yo estoy presentando datos o también estoy dándole un spin, son un spin docto y estoy queriendo eventualmente llevar agua a mi molino.

¿Por qué? Porque si son spin doctos o encuestadores tienen diferentes intereses durante, antes y después de la campaña. Pueden obviamente presentar candidatos sobreestimados o subestimados con tal de mantener su propia línea de investigación, obviamente caen en algún error, el caso de alguna exitpoll que reveló un ganador cuando no lo había.

El problema es que les rebota eventualmente a los propios encuestadores y al propio gremio en sí. Es decir, la pérdida de credibilidad se genera por no revelar claramente cuál es el tipo al que pertenece, si son encuestadores o si son estrategas.

El círculo rojo y la opinión pública puede eventualmente descubrir  o entender quién y qué, cuál es el objetivo que está detrás de cada uno de ellos.

Por otra parte, la excesiva exposición de aquellos que se dicen encuestadores, pero que eventualmente son estrategas o quisieran hacer algo más, donde se dan opiniones en temas que no son especialistas y que obviamente los ponen en el aparador y les genera ese posible riesgo de opinar en temas que no saben y que su credibilidad quede en duda no por las encuestas ni por su trabajo sobre las encuestas, sino por dar opiniones de las cuales no son especialistas.

Y, obviamente, en consecuencia, al final recurrir cada vez a las mismas razones para justificar por qué no se acertó en el resultado, más allá de la controversia quién ganó o no.

¿Cuáles son las sugerencias que puedo poner con base en este problema? Tiene que haber un criterio de calidad consensuado y eventualmente se esperaría que autorregulado, pero tiene que haber un criterio de calidad, ustedes pongan el que quieran, ganador, margen de error, los tres, etcétera.

Tiene que haber claridad en las metodológias y esto no sólo se refiere a decir hicimos la muestra tal y tal. Creo que eso ya ha quedado superado, sino dar un paso más y tratar de decir si estoy usando modelos de votantes probables, especificar claramente cuál es el modelo de votantes probables que se está usando y comprometerse durante un proceso electoral a utilizar siempre el mismo modelo para que, si alguien quiere replicar ese modelo, lo pueda hacer.

Y, sobre todo, finalmente creo que aquí está en el corazón de la discusión si algunos encuestadores quieren o no hacerlos públicos.

Obviamente esta replicabilidad o esta capacidad de poder repetir los ejercicios va a dar más transparencia y también abrirá la puerta a los investigadores de cualquier jerarquía y de cualquier universidad, de cualquier lugar a que tengan accesibilidad a los datos de forma gratuita y entonces se pueda conocer aún más sobre los propios procesos electorales, los propios diseños de preguntas, el ordenamiento a hacer experimentos, etcétera.

La agenda es muy amplia. El principio de certeza va en beneficio directo del gremio de los encuestadores, que creará o crearía un bien común del cual todos se benefician; eso es en cuanto a los encuestadores, pero finalmente a nosotros los investigadores, los politólogos que nos queremos preguntar no sólo quién ganó, sino también porqué ganó y estar seguros de que lo que estamos diciendo es, al menos, dentro de un nivel de confianza, cierto.


Debate

-Andrés Albo: Estaba preparando una amable réplica a Julia, en consideración de alusiones, en este caso no personales, pero sí institucionales.

Desafortunadamente, como había comentado, ella tiene un vuelo que tomar y adelantó su salida, pero nada más quisiera recordar dos o tres cuestiones que ella comentó respecto al Instituto y que creo que vale la pena dejar sobre la mesa; no una réplica, sería injusto en ausencia, pero sí algún comentario que pudiera servir para ampliar el juicio que ella manifestó.

Hay algunos asuntos, como el tema de las casillas especiales y algún otro, que son temas relativos a definiciones de ley y ante los cuales los límites que tiene el Instituto son muy estrechos.

Sí, efectivamente, hay cuestiones vinculadas con la comunicación, pero señalaría que especialmente en este proceso electoral se hizo un esfuerzo, de parte del Consejo General, por informar y transmitir algunas cuestiones. Lo acabamos de ver en el caso del conteo rápido, pero también se hicieron desplegados, se metió a página de Internet información relevante; en fin, se hizo un esfuerzo muy significativo que, dentro de todo el ambiente, todo el contexto, el -¿cómo llamarle?- iba a decir ruido, pero no sé si sería políticamente adecuado decirlo.

Dentro del entorno que se vivió, la voz del Instituto, en estos aspectos informativos y vinculados a cuestiones más precisas de interés del ciudadano, no tuvieron la relevancia y la importancia que merecían.

Coincido con ella en la necesidad de poner al ciudadano en el centro, si no de todo el esfuerzo que hace el Instituto, sí de la parte fundamental. En  ese sentido, creo que en el tema del PREP tenemos que reflexionar.

Finalmente, y antes de dar oportunidad a algún comentario, alguna pregunta para nuestro comentarista, y a propósito de dos o tres solicitudes que se hicieron en el transcurso del día, respecto al esfuerzo que pudiera hacer el Instituto para hacer pública alguna información derivada de los monitoreos que se hacen a los medios masivos quisiera señalar un punto. Debo decir que la Comisión de Radiodifusión, que define los criterios con los cuales se hace el monitoreo, es una comisión donde exclusivamente están representados los partidos políticos y ahí este tema, el de la clasificación, fue largamente discutido.

Me refiero a que el Instituto va a hacer un esfuerzo por hacer pública toda la información relativa a los monitoreos. Ya, de hecho, lo es, pero un esfuerzo, para que sea bueno, iba a decir manipulable la información; no sé si también hay que ser muy cuidadoso con los términos, digamos, se pueda tener una información más amigable, más manejable, que permita, en bases de datos, meterlos a paquetes y generar información.

Esto incluye, desde luego, los informes de los monitoreos del contenido, pero también estamos pensando en incluir las más de 700 mil piezas que tenemos de publicidad registradas durante este proceso electoral; de éstas, entre ciento y ciento cincuenta mil corresponden a televisión en el periodo del 18 de enero a pocos días antes de la jornada electoral y más de 600 mil a radio.

Entonces, sí vamos a hacer un esfuerzo para quien lo preguntaba, para poner a disposición de los ciudadanos toda esta información y este Consejo ha sido especialmente -creo no exagerar-, decidido en empujar la información para que sea del acceso público.

Y esto me conecta con la presentación que hizo Luis Estrada, que nos deja como punto de reflexión qué información necesitaría un investigador, un ciudadano, para hacer los análisis que se requieran para derivar conclusiones, cuál es la información que debieran poner y esto es continuación de una discusión que ya hemos sostenido durante semanas y meses con algunos miembros de la industria, qué información debiera de ser pública de parte de los encuestadores.

Y desde luego el tema de nivel de calidad, por no meterme a la reglamentación, dado que desde mi perspectiva la principal regulación que debe tener la industria, debe partir de ésta misma, con independencia de que seamos absolutamente cuidadosos con el mandato legal.

Abusé del control del micrófono, ponemos a disposición de ustedes alguna observación o comentario que quisieran hacerle a nuestro expositor.

-Francisco Abundis: Un poco en términos de la información que presentas, habría a lo mejor algún tipo de comentarios sobre ejercicios, independientes del uso específico que se maneja en distintas circunstancias.

Pero llevando a esta discusión -que podría ser pertinente desde la perspectiva de un investigador o un ciudadano-, las diferencias entre investigador y ciudadano, en un momento determinado la diferencia entre esa identidad partidista, llevada incluso al nivel de decir: qué significa esto para los propios ciudadanos en general, más que para el investigador.

Quizás ése es un poco el planteamiento, entender hasta dónde hay una diferencia en esta percepción de lo que es identidad partidista.

-Luis Estrada: Es mi tema de tesis de disertación doctoral, así que tengo algo que decir.

La identificación partidista es el sentimiento que los individuos desarrollan hacia los partidos políticos, que se genera en la infancia, crece con el tiempo, eventualmente decían algunos que se expresaba de tal forma que se reforzaba normalmente con las veces que la persona acudía a votar y que era casi como una religión.

Obviamente, entre más fuerte tuvieras el nexo con el partido, tus actitudes hacia la política y especialmente hacia ese partido iban a ser marcadas por ciertas características, obviamente sesgadas hacia favorecer a su partido.

Posteriormente se descubre que puede subir y bajar la intensidad con la cual la persona se identifica con el partido y entonces también se observa que son las evaluaciones retrospectivas del ejercicio de gobierno de los partidos lo que va nutriendo una especie de monitoreo constante del propio partido y entonces, eventualmente, puedes estar a favor o en contra de tu partido, si hace algo bueno o malo.

En ese sentido, la identificación partidista se ve como una preferencia por un equipo de futbol, que la persona es muy aficionada por ese partido o en este caso por un equipo, sigue de cerca la información política, sigue de cerca las campañas, ve los debates, opina o tiene una opinión más cristalizada acerca de la política y por esta razón es la que predice mejor el voto, porque asegura que la persona vaya a votar y que aparte vote por ese partido.

Entonces, en ese sentido, la falta de entrada, la falta de estudio de esta variable generada por un atraso y una confusión tanto en los métodos estadísticos de regresión, como en la teoría, en el corazón de la teoría que atrasó la investigación por lo menos diez años en México, aparte de los 40 que ya llevaba de ventaja en Estados Unidos, nos pone en un contexto ahora de preguntarnos ¿qué es, y para qué sirve?

Pero en realidad, la identificación partidista, se ha demostrado ya, funciona igual que en todos los países; se desarrolla de la misma forma y tiene características especiales muy concretas como, por ejemplo, que mencionaba de los independientes, que eventualmente, así como le preguntas ¿a ti te gusta el fútbol?: la persona dice no, pero jamás le iría al América. O en el béisbol dicen, a mí no me gusta el beisbol, pero jamás le iría a los Yankees.

Eventualmente, en México hay muchos individuos, casi el 30 por ciento del electorado que  dice ser independiente y, de ese 30 por ciento, la mitad dice no me gusta la política, no me interesa, pero jamás votaré por el PRI. Y eso ha tenido consecuencias en las votaciones, así que me parece que es una variable crucial para explicarlo.

-Pregunta: Fíjate que a mí me parece que la percepción que se tiene en términos generales al analizar las encuestas, es que de siete años para acá y de manera creciente, cada vez hay un mayor peso sobre el personaje, candidato o la figura, que sobre el partido. Inclusive muchas de las personas que se llegan a erigir que son de un partido o de otro, para decir o identificar algún programa que ese partido no conoce. Y a la hora que tú llegas no solamente a la encuesta preelectoral, sino haces la encuesta postelectoral, te das cuenta de que los elementos más importantes se dan por la calidad, la confianza, la seriedad que imprime el personaje.

O, en el otro sentido cómo, a pesar de que hay un partido muy fuerte, tú sientes que no lo ocupa él, un candidato débil, y a la inversa. Yo quisiera saber tu reflexión sobre eso.

-Rafael Abascal: Sí, brevemente. Es cierto que las campañas hoy, en México como en todo el mundo, están centradas en los candidatos. Esto es en buena medida consecuencia de la exposición que hay, o de la facilidad que existe para exponerse en los medios de comunicación, específicamente en la televisión, donde obviamente las imágenes, los momentos, el candidato, el carisma del candidato, etcétera, pueden ser predominantes.

Entonces eventualmente, en el momento que va perdiendo posiciones el PRI a lo largo de los últimos treinta años, sobre todo a nivel municipal, estatal, eventualmente las personas empiezan a experimentar el gobierno con algún partido de oposición y entonces empiezan a generar simpatía hacia esa opción, por ejemplo, del PAN o con el PRD, claramente apoyado hacia la imagen de un caudillo o de un líder, o de alguien que pueda jalar esa simpatía. Pero también está comprobado que esas simpatías que están originadas en el carisma de un candidato son de muy corta duración y tarde o temprano, sobre todo si no cuenta con una posición de gobierno que le dé visibilidad, tienden a diseminarse.

Lo que es un hecho es que hoy por ejemplo, el partido que más partidistas tiene es el PRI, en segundo lugar el PAN, que se le acerca cada vez más rápido, y en tercer lugar el PRD, por esas estrategias que han seguido en el tiempo, y obviamente pues el segmento independiente se mantiene o se ha mantenido al menos en los últimos diez años, en 30 a 35 por ciento del electorado.

Por eso, repito, aquí ya no incluí unas gráficas. Es interesante ver cómo en algunas opciones de la medición, sobre todo en la campaña, se llega a observar que algunos encuestadores tuvieron hasta 50 por ciento de independientes, lo cual es fuera de todo parámetro, pensando que pudiera ser, primero, una cuestión mucho más estable en el tiempo, y segundo, que eventualmente tú esperarías, o se ha visto como investigador que las campañas partidizan, más que despartidizan. Eventualmente el número de independientes debería de reducirse durante las campañas, pero el número de partidistas aumenta, como te menciono, 55 por ciento.

Entonces hay algo mal. Hay algo que se está haciendo mal, y que no se ha estudiado cuidadosamente.

-Francisco Abundis: Sobre tu comentario de las funciones que están haciendo investigadores o estrategas, ¿podrías definir un poquito más qué hace un investigador, qué hace un estratega? Y dos, según tú, ¿cuál es la mejor forma de preguntar?

-Luis Estrada: Bueno, la primera, realmente creo que el hecho es, ponle el nombre que quieras, pollster, estrategia, lo que tú quieras; creo que el riesgo es, y lo que estoy tratando de mencionarles y de aconsejarles al gremio y a aquellos que toman esa aventura, es decirles: si tú te dedicas a dar números, creo que es mejor mantener tu credibilidad en cuanto a los números, porque si te metes en un tema que no conoces y das opiniones a editoriales, etcétera, como hemos visto encuestadores que están en mesas de la reforma del Estado, y dan opiniones, etcétera, entonces la credibilidad de la persona, del individuo, porque finalmente ustedes son voceros de sus propios números, puede ponerse en tela de juicio. Creo que es arriesgado y la credibilidad está en juego.

Por otra parte, si eres un estratega y estás manejando los números de tal forma que pueda beneficiar a tu candidato y no estás abiertamente anunciándote como un estratega, entonces puedes generar suspicacias que eventualmente pueden dañar a la industria y te va a rebotar. Me parece que es algo que cada quién tendrá que decidir, pero que, eventualmente, afecta a todos de forma comunitaria.

En cuánto a cuál debe ser el formato de la pregunta, bueno, hay diferentes formatos, pero el más adecuado es aquel que trata de abrir el espacio, la ventana de tiempo, e intenta no meter la palabra independiente, que dice: generalmente, usted se considera panista, priísta, perredista ¿o qué?

La pregunta en Estados Unidos, hay dos series claras, la del MAS y la de Gallup, y las dos por el fraseo, el cambio en una palabra, determina estabilidad mucho mayor en alguna que en otra.

Entonces, qué bueno que nos podamos preguntar ahora esto, pero ya llevamos bastantes años tratando de solucionar un problema de este tipo.

Puse el ejemplo de identificación partidista, pero me parece que la situación se repite en otras preguntas y en otras menciones que, eventualmente, pueden dar origen a las diferencias que estoy tratando de mostrar.

-Andrés Albo, Moderador: Damos por terminado este día. Muchas gracias.